lunes, 9 de diciembre de 2013

¡Ave María purísima sin pecado concebida!

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes en que la Iglesia celebra la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María. (En algunos países no se celebró ayer, por darle prelación al Domingo II de Adviento

Dios los bendiga…

-Evangelio según San Lucas 1,26-38. 
En el sexto mes, el Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,  a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo". Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Ángel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin". María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?". El Ángel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios". María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Ángel se alejó. 
-Comentario

La fiesta que estamos celebrando hoy es como para que todos nos llenemos de alegría y esperanza. No sólo es la fiesta de una mujer, María de Nazaret, concebida por sus padres ya sin mancha alguna de pecado porque iba a ser la madre del Mesías. Es la fiesta de todos los que nos sentimos de alguna manera representados por ella.

La Virgen, en este momento inicial en que Dios la llenó de gracia, es el inicio de la Iglesia, o sea, el comienzo absoluto de la comunidad de los creyentes en Cristo y los salvados por su Pascua.

Ya desde la primera página de la historia humana, como hemos escuchado en la lectura del Génesis, cuando los hombres cometieron el primer pecado, Dios tomó la iniciativa y anunció la llegada del Salvador, descendiente del linaje de Adán, el que llevaría a término la victoria contra el mal. Y junto a él ya desde esa página aparece la "mujer", su madre, asociada de algún modo a esta victoria.

S. Pablo nos ha dicho aún con mayor cercanía cuáles son estos planes salvadores de Dios: él nos ha elegido, nos ha llenado de bendiciones, nos ha destinado a ser sus hijos, herederos de su Reino, como hermanos que somos de Cristo Jesús. S. Pablo no ha nombrado a la Virgen en este pasaje, pero nosotros sabemos, y hoy lo celebramos con gozo, que ella fue la primera salvada, la que participó de manera privilegiada de ese nuevo orden de cosas que su Hijo vino a traer a este mundo. Lo hemos dicho en la oración primera de la Misa: "preparaste a tu Hijo una digna morada y en previsión de su muerte, preservaste a María de todo pecado".

-La primera cristiana

Pero si estamos celebrando el "sí" que Dios ha dado a la raza humana en la persona de María, también nos gozamos hoy de cómo ella, María de Nazaret, cuando le llegó la llamada de Dios, le respondió con un "sí" decidido.

Su "sí" se puede decir que es el "sí" de tantos y tantos millones de personas que a lo largo de los siglos han tenido fe en Dios, personas que tal vez no veían claro, que pasaban por dificultades, pero se fiaron de Dios y dijeron como ella: hágase en mí según tu Palabra...

María, la mujer creyente, la mejor discípula de Jesús, la primera cristiana. No era ninguna princesa ni ninguna matrona importante en la sociedad de su tiempo. Era una mujer sencilla de pueblo, una muchacha pobre, novia y luego esposa de un humilde trabajador. Pero Dios se complace en los humildes, y la eligió a ella como madre del Mesías. Y ella, desde su sencillez, supo decir "sí" a Dios.

Hoy celebramos el recuerdo de esta mujer y nos alegramos con ella.

-La fiesta de todos

Pero a la vez se puede decir que esta fiesta es también nuestra. La Virgen María, en el momento de su elección radical y en el de su "sí" a Dios, fue (como diremos en el prefacio de hoy) "comienzo e imagen de la Iglesia". 

Cuando ella aceptó el anuncio del ángel, de parte de Dios, se puede decir que empezó la Iglesia: la humanidad, representada en ella, empezó a decir sí a la salvación que Dios le ofrecía con la llegada del Mesías.

Si Eva significa "madre de todos los vivientes", podemos gozarnos de que en María, la nueva Eva, que iba a estar junto al nuevo y definitivo Adán, Jesús, estamos como concentrados todos nosotros, los que a lo largo de los siglos formamos la comunidad creyente de Jesús. En ella quedó bendecida toda la humanidad: la podemos mirar como modelo de fe y motivo de esperanza y alegría.

Tenemos en María una buena Maestra para este Adviento y para la próxima Navidad.

Nosotros queremos prepararnos a acoger bien en nuestras vidas la venida del Salvador. Ella, la Madre, fue la que mejor vivió en sí misma el Adviento, la Navidad y la Manifestación de Jesús como el Salvador de Dios. Mirándole a ella, y gozándonos hoy con ella, nos animaremos a vivir mejor este Adviento y esta Navidad.

Que nuestra Eucaristía de hoy, sea, por todos estos motivos, una entrañable acción de gracias a Dios, porque ha tomado gratuitamente la iniciativa con su plan de salvación, porque lo ha empezado a realizar ya en la Virgen María, y porque nos da la esperanza de que también para nosotros su amor nos está cercano y nos quiere colmar de sus bendiciones.

J. ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1989, 23