viernes, 31 de octubre de 2014

Jesús no es un mago

¡Amor y paz!

Otra curación en sábado. El lunes pasado leíamos una que hizo Jesús con la mujer encorvada. Hoy es con un hombre aquejado del mal de la hidropesía, la acumulación de líquido en su cuerpo.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la trigésima semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga..

Evangelio según San Lucas 14,1-6.
Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Delante de él había un hombre enfermo de hidropesía. Jesús preguntó a los doctores de la Ley y a los fariseos: "¿Está permitido curar en sábado o no?". Pero ellos guardaron silencio. Entonces Jesús tomó de la mano al enfermo, lo curó y lo despidió. Y volviéndose hacia ellos, les dijo: "Si a alguno de ustedes se le cae en un pozo su hijo o su buey, ¿acaso no lo saca en seguida, aunque sea sábado?". A esto no pudieron responder nada. 
Comentario

Anda por ahí un libro que ofrece un Curso de Milagros. El tema es ya un tópico en las librerías. Tenía que llegar, después de tantas terapias y millones de formas de autoayuda, tenía que venir este que pone el poder en nuestras manos.

Lo gracioso es que esa literatura tiene toda un mismo patrón: relájese, mente en blanco, concentre su energía... Y digo que eso es gracioso porque muy poco o nada tiene que ver con los milagros que hace Jesús. ¿Has visto a Jesús poniendo la mente en blanco en alguna parte de los evangelios? ¿Has visto cómo se reconcentra antes de sanar a alguien? ¡Pamplinas! Lo que vemos es a un profeta que, aun en medio de una desagradable discusión, muestra de dónde viene el poder que realmente sana y salva.

Jesús, entonces, no es un milagrero. Su poder no es la canalización de una energía cósmica o psíquica, que pueda ser enseñado como quien aprende a resolver ecuaciones de segundo grado, o a plantar un bonsái. Cristo es la manifestación sublime del amor del Padre, no la exhibición de nuestras destrezas mentales.

http://fraynelson.com/homilias.html.

jueves, 30 de octubre de 2014

Jesús cumplió su misión con amor fiel a Dios y al hombre

¡Amor y paz!

Jesús tiene una conciencia clara de la Misión que el Padre Dios le ha confiado: salvar a la humanidad y llevarla de retorno a la casa paterna, no en calidad de siervos, sino de hijos en el Hijo. Y nadie le impedirá cumplir con la voluntad de su Padre.

Dios, efectivamente, quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Él, a pesar de nuestras rebeldías, no sólo nos llama a la conversión, sino que nos da muchos signos de su ternura para con nosotros; jamás se comporta como juez, sino siempre como un Padre-Madre amoroso, cercano a nosotros y amándonos hasta el extremo.

Ojalá y algún día no sea demasiado tarde cuando, terminada nuestro peregrinar por este mundo, tengamos que juzgar nuestra vida confrontándola con el amor que el Señor nos ha tenido y salgamos reprobados; y nuestra casa, nuestra herencia, la que nos corresponde en la eternidad, quede desierta por no poder tomar posesión de ella a causa de nuestra rebeldía al amor de Dios.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 30ª semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 13,31-35.
En ese momento se acercaron algunos fariseos que le dijeron: "Aléjate de aquí, porque Herodes quiere matarte".  Él les respondió: "Vayan a decir a ese zorro: hoy y mañana expulso a los demonios y realizo curaciones, y al tercer día habré terminado.  Pero debo seguir mi camino hoy, mañana y pasado, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén.  ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste! Por eso, a ustedes la casa les quedará vacía. Les aseguro que ya no me verán más, hasta que llegue el día en que digan: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!". 
Comentario

Miremos cuánto amor nos ha tenido el Señor. Él, con sinceridad, ha dicho: todo está cumplido. La Misión que el Padre Dios le confió fue cumplida con un amor fiel a Dios y al hombre. Este Memorial de su Pascua que estamos celebrando nos lo recuerda. Pero nos lo recuerda no sólo para que lo admiremos, sino para que sepamos cuál es el camino que hemos de seguir quienes creemos en Él.

