martes, 5 de agosto de 2014

«No mancha al hombre lo que entra por la boca, sino lo que sale de ella»

¡Amor y paz!

En el evangelio encontramos varias de estas polémicas: las normas relativas al sábado o al ayuno, por ejemplo. Hoy se trata del rito de lavarse las manos, al que los fariseos daban una importancia exagerada.

No debió gustarles nada el tono liberal de la respuesta de Jesús. Como siempre, el Maestro da más importancia a lo interior que a lo exterior: lo que entra en la boca no mancha; es lo que sale de la boca lo que sí puede ser malo. Los fariseos se escandalizan. Cuando Jesús se entera de esta reacción, lanza un ataque duro: «la planta que no haya plantado mi Padre, será arrancada de raíz... son ciegos, guías de ciegos».

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la XVIII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Mateo 15,1-2.10-14.
Entonces, unos fariseos y escribas de Jerusalén se acercaron a Jesús y le dijeron: ”¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de nuestros antepasados y no se lavan las manos antes de comer?". Jesús llamó a la multitud y le dijo: "Escuchen y comprendan. Lo que mancha al hombre no es lo que entra por la boca, sino lo que sale de ella". Entonces se acercaron los discípulos y le dijeron: "¿Sabes que los fariseos se escandalizaron al oírte hablar así?". Él les respondió: "Toda planta que no haya plantado mi Padre celestial, será arrancada de raíz. Déjenlos: son ciegos que guían a otros ciegos. Pero si un ciego guía a otro, los dos caerán en un pozo". 
Comentario

¿Caemos nosotros, alguna vez, en «escándalo farisaico», o sea, no motivado o, al menos, no por razones proporcionadas a nuestra reacción?

Hacia qué se dirige nuestro cuidado o nuestro escrúpulo: ¿hacia cosas externas o hacia actitudes internas, que son las que verdaderamente cuentan? Jesús no condena las normas ni las tradiciones, pero si su absolutización. No es que los actos externos sean indiferentes, pero, a veces, nos refugiamos en ellos con demasiada facilidad, para tranquilizar nuestra conciencia, sin ir a la raíz de las cosas. Jesús, en el sermón de la montaña, nos ha enseñado a hacer las cosas no para ser vistos, sino por convicción interior.

¿No habrá caído la moral cristiana en el mismo defecto de los fariseos, con una casuística exagerada respecto a detalles externos, sin poner el necesario énfasis en las actitudes del corazón o de la mentalidad, que son la raíz de los actos concretos? A veces, la letra ha matado el espíritu (baste recordar los extremos a los que se llegaba respecto al ayuno eucarístico desde la medianoche, o los trabajos que se podían hacer o no en domingo).

La limpieza exterior de las manos o de los alimentos tiene su sentido, pero es mucho menos importante que los juicios interiores, las palabras que brotan de nuestra boca y las actitudes de ayuda o de enemistad que radican en nuestro corazón.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 227-232