¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este viernes 10 del tiempo ordinario, ciclo C:
Dios nos bendice
1ª Lectura (2Cor 4,7-15):
El tesoro del ministerio lo llevamos en vasijas de barro,
para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de
nosotros. Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados,
pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos
rematan; en toda ocasión y por todas partes, llevamos en el cuerpo la muerte de
Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.
Mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte, por causa de
Jesús; para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.
Así, la muerte está actuando en nosotros, y la vida en vosotros. Teniendo el
mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: «Creí, por eso hablé», también
nosotros creemos y por eso hablamos; sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús
también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con vosotros. Todo es para
vuestro bien. Cuantos más reciban la gracia, mayor será el agradecimiento, para
gloria de Dios.
Salmo responsorial: 115
R/. Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza.
Tenía fe, aun cuando dije: «¡Qué desgraciado soy!». Yo
decía en mi apuro: «Los hombres son unos mentirosos».
Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles. Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava: rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor. Cumpliré al
Señor mis votos en presencia de todo el pueblo.
Versículo antes del Evangelio (Flp 2,15.16):
Aleluya. Iluminad al mundo con la luz del Evangelio reflejada en vuestra vida. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mt 5,27-32):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis
oído que se dijo: ‘No cometerás adulterio’. Pues yo os digo: Todo el que mira a
una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si, pues, tu
ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene
que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la
gehenna. Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de
ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu
cuerpo vaya a la gehenna.
»También se dijo: ‘El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio’. Pues
yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la
hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio».
Comentario
Hoy, Jesús nos habla claramente del amor indisoluble,
fruto de un amor casto (“ecológico”, de respeto a la naturaleza). Tal como
afirmó el Papa Francisco, «la santidad y la indisolubilidad del matrimonio
cristiano, que con frecuencia se desintegra bajo la tremenda presión del mundo
secular, debe ser profundizada por una clara doctrina y apoyada por el
testimonio de parejas casadas comprometidas». Desgraciadamente, hoy en día,
puede ser un tema polémico, porque parezca que vivir la castidad y la virtud de
la santa pureza en medio de este mundo quede como algo trasnochado, o incluso
como que puede quitarnos la libertad.
De lo que hay en nuestro corazón, hablan también nuestros “ojos”. La mirada de
los esposos, por ejemplo, debe ser expresión de un amor casto y puro que dure
para siempre. «Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio
con ella en su corazón» (Mt 5,28).
Esta pureza de corazón se expresa tratando con dignidad nuestro cuerpo:
«Vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo», nos dice san Pablo (1Cor 6,19).
El Evangelio de hoy tiene que llevar a entender lo sagrado del matrimonio. No
se trata de entender el Evangelio de una manera literal, puesto que perder un
ojo o una mano, no nos exime de pecar y además sería otro mal añadido. El
sentido de las palabras de Jesús, es de sacrificio para ser fieles al proyecto
de fidelidad a Dios, hasta vivir el matrimonio para lo que fue creado y después
elevado a sacramento (para los cristianos).
Jesús quiere devolver a la ley divina su fuerza, y dice: «Todo el que repudia a
su mujer (…) la hace ser adúltera» (Mt 5,32). Con estas palabras nos muestra
hasta qué punto cada uno es responsable de la santidad de su esposo / esposa.
Estamos llamados a ser “uno” en el santo matrimonio. Es cierto que muchas veces
el matrimonio no es algo fácil: vivir santamente conlleva la cruz… «El amor no
nos deja indiferentes», diría Benedicto XVI.
Rev. D. Pablo CASAS Aljama (Sevilla, España)
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