Hacernos uno con el Señor en una Alianza nueva y eterna que nos lleva a entregar nuestra vida, a derramar nuestra sangre no por actitudes enfermizas ni masoquistas, sino porque, al amar a nuestro prójimo y al verlo hundido en el pecado y en una diversidad de signos de muerte, vamos en su búsqueda para ayudarle, con mucho amor, a volver a la casa paterna; con amor, con el mismo y en la misma forma en que nosotros hemos sido amados por Dios. Si lo hacemos así entonces estaremos en una verdadera comunión de Vida con el Señor.

A todos los que participamos de la Vida Divina, por la fe y el bautismo, se nos ha confiado la proclamación de la Buena Nueva de Salvación. Y en el cumplimiento fiel de esa Misión no podemos darnos descanso. No ha de importarnos la tribulación, ni la angustia, ni la persecución, ni el hambre, ni la desnudez, ni el peligro, ni la espada que tengamos que padecer por Cristo. El Señor está siempre a nuestro lado para que su Victoria sea nuestra Victoria, de tal forma que el amor de Dios siempre esté en nosotros.

Homiliacatólica.com 

miércoles, 29 de octubre de 2014

"Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?"

¡Amor y paz!

¿Son pocos los que se salvan? Para poder entrar hay que seguir el camino hacia Jerusalén tras las huellas de Jesús. E ir hacia Jerusalén no es ir hacia la muerte, sino hacia la glorificación, que ciertamente pasará por la muerte, por la renuncia, por la entrega a favor del prójimo.

Pero no podremos caminar mientras estemos cargados de egoísmos y de maldades, mientras pensemos agradar a Dios sólo por sentarnos a su Mesa Eucarística, pero sin la decisión firme de iniciar un nuevo camino guiados por el Espíritu de Dios. No basta con escuchar la Palabra de Dios; hay que hacerla nuestra viviéndola para que nos santifique.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la 30ª. Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 13,22-30. 
Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén. Una persona le preguntó: "Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?". El respondió: "Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: 'Señor, ábrenos'. Y él les responderá: 'No sé de dónde son ustedes'. Entonces comenzarán a decir: 'Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas'. Pero él les dirá: 'No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!'. Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera. Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios. Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos". 

Comentario

Muchos fueron llamados antes que nosotros y fueron, incluso, los depositarios de las promesas divinas; sin embargo, cuando llegó la plenitud de los tiempos y Dios envió a su propio Hijo como el Mesías anunciado y esperado, lo rechazaron. Nosotros, que íbamos por los cruces de los caminos, fuimos invitados a participar de la salvación que, en Cristo, Dios ofrece al mundo; y hemos depositado nuestra fe en Él para tener la puerta abierta que nos lleva a unirnos con Dios. Pero ¿Vivimos nuestro compromiso de fe con sinceridad? o ¿Sólo nos conformamos con rezar, con dar culto al Señor mientras continuamos encadenados al pecado y a la manifestación de signos de muerte? El Señor quiere que no sólo le demos culto, que no sólo escuchemos su Palabra, sino que seamos obradores de bondad; que como Él pasemos haciendo el bien a todos.

A pesar de que el Señor conoce nuestra fragilidad, Él nos reúne como a su Pueblo santo para celebrar el Memorial del Misterio de su amor. En el Banquete Eucarístico, el Señor nos comunica su Vida y su Espíritu con mayor amplitud, pues Él, antes que nada, nos quiere santos, como Él es Santo. Por eso su Palabra no sólo debe ser escuchada, sino meditada profundamente de tal forma que se haga vida en nosotros. Su Eucaristía no sólo debe ser recibida sino que nos ha de fortalecer de tal forma que día a día seamos transformados, revestidos de Cristo. Este es el primer paso que hemos de dar: dejar que Dios haga su obra de salvación en nosotros.

Pero no podemos quedarnos en una santificación vivida de un modo personalista. El Señor nos quiere apóstoles suyos, portadores no sólo de su Evangelio con nuestras palabras, sino portadores de su salvación desde una vida que se hace entrega en favor de los demás. La presencia del Espíritu Santo en nosotros no sólo nos hace llamar Padre a Dios; no sólo intercede por nosotros pidiendo lo que más nos conviene para nuestra salvación; también nos fortalece para que hagamos el bien, para que abramos los ojos ante las necesidades de nuestro prójimo y nos esforcemos en darles una solución adecuada. Pero no podemos centrarnos únicamente en lograr la paz, la convivencia fraterna, la preocupación de unos por otros. Debemos ser portadores de Cristo, de tal forma que no sólo llenemos las manos de los pobres y necesitados con bienes materiales, sino que llenemos el corazón de todos con el Amor y el Espíritu que proceden de Dios. Entonces realmente estaremos no sólo viviendo en una solidaridad de hermanos, sino viviendo como hijos de Dios por estar unidos al Hijo único de Dios.

homiliacatolica.com

martes, 28 de octubre de 2014

Oremos siempre, sobre todo antes de las grandes decisiones

¡Amor y paz!

