sábado, 3 de noviembre de 2012

“El que ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”

¡Amor y paz!

Jesús hace hoy un elogio de la humildad e invita a sus seguidores a evitar los primeros puestos, como es la tendencia de todo el que busca prestigio y reconocimiento. Lo que hagamos debe ser, más bien, como decía San Ignacio de Loyola: "Ad maiorem Dei gloriam": "Para mayor gloria de Dios".

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la XXX semana del tiempo ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 14,1.7-11.
Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente.  Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola: "Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: 'Déjale el sitio', y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar. Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: 'Amigo, acércate más', y así quedarás bien delante de todos los invitados. Porque todo el que ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado".
Comentario

El prestigio era un bien muy apreciado en Israel. Tenía el mismo valor y categoría que la riqueza y el poder. La persona de buena reputación gozaba de una aceptación generalizada y era invitada a todos los eventos importantes.

Entre los líderes populares, los intelectuales, los eruditos y todos aquellos que no tenían poder político y ni riqueza, la única manera de alcanzar éxito era el camino del prestigio. Por eso, en las fiestas y en las comidas buscaban los primeros puestos, para hacerse notar entre los invitados. Esta conducta hacía que entre los aspirantes a ser Maestros de la Ley u hombres famosos se diera una feroz competencia.

Jesús exhorta a su comunidad de discípulos a que no se metan en ese juego, pues lo único que pondrían en evidencia sería la estrechez de su pensamiento. El honor del ser humano no está en el prestigio, en aparecer como persona destacada, en pertenecer al Jet Set. El honor del ser humano está en el servicio permanente y desinteresado a los demás. Pues, la mayor «gloria de Dios es que el ser humano viva».

Hoy muchos se afanan por "ser alguien en la vida", por ocupar algún lugar destacado que los anuncie como personas de éxito. Pero, muchas veces sin saberlo, caen en el juego de la competencia desleal, de la búsqueda fanática de méritos superfluos, haciendo parte del circo que ha montado la mentalidad vigente. Terminan siendo simples marionetas al servicio de un sistema inhumano que les arranca el sentido de la vida y los hace olvidar el verdadero cometido del ser humano en este mundo: vivir dando gloria al Dios de la Vida.

Servicio Bíblico Latinoamericano