viernes, 31 de julio de 2015

“Jesús era para ellos un motivo de tropiezo…”

¡Amor y paz!

Siguiendo el procedimiento de composición de san Mateo, dejamos ahora la "sección discursos" -las parábolas agrupadas- para abordar la "sección hechos". Ahora bien, lo característico de los cuatro capítulos que seguirán ahora (Mateo 13, 53 a 17, 23) es que, con mínimas diferencias, encontraremos de nuevo el desarrollo de los hechos que Marcos relató (Marcos 6, 1 a 9, 32).

El hilo conductor es también el mismo: el misterio de la "persona" de Jesús que se aclara más y más, pero crece la incredulidad de las masas y a Jesús no le siguen más que algunos de sus apóstoles... En esta concordancia no podemos dejar de ver un hecho histórico, apremiante, exacto: ¡es así como sucedieron las cosas con Jesús! Los evangelistas no podían decir lo contrario (Noel Quesson).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la XVII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice,…

Evangelio según San Mateo 13,54-58.  
Al llegar a su pueblo, se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de tal manera que todos estaban maravillados. "¿De dónde le viene, decían, esta sabiduría y ese poder de hacer milagros? ¿No es este el hijo del carpintero? ¿Su madre no es la que llaman María? ¿Y no son hermanos suyos Santiago, José, Simón y Judas? ¿Y acaso no viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde le vendrá todo esto?". Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. Entonces les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo y en su familia”. Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la falta de fe de esa gente.  
Comentario

a) En su pueblo, Nazaret, Jesús no tuvo mucho éxito.

Sus paisanos quedaron bloqueados por la pregunta: «¿de dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros?». Fueron testigos de sus milagros, admiraron su sabiduría, pero no fueron capaces de dar el salto y aceptarlo como el enviado de Dios.

Un profeta no es recibido en su patria: «y desconfiaban de él».

Hay que reconocer que no les faltaba parte de razón a sus paisanos, al mostrarse reacios a ver en su vecino al Mestas y Salvador. Jesús es un maestro atípico, no ha estudiado en ninguna escuela famosa, es un obrero. Pero, con tantas pruebas, tenían que haber superado su desconfianza inicial.

b) Pasar de la incredulidad a la fe es un salto difícil. Se trata de un don de Dios y, a la vez, de mantener una actitud honrada por parte de la persona.

En el mundo actual, como entre los contemporáneos de Jesús, existen muchos elementos que condicionan a favor o en contra, la opción de fe de una persona. En Nazaret, el origen sencillo de Jesús (le esperaban más solemne y glorioso). Para los dirigentes del pueblo, la valentía y la exigencia del mensaje que predicaba. Unos le consideraban un fanático; otros, aliado con el demonio. Muchos no llegaron a creer en él: «vino a su casa y los suyos no le recibieron». Los que creyeron fueron los sencillos de corazón, a quienes Dios sí les reveló los misterios del Reino.

Seguro que conocemos personas que han quedado bloqueadas y no llegan a aceptar el don de la fe. ¿Les ayudamos? ¿Son convincentes o, al menos, estimulantes nuestra palabra y nuestro testimonio de vida, a fin de poderles ayudar en su decisión de fe?

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 211-215
 

jueves, 30 de julio de 2015

“¿Comprendieron todo esto?"

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la XVII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Mateo 13,47-53. 
Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto?". "Sí", le respondieron. Entonces agregó: "Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo". Cuando Jesús terminó estas parábolas se alejó de allí.
Comentario

¡Vaya pregunta la que nos trae Jesús en el evangelio de hoy! "¿Comprendieron todo esto?". Con más optimismo que tino, aquellos oyentes dijeron que sí. Parece que hubiera sido más sensato dudar un poco.

Les hablaba Cristo, en efecto, de los misterios del Reino de Dios. Y aunque sus palabras eran sencillas, y las imágenes que utilizaba pertenecían al mundo de cada día, no por ello el contenido debía parecerles tan obvio. Pero ellos creyeron que entendían. Nos puede pasar también a nosotros.

