sábado, 7 de enero de 2023

En Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos

¡Amor y paz!

 

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este sábado antes de Epifanía, ciclo A.

 

Dios nos bendice...

 

PRIMERA LECTURA

 

I Juan 5:14-21

 

14En esto está la confianza que tenemos en él: en que si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha. 15Y si sabemos que nos escucha en lo que le pedimos, sabemos que tenemos conseguido lo que hayamos pedido. 16Si alguno ve que su hermano comete un pecado que no es de muerte, pida y le dará vida - a los que cometan pecados que no son de muerte pues hay un pecado que es de muerte, por el cual no digo que pida -. 17Toda iniquidad es pecado, pero hay pecado que no es de muerte. 18Sabemos que todo el que ha nacido de Dios no peca, sino que el Engendrado de Dios le guarda y el Maligno no llega a tocarle. 19Sabemos que somos de Dios y que el mundo entero yace en poder del Maligno. 20Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado inteligencia para que conozcamos al Verdadero. Nosotros estamos en el Verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el Dios verdadero y la Vida eterna. 21Hijos míos, guardaos de los ídolos...

 

SALMO RESPONSORIAL

 

Salmo 149:1-6, 9

 

1¡Aleluya! ¡Cantad a Yahveh un cantar nuevo: su alabanza en la asamblea de sus amigos! 2¡Regocíjese Israel en su hacedor, los hijos de Sión exulten en su rey; 3alaben su nombre con la danza, con tamboril y cítara salmodien para él! 4Porque Yahveh en su pueblo se complace, adorna de salvación a los humildes. 5Exalten de gloria sus amigos, desde su lecho griten de alegría: 6los elogios de Dios en su garganta, y en su mano la espada de dos filos; 9para aplicarles la sentencia escrita: ¡será un honor para todos sus amigos!

 

EVANGELIO

 

Juan 2:1-11

 

1Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. 2Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. 3Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: «No tienen vino.» 4Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.» 5Dice su madre a los sirvientes: «Haced lo que él os diga.» 6Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una. 7Les dice Jesús: «Llenad las tinajas de agua.» Y las llenaron hasta arriba. 8«Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala.» Ellos lo llevaron. 9Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio 10y le dice: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora.» 11Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos. (Tomado de EWTN)

 

COMENTARIO

 

La Liturgia nos invita, a partir de la actuación de Jesús en las Bodas de Caná, a abrirnos a celebrar la vida y la esperanza que Dios manifiesta por medio de Jesús y por medio de los signos de vida que encontramos a diario.

El evangelista Juan (2, 1-11) nos dice que Jesús, su Madre y sus Discípulos estaban en una boda que se celebraba en Caná de Galilea. