¡Amor y paz!
La figura de Juan el
Bautista es admirable por su ejemplo de entereza en la defensa de la verdad y
su valentía en la denuncia del mal.
De la muerte del Bautista
habla también Flavio Josefo («Antigüedades judaicas» 18), que la atribuye al
miedo que Herodes tenía de que pudiera haber una revuelta política
incontrolable en torno a Juan. Marcos nos presenta un motivo más concreto: el
Bautista fue ejecutado como venganza de una mujer despechada, porque el profeta
había denunciado públicamente su unión con Herodes: «Juan le decía que no le era
lícito tener la mujer de su hermano».
Herodes apreciaba a Juan,
a pesar de esa denuncia, y le «respetaba, sabiendo que era un hombre honrado y
santo». Pero la debilidad de este rey voluble y las intrigas de la mujer y de
su hija acabaron con la vida del último profeta del AT, el precursor del
Mesías, la persona que Jesús dijo que era el mayor de los nacidos de mujer.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la IV semana
del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos
6,14-29.
El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas partes. Algunos decían: "Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos: Otros afirmaban: "Es Elías". Y otros: "Es un profeta como los antiguos". Pero Herodes, al oír todo esto, decía: "Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado". Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a Herodes: "No te es lícito tener a la mujer de tu hermano". Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto. Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea. La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras y te lo daré". Y le aseguró bajo juramento: "Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino". Ella fue a preguntar a su madre: "¿Qué debo pedirle?". "La cabeza de Juan el Bautista", respondió esta. La joven volvió rápidamente a donde estaba el rey y le hizo este pedido: "Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista". El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan. El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre. Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
Comentario
De Juan aprendemos sobre
todo su reciedumbre de carácter y la coherencia de su vida con lo que
predicaba. El Bautista había ido siempre con la verdad por delante, en su
predicación al pueblo, a los fariseos, a los publicanos, a los soldados. Ahora
está en la cárcel por lo mismo.
Preparó los caminos del
Mesías, Jesús. Predicó incansablemente, y con brío, la conversión. Mostró
claramente al Mesías cuando apareció. No quiso usurpar ningún papel que no le
correspondiera: «él tiene que crecer y yo menguar», «no soy digno ni de
desatarle las sandalias».
Cuando fue el caso,
denunció con intrepidez el mal, cosa que, cuando afecta a personas poderosas,
suele tener fatales consecuencias. Un falso profeta, que dice lo que halaga los
oídos de las personas, tiene asegurada su carrera. Un verdadero profeta -los
del AT, el Bautista, Jesús mismo, los apóstoles después de la Pascua, y los
profetas de todos los tiempos- lo que tienen asegurada es la persecución y
frecuentemente la muerte. Tanto si su palabra profética apunta a la justicia
social como a la ética de las costumbres. ¡Cuántos mártires sigue habiendo en
la historia!
Tal vez nosotros no
llegaremos a estar amenazados de muerte. Pero sí somos invitados a seguir dando
un testimonio coherente y profético, a anunciar la Buena Noticia de la
salvación con nuestras palabras y con nuestra vida. Habrá ocasiones en que
también tendremos que denunciar el mal allí donde existe. Lo haremos con
palabras valientes, pero sobre todo con una vida coherente que, ella misma, sea
como un signo profético en medio de un mundo que persigue valores que no lo
son, o que levanta altares a dioses falsos.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4.
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 114-119
www.mercaba.org
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4.
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 114-119