domingo, 23 de junio de 2019

"Hagan esto en memoria mía"

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este Domingo en que celebramos la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.

Dios nos bendice...

1 Corintios 11:23-26
Hermanos: Yo recibí del Señor lo que les transmití: que el Señor, la noche que era entregado, tomó pan, dando gracias lo partió y dijo: "Esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía." Lo mismo, después de cenar, tomó la copa y dijo: "Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre. Hagan esto cada vez que la beban en memoria mía." En efecto, siempre que comen este pan y beben esta copa, anuncian la muerte del Señor hasta que vuelva.

Palabra de Dios

Evangelio según San Lucas 9, 11b-17

En aquel tiempo la gente iba en busca de Jesús, Él los acogió y comenzó a hablarles del reino de los cielos y a curar a los que lo necesitaban. Ya empezaba a caer la tarde cuando los Doce se le acercaron y le dijeron: “Despide a la multitud para que vayan a los pueblos y a los campos de los alrededores a pasar la noche y a buscar alimento, porque aquí estamos en un lugar despoblado”. Él les dijo: “Denles ustedes de comer”. Y ellos contestaron: pero no tenemos más que cinco panes y dos pescados; a no ser que fuéramos a comprar comida para todo ese gentío”. Porque había como cinco mil hombres. Entonces les dijo Jesús a sus discípulos: “Hagan que se sienten en grupos de unas cincuenta personas”. Así lo hicieron y se sentaron todos. Jesús tomó los panes y los dos pescados, alzó la mirada al cielo, los bendijo, los partió y empezó a dárselos a los discípulos, para que ellos los repartieran a la multitud. Y todos comieron y quedaron satisfechos. Después recogieron lo que sobró: doce canastos llenos.

Palabra del Señor

Comentario

La fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, que comenzó a celebrarse en Lieja (Bélgica) en 1246, fue extendida en 1264 a toda la Iglesia por el papa Urbano IV para afirmar la presencia real de Cristo en la Eucaristía, contra quienes decían que el pan y el vino eran sólo un símbolo conmemorativo de la última cena de Jesús con sus discípulos. Reflexionemos, pues, sobre el sentido de nuestra fe en la Eucaristía.

1. La Eucaristía es sacrificio y sacramento

Como sacrificio, la Eucaristía es una celebración comunitaria que no sólo recuerda, sino que actualiza el misterio pascual de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. El libro del Génesis (14,18-20) relata el encuentro entre el patriarca Abraham y el rey y sacerdote Melquisedec, nombre que en hebreo significa rey justo, y cuyo reino, Salem (shalom = paz) corresponde a la antigua Jerusalén, que significa lugar de paz. Este personaje que le ofrece a Abraham pan y vino es una prefiguración de Cristo, quien en el pan y el vino que les reparte se ofrece a sí mismo en sacrificio como mediador de una nueva alianza entre Dios y la humanidad, con la intención de instaurar en ella el reino de la justicia y la paz.

Como sacramento, la Eucaristía es por excelencia el signo eficaz de la acción salvadora de Dios mediante su Palabra hecha carne, su Hijo Jesucristo que se nos da como alimento en la comunión. En el relato más antiguo que se conoce de la institución de la Eucaristía (Primera lectura), san Pablo dice que cada vez que comemos del pan y bebemos del vino en memoria de Cristo, anunciamos su muerte redentora.

Ahora bien, anunciar la muerte redentora de Jesús es a su vez proclamar su resurrección, y por lo mismo su presencia en medio de nosotros, para constituirnos por la acción del Espíritu Santo como comunidad en una misma fe, una misma esperanza y un mismo amor, el amor que resulta de reconocernos todos como hermanos, hijos e hijas de un mismo Creador. Esta presencia se realiza especialmente en la Eucaristía.

2. En la Eucaristía se hace realmente presente Jesucristo resucitado

La presencia de Cristo en la Eucaristía es real. Pero esta realidad no es la de un fenómeno material verificable por los sentidos, sino la de un misterio de orden espiritual, sólo captable por la fe. Esa presencia espiritual suya después de su muerte y resurrección, nos invita Jesús a reconocerla en las especies de pan y vino consagradas con el rito y las palabras que Él mismo, en la última cena antes de su pasión, les dijo a sus primeros discípulos que repitieran después en conmemoración suya.

En este sentido, el pan y el vino, en virtud de la consagración así realizada, se convierten para nosotros, gracias a la acción de su Espíritu Santo, en la presencia viva de Jesús. Él es, de esta manera, la Palabra de Dios hecha carne que nos alimenta no sólo con sus enseñanzas, sino con su propia vida entregada y resucitada que está siempre disponible para nosotros en lo que llamamos el Santísimo Sacramento. Tal es el sentido de las hostias consagradas que se guardan en el sagrario para nuestra adoración, y para la comunión de quienes, por enfermedad u otra razón, no pueden participar presencialmente en la celebración eucarística.

3. Celebrar la Eucaristía es expresar que queremos ser una verdadera comunidad

El Evangelio nos trae hoy el relato del milagro de la multiplicación de los panes y peces, realizado por Jesús cerca de la ciudad de Cafarnaúm, a orillas del lago de Galilea. Este relato contiene una referencia muy significativa a lo que debe ser para nosotros el sacramento de la Eucaristía: el signo de que queremos construir y ser una verdadera comunidad, en la que se parte el pan para compartirlo y así alimentarnos todos de la presencia y la vida de Jesús, que es la presencia y la vida misma de Dios, que es Amor.

En efecto, el mensaje central del relato de la multiplicación de los panes y peces consiste en que, donde hay una disposición generosa a compartir lo que se tiene, aunque haya poco alcanza para todos y hasta sobra. En cambio, donde unos no quieren hacer partícipes a otros de lo que tienen, sino que se encierran en su egoísmo individualista, aunque haya muchos recursos sólo los disfrutan unos pocos, mientras las mayorías padecen el hambre y la miseria.

Al celebrar hoy la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, démosle gracias al Señor por su presencia real entre nosotros en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, y dispongámonos, con la ayuda de su gracia, a realizar en nuestra vida cotidiana lo que celebramos en este sacramento, para que, compartiendo con los necesitados los bienes materiales y espirituales, se realice cada vez más entre nosotros la presencia de Dios que es Amor, y seamos una verdadera comunidad. Sólo así daremos un testimonio eficaz de la fe que proclamamos.

El mensaje del Domingo
Gabriel Jaime Pérez Montoya, S.J.