Descubrir que no entiendo, darme cuenta de que no me estoy dando cuenta de todo es el principio de la sabiduría. Es algo como la nube luminosa. Nadie que sepa que no abarca la profundidad del Evangelio despreciará al Evangelio. Sólo desprecian la buena nueva los que creen que ya la entienden y que ya ha sido probada a fondo y que ya ha dado todo de sí.

Y aunque parezca extraño, eso se da, eso existe. La Europa de nuestros días, por dar sólo un ejemplo, quiere definirse como indiferente y cuando menos "posterior" al cristianismo. Millones de europeos sienten que ya aprendieron todo lo que el Evangelio les podía dar y que la propuesta cristiana ya se ensayó lo suficiente. Quizá hará falta para ellos que alguien sepa mostrarles de modo nuevo y sugerente que hay una nube de luz y una luz de niebla que viste la desnudez de Cristo en la Cruz.


miércoles, 29 de julio de 2015

"Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles en que celebramos la memoria de Santa Marta.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Juan 11,19-27. 
Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas". Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará". Marta le respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día". Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?". Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo".  

Comentario


1.1 Hubo una familia en Betania, compuesta, hasta donde sabemos, por tres hermanos: Martha, María y Lázaro. Uno de los aspectos más bellos de esa familia está en Jn 11,5: "Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro". Es muy grato pensar en ese afecto cálido, cercano y puro con que Nuestro Señor regaló a estos hermanos, porque nos hace sentir de una manera casi tangible el amor humano del Hijo de Dios.

1.2 Es hermoso y trae mucha sencillez y alegría al alma pensar en Martha como amiga de Jesucristo. Tal vez esa imagen agradable y cercana matiza un poco la otra imagen, tan frecuente, de Cristo como un profeta ensimismado en su misión trascendente y santísima, sin tiempo ni espacio para cultivar amistad con nadie. Y matiza también la idea de ese Cristo lejano y como aislado en su propia pureza, incapaz de dar amor si no es a través de una rigurosa distribución equitativa, como el que da pan en un campo de concentración.

1.3 Martha, amiga de Jesús: ruega por nosotros. Enséñanos ese rostro tan amable y encantador del "Dios-con-nosotros".

2. Mujer de fe y de esperanza

2.1 Martha de Betania brilla en el evangelio de hoy con el resplandor de una fe vigorosa y cuajada de confianza en el Señor. Tomemos sus propias palabras, y admiremos el don de la fe, concedido por el Único que puede darla.

2.2 "Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas". Así habla Martha. Está segura del poder de Jesús, y esa certeza no queda destruida ni siquiera por el hecho aparentemente irreversible de la muerte.

2.3 "Sé que mi hermano resucitará en la resurrección del último día". Aquí la fe se funde en esperanza. En efecto, quien conoce cuánto puede Dios, conoce qué puede esperar de él.

2.4 Marta, mujer creyente, ejemplo vivo de confianza en el Señor, ruega por nosotros. Inspira en nuestras almas el don eximio de la fe que vence al mundo, y de la esperanza que no se arredra ante las dificultades.

http://fraynelson.com/homilias.html. 

martes, 28 de julio de 2015

‘El (buen) cristiano es sereno en la prueba y humilde en la victoria’


¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este martes de la XVII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Mateo 13,36-43.
Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: "Explícanos la parábola de la cizaña en el campo". Èl les respondió: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles. Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!" 
Comentario


Sembrados en el mundo: tal es la condición de los cristianos. Patria tenemos en el cielo, pero nuestro campo, allí donde hemos de mostrar qué somos y de quién somos, es este mundo. De él recibimos finalmente agua y nutrientes, que igual sirven para que seamos cizaña o trigo. Hasta cierto punto depende de nosotros qué vamos a ser, porque el mismo sol alumbra a buenos y malos, y la misma agua alivia la sed de los malvados y los santos.

