¡Amor y paz!
La invectiva contra los
fariseos continúa desenmascarando su actitud a base de la contraposición entre
lo de mayor y de menor valor, entre lo interior y lo exterior, de los que
tratan los dos ayes contenidos en la presente lectura.
De nuevo aparece el grito
del amor impotente ante la práctica de la dirigencia farisea que en ambos casos
vuelve a ser calificada de “hipócrita” (vv.23 y 25) y de ciega (vv.24 y 26).
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la XXI Semana
del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 23,23-26.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo esencial de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello! ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno! ¡Fariseo ciego! Limpia primero la copa por dentro, y así también quedará limpia por fuera.
Comentario
En
el primero de estos ayes (vv.23-24) nos encontramos ante una forma de
comportamiento frente a la Ley divina. La multiplicidad de obligaciones de ésta
pone muchas veces en conflicto los artículos singulares que se prescriben. De
allí la necesidad de determinar lo de mayor o menor importancia en el designio
divino.
Las exigencias de mantenimiento del esplendor del culto divino había puesto en primer plano el deber del pago del diezmo en la conciencia de la dirigencia israelita. Complicadas legislaciones sobre este punto tendían a determinar sus exigencias hasta el detalle. Por ello, aquí el fariseísmo es criticado porque ha colocado en el ápice de la jerarquización de los preceptos algo de importancia secundaria como es “el diezmo de la hierbabuena, del anís y del comino” (v.22).
En ellos esta preocupación secundaria va acompañada de un descuido de lo más importante de la Ley: “la justicia, el buen corazón y la lealtad”. Lo mismo que en la conciencia de los profetas de Israel, estas tres cualidades constituyen el centro del mandato divino respecto a toda acción humana. Es necesario colocarlas en el lugar que le corresponde. De lo contrario se manifiesta el absurdo de una preocupación por lo pequeño, “el mosquito”, y una despreocupación por lo mayor: “el camello”.
Pero, conforme a su discreción, que busca evitar las exacerbaciones que se pueden producir con la sinagoga, el Jesús de Mateo señala, junto a las cosas esenciales, las cosas secundarias: “¡había que practicar! y aquello...no dejarlo”.
El siguiente ay se fundamenta en el cuidado de la limpieza, típicas del fariseísmo y de otros grupos judíos de la época. Múltiples abluciones de la persona y de los objetos utilizados para comer estaban prescriptos para los israelitas fieles. Pero esta preocupación por la purificación era frecuentemente acompañada por un descuido de las exigencias respecto al prójimo. Limpiar la copa y el plato prevalece sobre el evitar el robo y el desenfreno.
Como en el caso anterior, Jesús hace un llamado a la recuperación de lo fundamental como única forma de hacer aceptable la práctica de lo secundario.
La máscara con que actúan los fariseos, la hipocresía desvirtúa la relación religiosa. Esta práctica cierra a la comprensión auténtica de esa realidad. Enceguecidos por ella, su conducción se revela ineficaz ya que su ceguera les impide el acceso a Dios para sí mismos y para los integrantes del pueblo que los siguen.
Se trata, por tanto, de un urgente llamado a la dirigencia religiosa para recuperar la autenticidad de vida, pero también a través de él, de una advertencia a la comunidad de discípulos presentes (cf. Mt 23,1) de no contagiarse del error fariseo.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)