La liturgia nos trae hoy la memoria de los apóstoles Simón y Judas (ver sus vidas). En la lista de los apóstoles elegidos por Cristo, no había grandes teólogos, ni expertos en lenguas, ni sabios según el criterio humano. Era una lista de gente más bien limitada, que debe ir aprendiendo poco a poco lo que supone ser seguidor de Jesús de Nazaret. Y, sobre todo, es una lista orada, meditada en el silencio. Cada vez que Jesús debía tomar una decisión importante, se retiraba a orar.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes en que celebramos la fiesta de los santos apóstoles Simón y Judas.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 6,12-19. 
Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles: Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Simón, llamado el Zelote,  Judas, hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor. Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, para escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades. Los que estaban atormentados por espíritus impuros quedaban curados; y toda la gente quería tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.
 Comentario

Primera lección de hoy. ¿Qué peso tiene en nuestras decisiones –personales, familiares, comunitarias- la oración? ¿Le dejas a Él aconsejarte? ¿O nos fiamos más del horóscopo, de los programas de televisión, o de lo que hacen todos?

Segunda lección de hoy. Sean muchos o pocos los que se salven –de Dios depende- tenemos todos la obligación de aportar nuestro grano de arena en la tarea de la evangelización. Desde nuestro lugar, de hijo, de padre, de esposo, de esposa, de empresario, de estudiante, de monja, de cura... Todos tenemos un entorno en el que nos movemos. Todos podemos ser evangelizadores.

Es algo que recibimos con el Bautismo, la tarea de seguir propagando la fe. Jesús ya te ha elegido. Ha añadido tu nombre a esa lista de apóstoles. ¿Qué le vas a decir? 

Alejandro, C.M.F.

Claretianos 2004

lunes, 27 de octubre de 2014

No hay días vedados para ejercer la misericordia

¡Amor y paz!

En su camino hacia Jerusalén, Jesús realiza otro gesto de "curación en sábado", sanando milagrosamente a una mujer encorvada que no se podía enderezar.

Parece como si Jesús provocara escenas como la presente, que realiza en sábado: quiere mostrar que la fuerza curativa de Dios ya está presente y actúa eficazmente en el mundo.

Llama "hipócritas" a los que se escandalizan de que él haya hecho este gesto en sábado, cuando ellos sí se permitían ayudar a un animal propio llevándolo a abrevar, aunque fuera en sábado. ¡Cuánto más no se podrá ayudar a esta pobre mujer, "que es hija de Abrahán" y que desde hace diez y ocho años "Satanás tiene atada"!

Los invito, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este XXX lunes del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 13,10-17. 
Un sábado, Jesús enseñaba en una sinagoga. Había allí una mujer poseída de un espíritu, que la tenía enferma desde hacía dieciocho años. Estaba completamente encorvada y no podía enderezarse de ninguna manera. Jesús, al verla, la llamó y le dijo: "Mujer, estás curada de tu enfermedad", y le impuso las manos. Ella se enderezó en seguida y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la multitud: "Los días de trabajo son seis; vengan durante esos días para hacerse curar, y no el sábado". El Señor le respondió: "¡Hipócritas! Cualquiera de ustedes, aunque sea sábado, ¿no desata del pesebre a su buey o a su asno para llevarlo a beber? Y esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo aprisionada durante dieciocho años, ¿no podía ser librada de sus cadenas el día sábado?". Al oír estas palabras, todos sus adversarios se llenaron de confusión, pero la multitud se alegraba de las maravillas que él hacía. 

Comentario

Jesús se dedica a curar, a salvar, a transmitir vida. El sábado -para nosotros, con mayor razón, el domingo- es el día semanal que recuerda a los creyentes la victoria de Dios contra todo mal y toda esclavitud.