No hemos entonces de desesperarnos viendo que el mal prospera ni tampoco ilusionarnos demasiado cuando parece que ya el bien va a vencer. Se nos pide una doble paciencia, para ver sin exasperación triunfos del mal y dejar pasar sin demasiado aplauso los éxitos del bien. No sé yo cuál de las dos paciencias es más difícil: evitar el pesimismo y no caer en el triunfalismo. Lejos de ambos extremos, el cristiano, es sereno ante la prueba y humilde en la victoria.

lunes, 27 de julio de 2015

«Nada les hablaba sin parábolas»

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la XVII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Mateo 13,31-35. 
Jesús propuso a la gente otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas". Después les dijo esta otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa". Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo. 

Comentario

Hoy, el Evangelio nos presenta a Jesús predicando a sus discípulos. Y lo hace, tal como en Él es habitual, en parábolas, es decir, empleando imágenes sencillas y corrientes para explicar los grandes misterios escondidos del Reino. Así podía entender todo el mundo, desde la gente más formada hasta la que tenía menos luces.
«El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza...» (Mt 13,31). Los granitos de mostaza casi no se ven, son muy pequeños, pero si tenemos de ellos buen cuidado y se riegan... acaban formando un gran árbol. «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina...» (Mt 13,33). La levadura no se ve, pero si no estuviera ahí, la pasta no subiría. Así también es la vida cristiana, la vida de la gracia: no se ve exteriormente, no hace ruido, pero... si uno deja que se introduzca en su corazón, la gracia divina va haciendo fructificar la semilla y convierte a las personas de pecadoras en santas.
Esta gracia divina se nos da por la fe, por la oración, por los sacramentos, por la caridad. Pero esta vida de la gracia es sobre todo un don que hay que esperar y desear con humildad. Un don que los sabios y entendidos de este mundo no saben apreciar, pero que Dios Nuestro Señor quiere hacer llegar a los humildes y sencillos.

Ojalá que cuando nos busque a nosotros, nos encuentre no en el grupo de los orgullosos, sino en el de los humildes, que se reconocen débiles y pecadores, pero muy agradecidos y confiados en la bondad del Señor. Así, el grano de mostaza llegará a ser un árbol grande; así la levadura de la Palabra de Dios obrará en nosotros frutos de vida eterna. Porque, «cuanto más se abaja el corazón por la humildad, más se levanta hacia la perfección» (San Agustín).
Rev. D. Josep Mª MANRESA Lamarca (Les Fonts del Vallès, Barcelona, España) 

domingo, 26 de julio de 2015

¿Qué me motiva a seguir a Jesús?

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este XVII Domingo del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Juan 6,1-15. 
Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía curando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: "¿Dónde compraremos pan para darles de comer?". Él decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer. Felipe le respondió: "Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan". Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: "Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?". Jesús le respondió: "Háganlos sentar". Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran uno cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron. Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: "Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada". Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada. Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: "Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo". Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña. 

Comentario

“Si apuestas al amor, // ¡cuántas traiciones! // ¡cuántas tristezas! // ¡cuántos desengaños! // te quedan cuando el amor se aleja, // como en las noche negras // sin luna y sin estrellas. // Amigo, cuánto tienes, cuánto vales, // principio de la actual filosofía. // Amigo, no arriesgues la partida, // tomemos este trago, // brindemos por la vida. // Brindemos por la vida // pues todo es oropel”.

Esta es la estrofa final de una canción muy conocida en Colombia, compuesta por el maestro Jorge Villamil. Seguramente, inspirada en experiencias de decepción y desengaño muy profundas que todos hemos tenido en la vida: Amistades que parecían sólidas y sinceras, desaparecen con el asomo de un fracaso en el camino. Amores que se juraban fidelidad hasta el final, se esfuman con el viento y las tempestades. Alianzas y pactos, aparentemente sagrados, que se quiebran ante los problemas de una de las dos partes. Relaciones que nunca resultan, por mucho que inviertes en ellas...

