martes, 8 de febrero de 2011

«Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mi»

¡Amor y paz!

En nuestro medio es común aún hoy ver cómo las habitaciones de algunas casas, incluso algunos lugares de trabajo o los vehículos de servicio público parecen verdaderos santuarios atiborrados de imágenes. Según el parecer de los ‘hermanos separados’, se trata de casos de típica idolatría, mientras que para otros son manifestaciones de la más espontánea devoción popular. Lo cierto es que hay múltiples iconos del santoral católico que, acompañados de novenas y jaculatorias, hacen las veces de protectores de quien los porta o invoca.

La religiosidad popular es respetable, pero en tanto y en cuanto no nos haga pasar por alto lo verdaderamente importante en la vida del cristiano: el cumplimiento de la voluntad de Dios, el mandamiento central del amor a Él y a los hermanos.

Que no nos diga, entonces, el Señor como hoy en el Evangelio recordando a Isaías: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres”.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la V Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 7,1-13. 

Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar. Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce. Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?". El les respondió: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres". Y les decía: "Por mantenerse fieles a su tradición, ustedes descartan tranquilamente el mandamiento de Dios. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y además: El que maldice a su padre y a su madre será condenado a muerte. En cambio, ustedes afirman: 'Si alguien dice a su padre o a su madre: Declaro corbán -es decir, ofrenda sagrada- todo aquello con lo que podría ayudarte...' En ese caso, le permiten no hacer más nada por su padre o por su madre. Así anulan la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido. ¡Y como estas, hacen muchas otras cosas!".

Comentario

El diagnóstico de Israel que hace Jesús, utilizando un texto de Isaías, es certero: este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.

El corazón es para los hebreos la sede de los pensamientos. Fariseos y letrados, que debían tener su mente centrada en Dios, parecen estar más interesados en aumentar los bienes y las arcas del templo. Más que amigos de Dios, lo son del dinero, como dice el evangelista Lucas (Lc 16,14). Los mandamientos de Dios les traen al pairo, sin cuidado. Han llegado a un grado de refinada perversión.

Dios manda sustentar a los padres en la ancianidad -esto quiere decir “honrar padre y madre”-; ellos, sin embargo, eximen de esta responsabilidad a los hijos que den sus bienes para el templo.

Piensan que es mejor acrecentar el patrimonio del templo que ejercer la misericordia y el amor hacia los padres ancianos. Presentan de este modo una imagen de un Dios egoísta, que se desentiende de la debilidad y del dolor humano. Si la piedad se expresa en el amor al prójimo como a uno mismo, ellos pretenden honrar a Dios desentendiéndose hasta de los padres, a quienes deben la vida.

Es sólo un botón de muestra de una falsa religión, cuyo culto es inútil y cuya doctrina son meros preceptos humanos que pretenden sustituir el mandamiento de Dios por tradiciones tan poco humanas. Una religión así y una enseñanza de este calibre carecen de toda autoridad y quedan descalificadas por sí mismas.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)