miércoles, 4 de julio de 2012

Somos libres para acoger o excluir al Señor de nuestra vida

¡Amor y paz!

De nuevo saltamos la lectura continua del evangelio según San Mateo, que ayer debía hablar de la tempestad calmada. Hoy esta vez el milagro de Jesús sucede en territorio pagano. No hay acuerdo entre los evangelistas: Marcos sitúa a los dos endemoniados entre los Gerasenos (Marcos 5, 1). Lucas, entre los Gergesenos (Lucas 8, 26) y Mateo entre los Gadarenos (Mateo 8, 28).

Eso, sin embargo, no es lo importante. En fin de cuentas, los evangelios no son reportajes históricos como sí testimonios de fe. Lo cierto es que a Jesús no le cuesta sacar a los demonios que, a diferencia de los seres humanos, sí reconocen quién es Él. Al final de este episodio, Jesús es sacado de aquel territorio.

Los hombres y mujeres tenemos libre albedrío y es nuestra decisión si acogemos o sacamos al Señor de nuestra vida.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este miércoles de la 13ª. Semana del tiempo ordinario.

Dios los bendiga,…

Evangelio según San Mateo 8,28-34.
Cuando Jesús llegó a la otra orilla, a la región de los gadarenos, fueron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros. Eran tan feroces, que nadie podía pasar por ese camino. Y comenzaron a gritar: "¿Que quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?" A cierta distancia había una gran piara de cerdos paciendo. Los demonios suplicaron a Jesús: "Si vas a expulsarnos, envíanos a esa piara". Él les dijo: "Vayan". Ellos salieron y entraron en los cerdos: estos se precipitaron al mar desde lo alto del acantilado, y se ahogaron. Los cuidadores huyeron y fueron a la ciudad para llevar la noticia de todo lo que había sucedido con los endemoniados. Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, al verlo, le rogaron que se fuera de su territorio. 
Comentario

La escena no puede ser más tétrica. El país de los paganos, ajenos a la salvación de Dios, es el país de la muerte. Los dos primeros habitantes, que Jesús encuentra, viven en un cementerio, lugar de los muertos. No conocen al Dios que se manifiesta en Jesús, que ha cruzado con los suyos a la otra orilla -al mundo pagano- para comunicar vida. Además de vivir en un cementerio, los endemoniados provocan violencia y muerte a su alrededor: "eran tan peligrosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino". Llama la atención que, cuando se encuentran con quien puede salvarlos, creen que se trata de alguien que viene a atormentarlos más: “¿Quién te mete a ti en esto, hijo de Dios?”.

Los demonios sí saben quién es Jesús y, por eso, le piden que los arroje al rebaño de cerdos, animales impuros, que, a su vez, se precipitan en el mar, lugar donde, según las concepciones antiguas, habitaban los demonios. Jesús ha restablecido el orden. Cada uno en su lugar: el endemoniado en su casa, con los suyos, nos dirá Marcos; los cerdos -animales impuros- y los demonios, espíritus inmundos, al mar, la cuna de los demonios.

Pero siempre hay alguien que no está de acuerdo o no entiende. En este caso son los vecinos del pueblo quienes piden a Jesús que deje las cosas como estaban. Ellos prefieren el capital -los cerdos- a Jesús –que devuelve la vida al endemoniado a cambio de precipitar los cerdos al mar. Y le ruegan que se vuelva a la otra orilla. Jesús se va, pero antes ha mostrado la liberación que puede recibir quien se encuentre con él, aunque sea pagano.

Servicio Bíblico Latinoamericano