miércoles, 5 de diciembre de 2012

Todos tenemos necesidad del amor de Dios

¡Amor y paz!

Jesús manifiesta hoy en el evangelio su infinita misericordia y cura, sana y procura alimento a la multitud. Y ese conjunto de acciones, en definitiva salvadoras, contrastan enormemente con lo que se padece hoy en el mundo, en la segunda década del nuevo milenio. Muchos millones de seres humanos no tienen alimentos ni fármacos suficientes para vivir una vida digna y sana. Mientras tanto, otros tienen de sobra. Ni qué decir de lo que se gasta en las armas para matar: alcanzaría para erradicar definitivamente el hambre en el mundo.

Los que tenemos la misión de evangelizar mostramos ante ese mundo lo que dijo e hizo Jesús, con el deseo de que recobre su norte.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la I Semana de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 15,29-37. 
Desde allí, Jesús llegó a orillas del mar de Galilea y, subiendo a la montaña, se sentó. Una gran multitud acudió a él, llevando paralíticos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros enfermos. Los pusieron a sus pies y él los curó. La multitud se admiraba al ver que los mudos hablaban, los inválidos quedaban curados, los paralíticos caminaban y los ciegos recobraban la vista. Y todos glorificaban al Dios de Israel. Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: "Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque podrían desfallecer en el camino". Los discípulos le dijeron: "¿Y dónde podríamos conseguir en este lugar despoblado bastante cantidad de pan para saciar a tanta gente?". Jesús les dijo: "¿Cuántos panes tienen?". Ellos respondieron: "Siete y unos pocos pescados". Él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo; después, tomó los panes y los pescados, dio gracias, los partió y los dio a los discípulos. Y ellos los distribuyeron entre la multitud. Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que sobraron se llenaron siete canastas. 
Comentario

Hoy contemplamos en el Evangelio la multiplicación de los panes y peces.

Mucha gente —comenta el evangelista Mateo— «se le acercó» (Mt 15,30) al Señor. 

Hombre y mujeres que necesitan de Cristo, ciegos, paralíticos y enfermos de todo tipo, así como otros que los acompañan.

Todos nosotros también tenemos necesidad de Cristo, de su ternura, de su perdón, de su luz, de su misericordia... En Él se encuentra la plenitud de lo humano.

El Evangelio de hoy nos hace dar cuenta, a la vez, de la necesidad de hombres que conduzcan a otros hacia Jesucristo. Los que llevan a los enfermos a Jesús para que los cure son imagen de todos aquellos que saben que el acto más grande de caridad para con el prójimo es acercarlo a Cristo, fuente de toda Vida. 

La vida de fe exige un compromiso misionero.

Este Dios hecho hombre, que todo lo puede y que nos ama apasionadamente, y a quien necesitamos en todo y para todo —«sin mi no pueden hacer nada» (Jn 15,5)— necesita, paradójicamente, también de nosotros: éste es el significado de los siete panes y los pocos peces que usará para alimentar a una multitud del pueblo.

Si nos diéramos cuenta de cómo Jesús se apoya en nosotros, y del valor que tiene todo lo que hacemos para Él, por pequeño que sea, nos esforzaríamos más y más en corresponderle con todo nuestro ser.