Nos enseña que la caridad con las personas es superior a muchas otras cosas: sobre todo a unas leyes exageradas que nos hemos inventado nosotros mismos, y que invocamos oportunamente cuando no queremos gastar nuestro tiempo en beneficio de los demás. Con los muchos "trabajos" que no se podían hacer en sábado, las escuelas más rigoristas de la época lo habían convertido, no en un día de liberación y alegría, sino de preocupación escrupulosa. Se puede ser esclavo también de una ley mal entendida. Jesús se opone a este legalismo exagerado.

Pensemos si también nosotros necesitamos que nos recuerden que "no es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre", si en vez de predicar y practicar una religión de hijos la hemos convertido en un ritualismo de esclavos.

En el día de domingo, además de participar en la celebración eucarística, que ciertamente es el punto culminante de la jornada, ¿ayudamos a enderezarse a las personas que están agobiadas por diversos males?

Podríamos proponernos hacer cada domingo algún acto de caridad, tener un detalle para con algún enfermo o anciano, hacer una llamada telefónica amable, escribir una carta, visitar a algún pariente que tenemos abandonado, "desatar" a alguien al que tal vez nosotros mismos hemos "atado" con nuestros juicios o nuestro trato despectivo.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 216-219

domingo, 26 de octubre de 2014

Mientes si dices que amas a Dios, pero no amas a tus hermanos

¡Amor y paz!

Nos hallamos en un contexto de controversia. Los diversos adversarios proponen cuestiones a Jesús para comprometerle. Ahora es el turno de un experto en la Ley del grupo de los fariseos.

La cuestión que propone a Jesús es típica entre los expertos en la Ley. Se había llegado a establecer una lista de 248 mandamientos y 365 prohibiciones. Ante este cúmulo, muchos expertos hacían afirmaciones que se acercaban a la de Jesús.

La pregunta por el mandamiento "principal" de la Ley supone que Jesús debe responder sobre los mandamientos escritos en los libros atribuidos a Moisés. La respuesta de Jesús pone en un mismo plano dos mandamientos, los dos tenidos por principales, de modo que hace de ellos uno solo: amar a Dios y amar al prójimo (J.M. Grane).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este XXX Domingo del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 22,34-40. 
Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con Él, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?". Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas". 
Comentario

En la manija interior de la puerta de mi cuarto, hay una tirita de papel, colgada de un trozo de lana roja, que tiene escritas dos frases. Por un lado dice “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. Y por el otro dice: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Ya está un poco deteriorada, pero me ha acompañado por los lugares donde he vivido en los últimos años.

Recordando la sugerencia del libro del Deuteronomio que decía: “Lleva estos mandamientos atados en tu mano y en tu frente como señales, y escríbelos también en los postes y en las puertas de tu casa” (Dt. 6, 8-9), le propuse, hace algunos años, a los niños y niñas de Mejorada del Campo, una pequeña población a las afueras de Madrid, España, que ataran estos lazos de lana con la tirita de papel en sus muñecas y que luego la colocaran en las puertas de sus cuartos. Los niños salieron felices de la misa con sus pulseras de lana y, estoy seguro que compartieron con sus familias lo que habían descubierto en la Eucaristía ese día.

El sentido del compartir dominical con estos niños y niñas, que asisten todavía hoy a la Eucaristía dominical, era que se trataba de dos leyes inseparables. Como la cara y el sello de una moneda. Es imposible separarlas. Si llevas una, tienes que llevar la otra; pues, “si alguno dice: «Yo amo a Dios», y al mismo tiempo odia a su hermano, es un mentiroso. Pues si uno no ama a su hermano, a quien ve, tampoco puede amar a Dios a quien no ve” (1 Jn. 4, 20).

Cuando los fariseos le preguntan a Jesús, “para tenderle una trampa”, “¿cuál es el mandamiento más importante de la ley?”, no se imaginaban que Jesús les iba a dar un compendio de “toda la ley y de las enseñanzas de los profetas”. Para Jesús estos dos mandamientos son muy “parecidos”... No son dos, sino uno mismo.

Siempre que cierro la puerta de mi cuarto, por las noches, antes de descansar, reviso el día que ha pasado y me detengo en estos dos mandamientos, inseparables, que nos recuerda Jesús en el Evangelio de este domingo. Revisarnos sobre el amor a Dios y al prójimo supone dos dinámicas simultáneas que no podemos nunca dividir, tal como lo expresa Benjamín González Buelta, S.J. en uno de sus poemas:

“Soy la misma relación en todo encuentro.
Si en verdad soy contigo fuego,
con sólo abrir los ojos y dar un paso
no seré con el hermano hielo”.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá 

sábado, 25 de octubre de 2014

Las desgracias físicas no son una venganza divina

¡Amor y paz!

