lunes, 8 de abril de 2013

Un llamado a respetar la vida humana

¡Amor y paz!

La Solemnidad de la Anunciación se celebra nueve meses antes de la Navidad, pero como en esta ocasión la fecha cayó en Semana Santa se trasladó a este lunes. Así que en pleno tiempo Pascual, la Iglesia conmemora el anuncio del ángel a María y la Encarnación del Hijo de Dios. El inicio de la vida humana de la segunda Persona de la Trinidad.

Como María abrió su corazón al anuncio del ángel, abramos hoy nosotros nuestros corazones de un modo especial para que amemos y cuidemos toda vida humana desde su inicio hasta su fin natural.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes en que la iglesia celebra la solemnidad de la Anunciación del  Señor.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 1,26-38. 
Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una joven virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, de la familia de David. La virgen se llamaba María. Llegó el ángel hasta ella y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo. Pero el ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús. Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David; gobernará por siempre al pueblo de Jacob y su reinado no terminará jamás.» María entonces dijo al ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?» Contestó el ángel: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel está esperando un hijo en su vejez, y aunque no podía tener familia, se encuentra ya en el sexto mes del embarazo. Para Dios, nada es imposible.» Dijo María: «Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho.» Después la dejó el ángel.
Comentario

El llamado a María, por medio del ángel, es significativo para el actuar de Dios frente al hombre. Podemos verlo, sobre todo, en tres características:

(1) Dios prefiere a los humildes, a los pequeños, a los sencillos. Por eso escoge a María, “la esclava del Señor”. Ella es humilde, porque conoce la distancia infinita que hay entre Dios y Ella. María se siente una hija pequeña e insignificante de su pueblo. Por eso se turba cuando el ángel la saluda: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”.

(2) Una segunda característica: Para los sucesos verdaderamente grandes de la historia y de nuestra vida, Dios no elige la agitación y la turbulencia del mundo, sino elige la soledad y la tranquilidad. Los momentos más grandes suelen ser los más silenciosos y ocultos. Así sucede también en este encuentro singular entre el cielo y la tierra: tiene lugar en la soledad y paz de la casa de María, ignorado por el mundo.

(3) Además, la Anunciación nos revela, que Dios toma en serio al hombre y su libertad. Por eso no quiere realizar sus planes de salvación sin la colaboración y el consentimiento libres del hombre.
En la escena del Evangelio, este respeto de Dios ante la dignidad y libertad del ser humano se expresa de un modo impresionante. Dios le da a María la posibilidad de aceptar a rechazar su misión. Dios pone el destino de la humanidad en las manos de esta virgen sencilla.

La respuesta de María en esta hora decisiva resulta ejemplar para todos nosotros: “Hágase en mí según tu palabra”. Ella acepta, aunque no vea ni comprenda. Por eso, lo más extraordinario de María, en la hora de la Anunciación, es su fe.

María es la primera creyente de la Iglesia: La Madre de todos los creyentes, como la llaman los Padres de la Iglesia. Ella es modelo de nuestra fe, no sólo en la hora de la Anunciación, sino también en toda su vida.

El ángel se retira y Ella queda sola, sola con su gran misterio, sin posibilidad de explicárselo a nadie. Y se inicia su doloroso camino de fe. Desde ese mismo momento comienza a ser la Madre Dolorosa. Recordemos nomás su situación difícil frente a San José, el nacimiento en la miseria, la matanza de los inocentes, la fuga a Egipto, hasta la muerte de su Hijo en la cruz.

Ésta y no otra es también nuestra suerte, si queremos ser cristianos auténticos. La fe no es un seguro cómodo de la vida, sino es un salto en el vacío, un camino de lucha continua, que incluye también la cruz.

Pero tenemos en María una Madre que nos precedió en este camino y que nos acompaña, de nuevo, con su ayuda, su estímulo y su consuelo. Y al final de nuestra vida, Ella nos espera para llevarnos a la Casa del Padre, para siempre.

Padre Nicolás Schwizer
Instituto de los Padres de Schoenstatt