¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este miércoles en que celebramos la memoria de Santa Marta.
Dios nos bendice…
Evangelio según San Juan 11,19-27.
Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas". Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará". Marta le respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día". Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?". Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo".
Comentario
1.1 Hubo una familia en Betania, compuesta, hasta donde sabemos,
por tres hermanos: Martha, María y Lázaro. Uno de los aspectos más bellos de
esa familia está en Jn 11,5: "Jesús amaba a Marta, a su hermana y a
Lázaro". Es muy grato pensar en ese afecto cálido, cercano y puro con que
Nuestro Señor regaló a estos hermanos, porque nos hace sentir de una manera
casi tangible el amor humano del Hijo de Dios.
1.2 Es hermoso y trae mucha sencillez y alegría al alma pensar en
Martha como amiga de Jesucristo. Tal vez esa imagen agradable y cercana matiza
un poco la otra imagen, tan frecuente, de Cristo como un profeta ensimismado en
su misión trascendente y santísima, sin tiempo ni espacio para cultivar amistad
con nadie. Y matiza también la idea de ese Cristo lejano y como aislado en su
propia pureza, incapaz de dar amor si no es a través de una rigurosa
distribución equitativa, como el que da pan en un campo de concentración.
1.3 Martha, amiga de Jesús: ruega por nosotros. Enséñanos ese
rostro tan amable y encantador del "Dios-con-nosotros".
2. Mujer de fe y de esperanza
2.1 Martha de Betania brilla en el evangelio de hoy con el
resplandor de una fe vigorosa y cuajada de confianza en el Señor. Tomemos sus
propias palabras, y admiremos el don de la fe, concedido por el Único que puede
darla.
2.2 "Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi
hermano. Pero aún ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le
pidas". Así habla Martha. Está segura del poder de Jesús, y esa certeza no
queda destruida ni siquiera por el hecho aparentemente irreversible de la muerte.
2.3 "Sé que mi hermano resucitará en la resurrección del
último día". Aquí la fe se funde en esperanza. En efecto, quien conoce
cuánto puede Dios, conoce qué puede esperar de él.
2.4 Marta, mujer creyente, ejemplo
vivo de confianza en el Señor, ruega por nosotros. Inspira en nuestras almas el
don eximio de la fe que vence al mundo, y de la esperanza que no se arredra
ante las dificultades.
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