Jesús, hoy me aclaras un punto importante, que algunos no entienden: si Dios existe -piensan- ¿por qué permite los terremotos, las guerras, los accidentes y el sufrimiento en general? Los judíos de aquel tiempo pensaban que esas calamidades eran fruto del castigo divino, por los pecados que esas personas habían cometido. Muchos hoy en día piensan que esos desastres son una prueba de que Dios no existe. Ni unos ni otros entienden el valor cristiano del sufrimiento.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la 29ª. semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 13,1-9. 
En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. Él les respondió: "¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más  culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera". Les dijo también esta parábola: "Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: 'Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?'. Pero él respondió: 'Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás'".
Comentario

Jesús, explicas a los que te rodean que las desgracias físicas no son una venganza divina. El que sufre un accidente o contrae una enfermedad penosa no deja de ser un hijo querido de Dios. Dios no provoca la desgracia, que es consecuencia de causas naturales; y si la permite es porque sabe que puede producir otros bienes mayores, especialmente de tipo espiritual.

La enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la desesperación y a la rebelión contra Dios. Puede también hacer a la persona más madura, ayudarla a discernir en su vida lo que no es esencial para volverse hacia lo que lo es. Con mucha frecuencia, la enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, un retorno a Él [125].

Jesús, me quieres recordar que, al final, lo que verdaderamente importa es la vida eterna. Y me adviertes que he de hacer penitencia en esta vida, si quiero ganar el cielo. Por eso tiene sentido el sufrimiento y la misma muerte: porque es una oportunidad que me das para hacer penitencia. Si no hacéis penitencia, todos pereceréis igualmente. El sufrimiento terreno, ofrecido a Ti, tiene valor redentor porque me une a tu sufrimiento en la cruz.

¿Qué perfección cristiana pretendes alcanzar si haces siempre tu capricho, «lo que te gusta» ...? Todos tus defectos, no combatidos, darán un lógico fruto constante de malas obras. Y tu voluntad -que no estará templada en una lucha perseverante- no te servirá de nada, cuando llegue una ocasión difícil [126].

Jesús, me has recordado de muchas maneras que debo dar fruto, haciendo rendir los talentos que me has dado. Muchas veces no me doy cuenta de cuánto he recibido, y por eso tampoco me siento urgido a corresponder. Por eso, con cierta frecuencia es bueno mirarte clavado en la cruz y decirte: Tú has muerto por mí; ¿qué hago yo por Ti?

Jesús, yo quiero corresponder a tu Amor con mi amor, con mis obras buenas, con mi santidad. Pero, a veces, no sé dar buen fruto; más bien doy malos frutos.

Y es que me falta voluntad, fortaleza para luchar contra mis defectos. Me dejo dominar por el capricho, por lo que me gusta, en lugar de buscar qué es lo que Tú quieres de mí en cada momento.

Jesús, Tú eres el viñador de la parábola. Me ves luchar por hacer el bien y le dices a Dios Padre: dale un poco más de tiempo. Mientras, yo le ayudaré a mejorar cavando a su alrededor, dándole más gracias. Y para que pueda dar mejor fruto, me das a tu Madre, la Virgen. Que me apoye en ella cuando me cueste mi vida cristiana. María me allanará las dificultades y daré el fruto que esperas de mí.

[125] Catecismo, 1501.
[126] Surco, 776.
Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo VI, EUNSA

viernes, 24 de octubre de 2014

Aprendamos a descubrir la presencia del Señor en nuestra vida

¡Amor y paz!

Desde siempre los hombres se han interesado por el tiempo y por el clima, especialmente los agricultores y los marinos, para tener un pronóstico en razón de sus tareas. En el Evangelio de la Misa (Lucas 12, 54-59), Jesús advierte a los hombres que saben prever el clima, pero no saben discernir las señales abundantes y claras que Dios envía para que conozcan que ha llegado el Mesías.

El Señor sigue pasando cerca de nuestra vida, con suficientes referencias, y cabe el peligro de que en alguna ocasión no lo reconozcamos. Se hace presente en la enfermedad o en la tribulación, en las personas con las que trabajamos o en las que forman nuestra familia, en las buenas noticias esperando que le demos las gracias.

