domingo, 4 de abril de 2010

¡ALELUYA! ¡CRISTO HA RESUCITADO! ¡ALELUYA ALELUYA!

¡Amor y paz!

Hoy celebramos la Pascua, "la fiesta de las fiestas", porque es el día de la resurrección del Señor. Por esto, hoy, cielos y tierra cantan el aleluya, expresión de alegría que significa "alabad al Señor", antiguo grito de alabanza litúrgica heredado del culto israelítico.

Celebramos hoy -después de escuchar esta pasada noche el anuncio pascual- el hecho central de nuestra fe: que Cristo, tal como decimos en el Símbolo de la fe, después de su crucifixión, muerte y sepultura, "resucitó al tercer día".

Con verdadero júbilo, ese que se renueva en cada Pascua, los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario.

Dios los bendiga…

Lectura del santo Evangelio según San Juan 20,1-9.


El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien quería Jesús, y les dijo: -Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo: pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: Vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.


Comentario

Pascua es un acto de fe: Cristo es el Viviente


Con una conciencia clara de que no podemos agotar el contenido de esta fiesta de hoy, que continuamos -como en una sola y única fiesta- durante toda la cincuentena pascual, hasta Pentecostés, repasemos las tres lecturas bíblicas de esta celebración.

Y, en primer lugar, el evangelio, que nos invita a dejarnos penetrar por la luz de la fe ante el hecho del sepulcro vacío de Jesús.

Este hecho desconcertó primeramente a las mujeres y a los mismos Apóstoles, pero después entendieron su sentido: aceptaron un hecho histórico y comprendieron su sentido de salvación a la luz de las Escrituras. El cuerpo de Jesús, muerto en la cruz, ya no estaba allí. Pero no porque hubiera sido robado, sino porque HABÍA RESUCITADO. Aquel Cristo a quien habían seguido era el VIVIENTE; en El triunfaba la vida; en El se anticipaba el "Día del Señor", en el que los mejores israelitas esperaban la resurrección de los muertos. Cristo era el vencedor de la muerte: "Victor mortis".

Sí, la Pascua nos pide sobre todo un gran ACTO DE FE. Creemos que Cristo vive; creemos que es nuestro Redentor, el Redentor del hombre y de todo hombre que no lo rechaza; creemos que en Cristo tenemos la Vida verdadera...

Pascua es una transfiguración de nuestra vida

Cristo resucitó por todos nosotros. El es la primicia y la plenitud de una humanidad renovada. Su vida gloriosa es como un inagotable tesoro, que todos estamos llamados a compartir desde ahora.

Mediante el bautismo, su presencia se ha compenetrado con nuestro ser y nos da ya ahora, germinalmente, la gracia de nuestra futura resurrección. El pasaje de la Carta a los Colosenses que leemos en la misa de hoy es una reminiscencia de una homilía bautismal y nos sitúa muy bien en el sentido de esta fiesta para nosotros: "Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios..."

En Cristo todo adquiere un sentido nuevo. Por esto en la Pascua, como nos recuerdan a menudo las homilías de aquellos grandes obispos de los primeros siglos llamados "Padres de la Iglesia", se alegran a la vez el cielo y la tierra; los ángeles, los hombres y la creación entera: porque todo está llamado a ser transfigurado, a ser liberado de la esclavitud del pecado y a compartir la gloria del Señor Resucitado. Si nuestra fe es sincera, nuestra alegría pascual tiene que ser profunda y contagiosa. Pascua nos pide amar la vida más que a nadie.

Pascua es un compromiso de testimonio

Sin la resurrección de Cristo no se habrían escrito los Evangelios ni existiría la Iglesia. Los Apóstoles fueron, antes que nada, testigos de la resurrección de Jesús, como vemos hoy escuchando la predicación de Pedro, leída en la primera lectura de esta misa del día de Pascua.
Aquel mismo testimonio, que ha sido como un fuego que ha ido dando calor a las almas de los creyentes hasta hoy, llega en este año de gracia hasta nosotros. No nos reúne nada más. Seamos conscientes de que no tenemos otro objetivo, en nuestra convocatoria de hoy y de cada domingo -¡todo el año es como una celebración pascual!- que acoger el don de Dios Padre en el Cristo Viviente y transmitir este mensaje a las nuevas generaciones. Sean cuales sean las dificultades, éste es nuestro deber más sagrado: transmitir la BUENA NOTICIA DE QUE, EN CRISTO, LA VIDA HA VENCIDO A LA MUERTE, como glosa poéticamente la secuencia de la misa. Digamos al mundo hoy, día santo de Pascua, y todo el año que:

"lucharon vida y muerte
en singular batalla
y, muerto el que es Vida,
triunfante se levanta".
(Secuencia de Pascua)

NARCIS JUBANY
MISA DOMINICAL 1987, nº 8
www.mercaba.org