Estas experiencias de desengaños y desilusiones, que se repiten en nuestras relaciones cotidianas, aparecen muchas veces también en nuestras relaciones con Dios. Parecería que buscamos al Señor porque tenemos un interés particular que nos mueve, y cuando no nos responde como esperábamos, nos decepcionamos de sus promesas y de sus palabras. “Interés cuánto valés”, dice el refrán popular. En este sentido, podemos caer muy fácilmente en una espiritualidad narcisista, a través de la cual nos buscamos a nosotros mismos, persiguiendo sólo el propio beneficio y la satisfacción de sentirnos bien. En lugar de ser una espiritualidad que nos exija salir de nuestro propio amor, querer e interés, buscamos relaciones cómodas con Dios, relaciones de conveniencia.

Dada la brevedad del Evangelio según san Marcos, cuya lectura continua veníamos haciendo, la liturgia de la Palabra de este domingo, y de los cuatro siguientes, girará en torno a la multiplicación de los panes y al discurso eucarístico que sigue en el Evangelio de san Juan, o Cuarto Evangelio, como se le suele conocer.

Aunque la fuerza del texto está en la generosidad de Jesús al multiplicar el pan y los peces para una muchedumbre hambrienta, me ha llamado la atención lo que dice el evangelista a propósito de la razón por la que seguían al Señor: “Mucha gente lo seguía, porque habían visto las señales milagrosas que hacía sanando a los enfermos”. Esto ayuda a entender la actitud de Jesús al final de este pasaje, cuando dice: “Pero como Jesús se dio cuenta de que querían llevárselo a la fuerza para hacerlo rey, se retiró otra vez a lo alto del cerro, para estar solo”... Más vale estar solo que mal acompañado, diríamos hoy... Jesús debió sentir que su apuesta por el amor y la generosidad no había sido bien recibida. ¿Qué buscaban los que querían llevárselo a la fuerza para hacerlo rey? A lo mejor pensó para sí mismo: “¡cuántas traiciones! ¡cuántas tristezas! ¡cuántos desengaños!” Jesús debió sentir que la gente le decía: “Amigo, cuánto tienes, cuánto vales”, con una filosofía que no parece que fuera sólo de hoy, sino de todos los tiempos... y me pregunto si no es así mi propio seguimiento.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá


sábado, 25 de julio de 2015

Llamado a reafirmar nuestro compromiso con Cristo

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, cuando celebramos la fiesta de Santiago Apóstol.

Dios nos bendice.

Evangelio según San Mateo 20,20-28.
La madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo.  "¿Qué quieres?", le preguntó Jesús. Ella le dijo: "Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda". "No saben lo que piden", respondió Jesús. "¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?". "Podemos", le respondieron. "Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre". Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud". 
Comentario

La arquidiócesis de Compostela nos regala esta reflexión en el día de la solemnidad de Santiago (http://www.archicompostela.org).

Esta celebración es un momento providencial para recordar que estamos edificados sobre el cimiento de los apóstoles, que Cristo es la piedra angular y que la Iglesia. fundada por Él, iluminadora de la entraña del hombre y de la esperanza de los mortales, recibe la misión de anunciar, afirmando sin reducciones el mensaje del cristianismo, para que el hombre descubra con claridad la verdad íntima sobre el significado de su vida, de su actividad y de su muerte, y alcance la vida eterna. Es una llamada a vivir con altura espiritual y recordar el destino trascendente de nuestra naturaleza original que nos urge a buscar el porqué último de la existencia en todos los entresijos de la vida y en todas sus implicaciones, trabajando para que la sociedad sea un espacio de sincero diálogo, de pacífica convivencia, de verdadera fraternidad y de solidaridad humana.

Este esfuerzo de reflexión sobre el misterio del hombre define nuestra cultura en el intento de concretar el sentido de la vida humana y lograr el acercamiento al más grande de los misterios: el misterio de Dios. Cristo, respuesta a los interrogantes en nuestro peregrinar, nos pregunta también si somos capaces de beber su cáliz, y nos alienta a decirle: "Lo somos", porque "una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros".

Sólo la conciencia atenta y apasionada de nosotros mismos puede abrirnos de par en par la puerta para conocer, admirar, y seguir a Cristo que se ha solidarizado con la suerte y situación de cada hombre. Reconocer la presencia divina en el hombre cierra toda posibilidad a una falsa absolutización o divinización de lo humano, y a cualquier forma de pensamiento, de cultura o de política que reduzca al hombre a un medio para otros fines, obligándolo a adorar a los ídolos de este mundo.

