¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, a través del
método de la lectio divina, en este lunes de la tercera
semana de Pascua.
Dios
nos bendice...
LECTIO
Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 6,8-15
En aquellos días, 8 Esteban,
lleno de gracia y de poder, hacía grandes signos y prodigios en medio del
pueblo. 9 Algunos de la sinagoga llamada «de los
libertos», a la que pertenecían cirenenses y alejandrinos, y algunos de Cilicia
y de la provincia de Asia se pusieron a discutir con él, 10 pero
al no poder resistir la sabiduría y el espíritu con que hablaba, 11 sobornaron
a unos hombres para que dijeran:
— Hemos oído a éste
blasfemar contra Moisés y contra Dios.
12 De este modo,
amotinaron al pueblo, a los ancianos y a los maestros de la Ley. Luego salieron
a su encuentro, lo apresaron y lo llevaron al Sanedrín 13 y presentaron
testigos falsos, que decían:
— Este hombre no cesa
de hablar contra el templo y contra la Ley. 14 Le hemos oído decir que ese
Jesús Nazareno destruirá este lugar santo y cambiará las costumbres que nos
transmitió Moisés.
15 Todos los que
estaban en el Sanedrín fijaron sus ojos en él, y les pareció que su rostro era
como el de un ángel.
Entra Esteban en escena.
Se le presenta con las mismas características que los apóstoles: «Lleno
de gracia y de poder, hacía grandes signos y prodigios». Las palabras
de Esteban están unidas a la «sabiduría» y al Espíritu»: Esteban,
como los apóstoles, está completamente inmerso en el plan de Dios, lo conoce,
recibe la fuerza del Espíritu para atestiguarlo y anunciarlo. Posee una
personalidad humana de gran relieve y de espesor «espiritual». Su predicación
provoca de inmediato un conflicto y, paradójicamente, con los judíos más
abiertos. Lucas alude a la sinagoga llamada «de los libertos», es decir, los
descendientes de aquellos que, llevados a Roma como esclavos por Pompeyo (63 a.
C.), habían sido liberados y se habían instalado en un barrio de la ciudad. En
torno a ellos se reunían, probablemente, judíos de diferente procedencia. Pues
bien, también para ellos era la predicación de Esteban demasiado radical:
Esteban ataca al templo y las tradiciones mosaicas. En consecuencia, las
acusaciones que se le dirigen no carecen de fundamento por completo.
Los ojos que se fijan en
él con hostilidad están obligados a vislumbrar en ellos, no obstante, un esplendor
particular, el de un ángel que expresa la presencia de Dios, algo semejante al
rostro de Moisés cuando bajó, resplandeciente, del Sinaí tras haber encontrado
a Dios. Lucas presenta otro rasgo de Esteban: es un testigo escogido por Dios
para dar a conocer su voluntad.
Evangelio: Juan 6,22-29
22 Al día siguiente, la
gente continuaba al otro lado del lago. Se habían dado cuenta de que allí
solamente había una barca y sabían que Jesús no había embarcado en ella con sus
discípulos, sino que éstos habían partido solos.
23 Otras barcas
llegaron de Tiberíades, y atracaron cerca del lugar donde la gente había comido
el pan después que el Señor había dado gracias a Dios. 24 Cuando se
dieron cuenta de que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, subieron a las barcas
y se dirigieron a Cafarnaún en busca de Jesús. 25 Lo encontraron al
otro lado y le dijeron:
- Maestro, ¿cuándo has llegado aquí?
26 Jesús les contestó:
- Os aseguro que no me buscáis por los signos
que habéis visto, sino porque comisteis pan hasta saciaros. 27 Esforzaos
no por conseguir el alimento transitorio, sino el permanente, el que da la
vida eterna. Este alimento os lo dará el Hijo del hombre, porque Dios, el
Padre, lo ha acreditado con su sello.
28 Entonces ellos le
preguntaron:
- ¿Qué debemos hacer para actuar como Dios
quiere?
29 Jesús respondió:
- Lo que Dios espera de vosotros es que creáis
en aquel que él ha enviado.
Tras la multiplicación de los panes, alude el evangelista a la búsqueda de Jesús por parte de la muchedumbre. Lo encuentran en Cafarnaún y le dirigen al Maestro una pregunta sólo para satisfacer su propia curiosidad: «Maestro, ¿cuándo has llegado aquí?» (v 25). Jesús no responde la pregunta, sino que revela más bien a la muchedumbre las verdaderas intenciones que la han impulsado a buscarlo, y con ello desenmascara la mentalidad demasiado material de las personas (v. 26). En realidad, toda esa gente sigue a Jesús por el pan material, sin comprender el signo realizado por el Profeta. Buscan más las ventajas materiales y pasajeras que las ocasiones de responder y de amar.
Ante esta ceguera
espiritual, Jesús proclama la diferencia entre el pan material y corruptible
y «el permanente, el que da la vida eterna» (v 27). Jesús
invita a la gente a superar el estrecho horizonte en que vive y a pasar al de
la fe y al del Espíritu, al que sólo su persona (la de Jesús) les puede
introducir. El posee el sello de Dios, que es el Espíritu y el dinamismo divino
del amor.
