¡Amor y paz!
Empiezan las discusiones
con los fariseos: ¿por qué no ayunan los seguidores de Jesús, como hacen todos
los buenos judíos, los fariseos y los discípulos del Bautista? Acusan a los
discípulos de que "comen y beben", lo mismo que achacarán a Jesús (Lc
7,33s).
El tema no es tanto si
ayunar o no, o si el ayuno entra en el programa ascético de Jesús.
Él mismo había ayunado
cuarenta días en el desierto y la comunidad cristiana, desde muy pronto, dedicó
dos días a la semana (miércoles y viernes) al ayuno.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la XXII Semana
del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…,
Evangelio según San Lucas 5,33-39.
Luego le dijeron: "Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y hacen oración, lo mismo que los discípulos de los fariseos; en cambio, los tuyos comen y beben". Jesús les contestó: "¿Ustedes pretenden hacer ayunar a los amigos del esposo mientras él está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado; entonces tendrán que ayunar". Les hizo además esta comparación: "Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo para remendar uno viejo, porque se romperá el nuevo, y el pedazo sacado a este no quedará bien en el vestido viejo. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres; entonces el vino se derramará y los odres ya no servirán más. ¡A vino nuevo, odres nuevos! Nadie, después de haber gustado el vino viejo, quiere vino nuevo, porque dice: El añejo es mejor".
Comentario
Jesús no elimina el ayuno,
muy arraigado en la espiritualidad de su pueblo.
El interrogante es si ha
llegado o no el Mesías. El ayuno previo a Jesús tenía un sentido de preparación
mesiánica, con un cierto tono de tristeza y duelo.
Seguir haciendo ayuno es no
reconocer que ha llegado el Mesías. Ha llegado el Novio. Sus amigos están de
fiesta. La alegría mesiánica supera al ayuno. Luego, cuando de nuevo les
"sea quitado" el Novio, porque no les será visible desde el día de la
Ascensión, volverán a hacer ayuno, aunque no con tono de espera ni de tristeza.
Sobre todo, Jesús subraya
el carácter de radical novedad que supone el acogerle como enviado de Dios. Lo
hace con la doble comparación de la "pieza de un manto nuevo en un manto
viejo" y del "vino nuevo en odres viejos".
Aceptar a Jesús en
nuestras vidas comporta cambios importantes. No se trata sólo de
"saber" unas cuantas verdades respecto a él, sino de cambiar nuestro
estilo de vida.
Significa vivir con
alegría interior. Jesús se compara a sí mismo con el Novio y a nosotros con los
"amigos del Novio". Estamos de fiesta. ¿Se nos nota? ¿O vivimos
tristes, como si no hubiera venido todavía el Salvador?
Significa también novedad
radical. La fe en Cristo no nos pide que hagamos algunos pequeños cambios de
fachada, que remendemos un poco el traje viejo, o que aprovechemos los odres
viejos en que guardábamos el vino anterior. La fe en Cristo pide traje nuevo y
odres nuevos. Jesús rompe moldes. Lo que Pablo llama "revestirse de Cristo
Jesús" no consiste en unos parches y unos cambios superficiales.
Los apóstoles, por
ejemplo, tenían una formación religiosa propia del Antiguo Testamernto: les
costó ir madurando en la nueva mentalidad de Jesús.
Nosotros estamos rodeados
de una ideología y una sensibilidad neopagana. También tenemos que ir madurando:
el vino nuevo de Jesús nos obliga a cambiar los odres. El vino nuevo implica
actitudes nuevas, maneras de pensar propias de Cristo, que no coinciden con las
de este mundo. Son cambios de mentalidad, profundos. No de meros retoques
externos. En muchos aspectos son incompatibles el traje de este mundo y el de
Cristo. Por eso cada día venimos a escuchar, en la misa, la doctrina nueva de
Jesús y a recibir su vino nuevo.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 27-31
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 27-31