domingo, 30 de marzo de 2014

Jesús cura de la ceguera física, pero, ante todo, de la ceguera espiritual

¡Amor y paz!

De nuevo Juan va a traernos hoy un personaje-simbólico para ayudarnos a afianzar nuestra fe: el mendigo ciego que es curado por Jesús (Hace ocho días fue la samaritana). El cuarto Evangelio se plantea en este episodio fundamentalmente estas dos cuestiones: ¿qué le ocurre al que llega a creer en Jesús?, ¿qué le espera al creyente, si de veras la fe germina en su vida?

Y lo primero y fundamental es que se encuentra con Jesús y transforma su vida. Con Él, pasa de la ceguera a la luz, de la muerte a la vida. Porque no hay que olvidar: no se trata sólo de la ceguera física, sino ante todo, de la ceguera espiritual. Jesús se confiesa como 'Luz del mundo'.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y del comentario, en este Domingo de la Cuarta Semana de Cuaresma.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 9,1-41.

Jesús, al pasar, vio a un hombre ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: "Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para que haya nacido ciego?". "Ni él ni sus padres han pecado, respondió Jesús; nació así para que se manifiesten en él las obras de Dios. Debemos trabajar en las obras de aquel que me envió, mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo". Después que dijo esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego, diciéndole: "Ve a lavarte a la piscina de Siloé", que significa "Enviado". El ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía. Los vecinos y los que antes lo habían visto mendigar, se preguntaban: "¿No es este el que se sentaba a pedir limosna?". Unos opinaban: "Es el mismo". "No, respondían otros, es uno que se le parece". El decía: "Soy realmente yo". Ellos le dijeron: "¿Cómo se te han abierto los ojos?". El respondió: "Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso sobre mis ojos y me dijo: 'Ve a lavarte a Siloé'. Yo fui, me lavé y vi". Ellos le preguntaron: "¿Dónde está?". El respondió: "No lo sé". El que había sido ciego fue llevado ante los fariseos. Era sábado cuando Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había llegado a ver. El les respondió: "Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo". Algunos fariseos decían: "Ese hombre no viene de Dios, porque no observa el sábado". Otros replicaban: "¿Cómo un pecador puede hacer semejantes signos?". Y se produjo una división entre ellos. Entonces dijeron nuevamente al ciego: "Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?". El hombre respondió: "Es un profeta". Sin embargo, los judíos no querían creer que ese hombre había sido ciego y que había llegado a ver, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: "¿Es este el hijo de ustedes, el que dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?". Sus padres respondieron: "Sabemos que es nuestro hijo y que nació ciego, pero cómo es que ahora ve y quién le abrió los ojos, no lo sabemos. Pregúntenle a él: tiene edad para responder por su cuenta". Sus padres dijeron esto por temor a los judíos, que ya se habían puesto de acuerdo para excluir de la sinagoga al que reconociera a Jesús como Mesías. Por esta razón dijeron: "Tiene bastante edad, pregúntenle a él". Los judíos llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: "Glorifica a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador". "Yo no sé si es un pecador, respondió; lo que sé es que antes yo era ciego y ahora veo". Ellos le preguntaron: "¿Qué te ha hecho? ¿Cómo te abrió los ojos?". El les respondió: "Ya se lo dije y ustedes no me han escuchado. ¿Por qué quieren oírlo de nuevo? ¿También ustedes quieren hacerse discípulos suyos?". Ellos lo injuriaron y le dijeron: "¡Tú serás discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés! Sabemos que Dios habló a Moisés, pero no sabemos de donde es este". El hombre les respondió: "Esto es lo asombroso: que ustedes no sepan de dónde es, a pesar de que me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero sí al que lo honra y cumple su voluntad. Nunca se oyó decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si este hombre no viniera de Dios, no podría hacer nada". Ellos le respondieron: "Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres darnos lecciones?". Y lo echaron. Jesús se enteró de que lo habían echado y, al encontrarlo, le preguntó: "¿Crees en el Hijo del hombre?". El respondió: "¿Quién es, Señor, para que crea en él?". Jesús le dijo: "Tú lo has visto: es el que te está hablando". Entonces él exclamó: "Creo, Señor", y se postró ante él. Después Jesús agregó: "He venido a este mundo para un juicio: Para que vean los que no ven y queden ciegos los que ven". Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron:"¿Acaso también nosotros somos  ciegos?". Jesús les respondió: "Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado, pero como dicen: 'Vemos', su pecado permanece".  
Comentario

a) Iniciativa divina.-  El ciego de nacimiento tuvo la suerte, la gracia, de encontrarse con Jesús, que es el Sol. No fue el ciego el que tomó la iniciativa. Fue Jesús el que vio al ciego y, compadecido, quiso curarlo. La gente se preguntaba el por qué estaba ciego. Jesús explicará el para qué: «Para que se manifiesten en él las obras de Dios», y las obras de Dios no son las que castigan con la ceguera sino las que iluminan al mundo. Las obras de Dios son creadoras y liberadoras, son los milagros de su misericordia. Es aquello de «los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Noticia» (Lc 7, 22; cf. 4,18-19).

b) El milagro de la misericordia.- Todas las cegueras humanas y todas las miserias humanas surgen y están ahí, por muchas razones, que no siempre son pecaminosas. Los porqués son complicados. Pero sí es cierto que todas esas miserias están esperando una respuesta de amor.

Si Dios permite tantas miserias es para que en ellas pueda resplandecer su misericordia. No siempre hará el milagro de la curación física, pero siempre hará el milagro de la curación espiritual; siempre se acercará a nuestros sufrimientos, y los compartirá y los redimirá. No hace falta insistir en que Dios también se vale de nosotros para realizar un milagro de comunión. Así pues, los ciegos están ahí y los cojos y los leprosos y los pobres, para que sepamos volcar sobre ellos la medicina de nuestro amor.

c) Las mediaciones.- Jesús podía haber curado al ciego inmediata y directamente, con una sola palabra o un solo golpe de gracia. Y, sin embargo, utiliza una serie de mediaciones, todo un proceso: la saliva, el barro en los ojos, la necesidad de lavarse en la piscina. Cada uno de estos detalles puede tener su propia significación. Hay, naturalmente, una lectura sacramental, con evidentes aplicaciones al bautismo. Pero lo que sí es claro es que Cristo necesita de nuestra colaboración. El no multiplica los panes si no ofrecemos los pocos que nos quedan.

CÁRITAS
RÍOS DEL CORAZÓN
CUARESMA Y PASCUA 1993.Pág. 98