¡Amor y
paz!
Los
invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este Domingo en que
celebramos la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.
Dios nos
bendice...
1 Corintios
11:23-26
Hermanos: Yo recibí del Señor lo que
les transmití: que el Señor, la noche que era entregado, tomó pan, dando
gracias lo partió y dijo: "Esto es
mi cuerpo que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía." Lo
mismo, después de cenar, tomó la copa y dijo: "Esta copa es la nueva
alianza sellada con mi sangre. Hagan esto cada vez que la beban en memoria
mía." En efecto, siempre que comen este pan y beben esta copa, anuncian la
muerte del Señor hasta que vuelva.
Palabra de Dios
Evangelio según San Lucas 9, 11b-17
En aquel tiempo la gente iba en busca de
Jesús, Él los acogió y comenzó a hablarles del reino de los cielos y a curar a
los que lo necesitaban. Ya empezaba a caer la tarde cuando los Doce se le
acercaron y le dijeron: “Despide a la multitud para que vayan a los pueblos y a
los campos de los alrededores a pasar la noche y a buscar alimento, porque aquí
estamos en un lugar despoblado”. Él les dijo: “Denles ustedes de comer”. Y
ellos contestaron: pero no tenemos más que cinco panes y dos pescados; a no ser
que fuéramos a comprar comida para todo ese gentío”. Porque había como cinco
mil hombres. Entonces les dijo Jesús a sus discípulos: “Hagan que se sienten en
grupos de unas cincuenta personas”. Así lo hicieron y se sentaron todos. Jesús
tomó los panes y los dos pescados, alzó la mirada al cielo, los bendijo, los
partió y empezó a dárselos a los discípulos, para que ellos los repartieran a
la multitud. Y todos comieron y quedaron satisfechos. Después recogieron lo que
sobró: doce canastos llenos.
Palabra del Señor
Comentario
La fiesta del Cuerpo
y la Sangre de Cristo, que comenzó a celebrarse en Lieja (Bélgica) en 1246, fue
extendida en 1264 a toda la Iglesia por el papa Urbano IV para afirmar la
presencia real de Cristo en la Eucaristía, contra quienes decían que el pan y el
vino eran sólo un símbolo conmemorativo de la última cena de Jesús con sus
discípulos. Reflexionemos, pues, sobre el sentido de nuestra fe en la
Eucaristía.
1. La Eucaristía es sacrificio y sacramento
Como
sacrificio, la Eucaristía es una celebración comunitaria que no sólo recuerda,
sino que actualiza el misterio pascual de la pasión, muerte y resurrección de
Cristo. El libro del Génesis (14,18-20) relata el encuentro entre el patriarca
Abraham y el rey y sacerdote Melquisedec, nombre que en hebreo significa rey justo, y cuyo reino, Salem (shalom = paz) corresponde a la antigua Jerusalén, que significa lugar de paz. Este
personaje que le ofrece a Abraham pan y vino es una prefiguración de Cristo,
quien en el pan y el vino que les reparte se ofrece a sí mismo en sacrificio
como mediador de una nueva alianza entre Dios y la humanidad, con la intención de
instaurar en ella el reino de la justicia y la paz.
Como
sacramento, la Eucaristía es por excelencia el signo eficaz de la acción
salvadora de Dios mediante su Palabra hecha carne, su Hijo Jesucristo que se
nos da como alimento en la comunión. En el relato más antiguo que se conoce de
la institución de la Eucaristía (Primera lectura), san Pablo dice que cada vez
que comemos del pan y bebemos del vino en memoria de Cristo, anunciamos su
muerte redentora.
Ahora bien, anunciar
la muerte redentora de Jesús es a su vez proclamar su resurrección, y por lo
mismo su presencia en medio de nosotros, para constituirnos por la acción del
Espíritu Santo como comunidad en una misma fe, una misma esperanza y un mismo amor,
el amor que resulta de reconocernos todos como hermanos, hijos e hijas de un
mismo Creador. Esta presencia se realiza especialmente en la Eucaristía.
2. En la Eucaristía se hace realmente presente
Jesucristo resucitado
La presencia de
Cristo en la Eucaristía es real. Pero esta realidad no es la de un fenómeno
material verificable por los sentidos, sino la de un misterio de orden
espiritual, sólo captable por la fe. Esa presencia espiritual suya después de
su muerte y resurrección, nos invita Jesús a reconocerla en las especies de pan
y vino consagradas con el rito y las palabras que Él mismo, en la última cena
antes de su pasión, les dijo a sus primeros discípulos que repitieran después
en conmemoración suya.
En
este sentido, el pan y el vino, en virtud de la consagración así realizada, se
convierten para nosotros, gracias a la acción de su Espíritu Santo, en la
presencia viva de Jesús. Él es, de esta manera, la Palabra de Dios hecha carne
que nos alimenta no sólo con sus enseñanzas, sino con su propia vida entregada
y resucitada que está siempre disponible para nosotros en lo que llamamos el Santísimo Sacramento. Tal es el sentido de las hostias consagradas que se guardan en el
sagrario para nuestra adoración, y para la comunión de quienes, por enfermedad
u otra razón, no pueden participar presencialmente en la celebración
eucarística.
3. Celebrar la Eucaristía es expresar que queremos ser
una verdadera comunidad
El Evangelio nos
trae hoy el relato del milagro de la multiplicación de los panes y peces,
realizado por Jesús cerca de la ciudad de Cafarnaúm, a orillas del lago de
Galilea. Este relato contiene una referencia muy significativa a lo que debe
ser para nosotros el sacramento de la Eucaristía: el signo de que queremos
construir y ser una verdadera comunidad, en la que se parte el pan para
compartirlo y así alimentarnos todos de la presencia y la vida de Jesús, que es
la presencia y la vida misma de Dios, que es Amor.
En efecto, el
mensaje central del relato de la multiplicación de los panes y peces consiste
en que, donde hay una disposición generosa a compartir lo que se tiene, aunque
haya poco alcanza para todos y hasta sobra. En cambio, donde unos no quieren
hacer partícipes a otros de lo que tienen, sino que se encierran en su egoísmo
individualista, aunque haya muchos recursos sólo los disfrutan unos pocos,
mientras las mayorías padecen el hambre y la miseria.
Al celebrar hoy la
fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, démosle gracias al Señor por su
presencia real entre nosotros en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, y
dispongámonos, con la ayuda de su gracia, a realizar en nuestra vida cotidiana
lo que celebramos en este sacramento, para que, compartiendo con los
necesitados los bienes materiales y espirituales, se realice cada vez más entre
nosotros la presencia de Dios que es Amor, y seamos una verdadera comunidad.
Sólo así daremos un testimonio eficaz de la fe que proclamamos.
El mensaje del Domingo
Gabriel Jaime Pérez Montoya, S.J.
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