Los interlocutores de
Jesús le preguntan ahora: «¿Qué debemos hacer para actuar como Dios
quiere?» (v 28). Una nueva equivocación. La muchedumbre piensa que
Dios exige la observación de nuevos preceptos y de otras obras. Pero lo que
Jesús exige de ellos es una sola cosa: la adhesión al plan de Dios, a
saber: «Que creáis en aquel que él ha enviado» (v. 29). Sólo
tienen que cumplir una sola cosa: dejarse implicar por Dios y adherirse con fe
a la persona de Jesús. Es la apertura a la fe lo que ofrece un pan inagotable y
lo que da la vida para siempre al hombre que acepta ser liberado de las
tinieblas.
MEDITATIO
Esteban es el primer
apóstol de los helenistas. Suyo fue el primer intento de inculturación,
constituido por un decidido distanciamiento respecto al judaísmo tradicional.
Pero no consiguió su objetivo en algunos de los suyos. También hay
conservadores entre los procedentes de la diáspora, quizás incluso más que
entre los propios judíos palestinenses. Probablemente se debiera a la necesidad
de defender su propia identidad. La primera aproximación al mundo judío de
lengua y cultura griega es rechazada también por los notables. Esteban sigue
así el destino de Jesús: es rechazado. Al parecer, el precio
que hay que pagar para abrir nuevos caminos es ser incomprendido, malentendido,
rechazado, calumniado y condenado. Sin embargo, también es verdad que del
martirio de Esteban proceden frutos muy copiosos precisamente a partir de los
griegos: y no sólo de los judíos de lengua griega, sino de toda la cultura
griega.
Esteban es un provocador,
y, por eso, se mete él mismo en el camino del martirio, como sucede en toda
sociedad intolerante. Ahora bien, su provocación procede de una sabiduría
superior, es fruto de una peculiar comprensión del plan de Dios. Este plan
preveía que el Evangelio fuera anunciado no sólo en Jerusalén, sino «hasta
los confines de la tierra». El Espíritu se sirve del carácter
entusiasta y «belicoso» de Esteban para agitar el ambiente: Esteban pierde,
pero la causa del Evangelio recorrerá el mundo.
ORATIO
Señor, tenemos necesidad
de testigos animosos como Esteban. Tenemos necesidad de anunciadores
«imprudentes» como él, que agitan a los adversarios y a los amigos, dentro y
fuera de nuestros círculos. Tenemos necesidad de profetas «incómodos», como se
decía hace algunos años, para difundir la Buena Nueva. Tenemos necesidad de
hombres y mujeres que no tengan miedo de hacer frente a las incomprensiones y
los malentendidos a causa de tu nombre. Tenemos necesidad de personas que sean
capaces de recorrer nuevos caminos y no tengan miedo a no ser comprendidos por
esos mismos por quienes se comprometen y se dejan la piel.
Señor, danos estos
testigos fuertes y animosos.
Señor, no permitas que nos
ceguemos hasta el punto de no comprenderlos e incluso aislarlos, calumniarlos,
contribuyendo con nuestra incomprensión a marginarlos y -ino lo permitas, Señor!
- a condenarlos.
CONTEMPLATIO
La Iglesia tiene a gala, y
es mandamiento del Salvador, que no pensemos sólo en nosotros mismos, sino
también en el prójimo. Considera la dignidad a la que se eleva el que se toma
seriamente a pecho la salvación de su hermano. Este hombre, en la medida en que
ello es posible al hombre, imita al mismo Dios. En efecto, escucha lo que nos
dice por boca de su profeta: «Quien haga de un injusto un justo, será
como mi boca». A saber: quien se aplica a salvar a su hermano caído en
la negligencia e intenta arrancarlo del lazo del diablo, en cuanto es posible
al hombre, imita a Dios.
¿Existe acaso alguna
acción que pueda compararse a ésta? Esta es la más grande entre todas las obras
buenas. Es la cumbre de toda virtud. Y es natural que así sea. Porque si Cristo
derramó su sangre por nuestra salvación, ¿no es justo que cada uno de nosotros
ofrezca, por lo menos, el aliento de su palabra y eche una mano a quien por
negligencia ha caído en los lazos del diablo? (Juan Crisóstomo, Catequesis
bautismal, VI, 18-20).
ACTIO
Repite con frecuencia y
vive hoy la Palabra: «Tus mandatos son mi delicia» (cf. Sal
118,14).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Debemos dar un tono de
valentía a nuestra vida cristiana, tanto a la privada como a la pública, para
no convertirnos en seres insignificantes en el plano espiritual e incluso en
cómplices del hundimiento general. ¿Acaso no buscamos, de manera ilegítima, en
nuestra libertad un pretexto para dejarnos imponer por los otros el yugo de
opiniones inaceptables?
Sólo son libres los seres
que se mueven por sí mismos, nos dice santo Tomás. Lo único que nos ata
interiormente, de manera legítima, es la verdad. Esta hará de nosotros hombres
libres (cf. Jn 8,32). La actual tendencia a suprimir todo esfuerzo moral y
personal no presagia, por consiguiente, un auténtico progreso verdaderamente
humano. La cruz se yergue siempre ante nosotros. Y nos llama al vigor moral, a
la fuerza del espíritu, al sacrificio (cf. Jn 12,25) que nos hace semejantes a
Cristo y puede salvarnos tanto a nosotros como al mundo (Pablo VI, Audiencia
general del 21 de marzo de 1975).
http://www.mercaba.org/LECTIO/PAS/semana3_lunes.htm