El apóstol Santiago acreditó su compromiso con el Señor en el martirio, que sigue siendo una posibilidad en sus diferentes formas.

viernes, 24 de julio de 2015

La historia de la semilla que siempre se sale con la suya

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la XVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Mateo 13,18-23. 
Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador. Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino. El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe. El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto. Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno".  

Comentario


En efecto, este sembrador divino es generoso, como Dios mismo es generoso. Al planeta tierra, único que cobija vida inteligente en este sistema solar, le llega una trillonésima parte de la luz del sol; lo demás aparentemente se desperdicia. 

Nuestro Dios es un Dios que "desperdicia", pues vemos que desperdicia atardeceres bellísimos que nadie ve, colores preciosos que nadie agradece, paisajes de ensueño que nadie canta. Ese "desperdicio", esa sobreabundancia de donación es como la traducción a nuestro pequeño mundo y a nuestra pequeña mente del misterio de su infinitud, que no conoce límites. Con sus "desperdicios" Dios revela discreta pero eficazmente que es infinito.

Y ese infinito existe también, y mucho más, en la Palabra y en la gracia. Solemos llamar a la parábola de hoy la parábola del sembrador, pero quizá podríamos llamarla mejor la parábola de la semilla victoriosa. Porque esta es la historia de una semilla que, aunque rechazada, oprimida o secuestrada siempre se sale con la suya y desde la abundancia de su amor todo lo gobierna. Así es Dios.

http://fraynelson.com/homilias.html. 

jueves, 23 de julio de 2015

«¡... dichosos sus ojos, porque ven, y sus oídos, porque oyen!»

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la XVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Mateo 13,10-17.

En aquel tiempo, los discípulos se acercaron y le dijeron: "¿Por qué les hablas por medio de parábolas?". Él les respondió: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán, Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure. Dichosos, en cambio, sus ojos, porque ven; dichosos sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron."  
 
Comentario

Hoy, recordamos la "alabanza" dirigida por Jesús a quienes se agrupaban junto a Él: «¡dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen!» (Mt 13,16). Y nos preguntamos: ¿Van dirigidas también a nosotros estas palabras de Jesús, o son únicamente para quienes lo vieron y escucharon directamente? Parece que los dichosos son ellos, pues tuvieron la suerte de convivir con Jesús, de permanecer física y sensiblemente a su lado. Mientras que nosotros nos contaríamos más bien entre los justos y profetas -¡sin ser justos ni profetas!- que habríamos querido ver y oír.

No olvidemos, sin embargo, que el Señor se refiere a los justos y profetas anteriores a su venida, a su revelación: «Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron» (Mt 13,17). Con Él llega la plenitud de los tiempos, y nosotros estamos en esta plenitud, estamos ya en el tiempo de Cristo, en el tiempo de la salvación. Es verdad que no hemos visto a Jesús con nuestros ojos, pero sí le hemos conocido y le conocemos. Y no hemos escuchado su voz con nuestros oídos, pero sí que hemos escuchado y escuchamos sus palabras. El conocimiento que la fe nos da, aunque no es sensible, es un auténtico conocimiento, nos pone en contacto con la verdad y, por eso, nos da la felicidad y la alegría.

Agradezcamos nuestra fe cristiana, estemos contentos de ella. Intentemos que nuestro trato con Jesús sea cercano y no lejano, tal como le trataban aquellos discípulos que estaban junto a Él, que le vieron y oyeron. No miremos a Jesús yendo del presente al pasado, sino del presente al presente, estemos realmente en su tiempo, un tiempo que no acaba. La oración -hablar con Dios- y la Eucaristía -recibirle- nos aseguran esta proximidad con Él y nos hacen realmente dichosos al mirarlo con ojos y oídos de fe. «Recibe, pues, la imagen de Dios que perdiste por tus malas obras» (San Agustín).

Rev. D. Manel MALLOL Pratginestós (Terrassa, Barcelona, España)