viernes, 19 de octubre de 2012

Jesús pide que nos cuidemos de la hipocresía

¡Amor y paz!

Jesús tiene dos auditorios: la multitud y sus discípulos. Hoy se dirige, en primer lugar, a estos últimos, a quienes lo siguen, y los alerta contra “la levadura de los fariseos que es la hipocresía". Y hemos de saber que los fariseos eran los notables de entonces, hombres relevantes, observadores minuciosos de la Ley, conocedores y sabios expertos en cuestiones religiosas.

Por supuesto que Jesús no les reprocha sus cualidades, sino su actitud ante quienes no son como ellos, ni saben tanto ni son tan minuciosos en la 
observancia de la ley. Pero los que saben los dirigen y quienes los dirigen no son como aparentan. Son hipócritas.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este viernes de la XXVIII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 12,1-7.
Mientras tanto se reunieron miles de personas, hasta el punto de atropellarse unos a otros. Jesús comenzó a decir, dirigiéndose primero a sus discípulos: "Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. No hay nada oculto que no deba ser revelado, ni nada secreto que no deba ser conocido. Por eso, todo lo que ustedes han dicho en la oscuridad, será escuchado en pleno día; y lo que han hablado al oído, en las habitaciones más ocultas, será proclamado desde lo alto de las casas. A ustedes, mis amigos, les digo: No teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más. Yo les indicaré a quién deben temer: teman a aquel que, después de matar, tiene el poder de arrojar a la Gehena. Sí, les repito, teman a ese. ¿No se venden acaso cinco pájaros por dos monedas? Sin embargo, Dios no olvida a ninguno de ellos. Ustedes tienen contados todos sus cabellos: no teman, porque valen más que muchos pájaros. 
Comentario

a) Ante la gente que se agolpa a su alrededor, Jesús hace una serie de recomendaciones:

- que tengan "cuidado con la levadura de los fariseos, o sea, con su hipocresía"; la levadura hace fermentar a toda la masa; puede ser buena, como en el pan y en la repostería, y entonces todo queda beneficiado; pero si es mala, todo queda corrompido;

- que la verdad siempre acabará por saberse: "lo que digáis al oído en el sótano, se pregonará desde la azotea"; al menos, Dios siempre la conoce;

- que no tengan miedo de dar testimonio de Cristo ante el mundo: lo peor que les puede pasar no es la muerte corporal, hasta el martirio, porque en ese caso el premio de Dios será grande, sino la muerte espiritual, el que alguien nos incite a la apostasía, porque entonces sí que la ruina es definitiva;

- el motivo de tener confianza y no dejarse dominar por el miedo es que Dios se preocupa de cada uno de nosotros, mucho más que de los pajarillos y hasta de los cabellos de nuestra cabeza: "ni de uno solo se olvida Dios".

b) Tenemos que ir madurando en nuestra fe y creciendo en nuestra imitación de Cristo.

A medida que vamos leyendo, día tras día, la Palabra de Dios, nos damos cuenta de lo mucho que hay que transformar todavía en nuestra vida.

Podría ser que en nuestro caso también pudiera existir esa "levadura de la hipocresía", que inficiona todo lo que decimos y hacemos. Para otros, el fermento maligno puede ser la vanidad o la sensualidad o el materialismo o el odio. Estas actitudes interiores pueden estropear nuestra relación con los demas, nuestra paz interior y nuestra oración. Lo que tenemos que atacar es la raíz de todo, la levadura interior. Si en nuestro ordenador hay un virus, ya podemos hacer lo posible por extirparlo, porque de lo contrario destruirá todos nuestros archivos.

Por el contrario, nosotros mismos deberíamos ser buen fermento e ir contagiando a otros la mentalidad cristiana, la esperanza y la paz, la amabilidad, el humor. Todos somos levadura: buena o mala. Nuestra vida no deja indiferentes a los que nos rodean. Influye en bien o en mal. En vez de dejarnos inficionar por la levadura sensual y materialista de este mundo, los cristianos debemos mantener nuestra identidad con valentía y además influir en los demás. En vez de acomodarnos a lo que piensa la mayoría, si es que no va de acuerdo con el evangelio de Jesús, debemos ser minoría decidida y eficaz, que da testimonio profético de los valores en que creemos.

¿Que habrá dificultades? Jesús ya nos lo avisa, y nos da también la motivación para no perder los ánimos: Dios no se olvida de nosotros. Como cuida de las aves y las flores, y "tiene contados los cabellos de nuestra cabeza", ¿cómo va a dejar que queden sin recompensa nuestros esfuerzos por vivir en cristiano y por ayudar a los demás? Jesús nos muestra su propia cercanía y nos asegura la ayuda de Dios: "a vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo... pues ni de uno solo se olvida Dios".

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997