Nuestra vida sería bien distinta si fuéramos más conscientes de la presencia divina y desaparecería la rutina, el malhumor, las penas y las tristezas porque viviríamos más confiados de la Providencia divina.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la 29ª semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 12,54-59. 
Jesús dijo a la multitud: "Cuando ven que una nube se levanta en occidente, ustedes dicen en seguida que va a llover, y así sucede. Y cuando sopla viento del sur, dicen que hará calor, y así sucede. ¡Hipócritas! Ustedes saben discernir el aspecto de la tierra y del cielo; ¿cómo entonces no saben discernir el tiempo presente? ¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo? Cuando vas con tu adversario a presentarte ante el magistrado, trata de llegar a un acuerdo con él en el camino, no sea que el adversario te lleve ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y este te ponga en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo." 
Comentario

La fe se hace más penetrante cuanto mejores son las disposiciones de la voluntad. Cuando no se está dispuesto a cortar con una mala situación, cuando no se busca con rectitud de intención sólo la gloria de Dios, la conciencia se puede oscurecer y quedarse sin luz para entender incluso lo que parece evidente. Si la voluntad no se orienta a Dios, la inteligencia encontrará muchas dificultades en el camino de la fe, de la obediencia o de la entrega al Señor (J. PIEPER, La fe, hoy). La limpieza de corazón, la humildad y la rectitud de intención son importantes para ver a Jesús que nos visita con frecuencia. Rectifiquemos muchas veces la intención: ¡para Dios toda la gloria!

Todos vamos por el camino de la vida hacia el juicio. Aprovechemos ahora para olvidar agravios y rencores, por pequeños que sean, mientras queda algo de trayecto por recorrer. Descubramos los signos que nos señalan la presencia de Dios en nuestra vida. Luego, cuando llegue la hora del juicio, será ya demasiado tarde para poner remedio. Este es el tiempo oportuno de rectificar, de merecer, de amar, de reparar, de pagar deudas de gratitud, de perdón, incluso de justicia.

A la vez, hemos de ayudar a otros que nos acompañan en el camino de la vida a interpretar esas huellas que señalan el paso del Señor cerca de su familia, de su trabajo... Hemos de saber descubrir a Jesús, Señor de la historia, presente en el mundo, en medio de los grandes acontecimientos de la humanidad, y en los pequeños sucesos de los días sin relieve. Entonces sabremos darlo a conocer a los demás.

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre.

jueves, 23 de octubre de 2014

Jesús trajo fuego de amor y de nosotros depende que arda

Amor y paz!

Puede resultarnos sorprendente la revelación que Jesús nos hace hoy: él ha venido al mundo con ansia de prender fuego en nuestros corazones: pero el fuego del amor. Eso le va a costar muchas horas de angustia, y hasta la muerte en cruz.

Tratar de encender el fuego de la verdad, justicia y amor, le va a costar incluso -sin pretenderlo. la división entre los hombres, entre los redimidos, entre los hijos de Dios. Porque unos aceptarán que el camino de fidelidad en el amor, la justicia y la paz, resulte costoso, esforzado, y otros lo querrán más cómodo y placentero con malgasto de energías y adoración de tesoros mundanales.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jue ves e la 29ª semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 12,49-53. 
Jesús dijo a sus discípulos: "Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente! ¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra".  

Comentario

De tres cosas nos habla Jesús en el Evangelio hoy , y las tres debemos meditarlas, pues nos interesa situarnos en postura de equilibrio personal.

  • Jesús, Hijo de Dios, vino al mundo porque nos amaba.
  • Vino al mundo con ansia de transformarlo, de prender fuego en nuestros corazones: el fuego del amor, de la fraternidad, de la caridad, de la justicia.
  • Y eso le iba a costar muchas horas de angustia, y hasta la muerte en cruz. Pero todo lo asumía desde sus entrañas de amor por nosotros. 
Pero hay más: Jesús prevé que esa ansia de transformación del mundo, de cambio en los corazones, de vida nueva, va a originar lastimosamente muchas divisiones entre los hombres, entre los redimidos, entre los hijos de Dios.

Y el motivo será que unos optarán por seguir el camino de la nueva fidelidad en el amor, la justicia y la paz, mientras que otros seguirán malgastando sus energías y adorando los tesoros del mundo.

Dominicos 2003-4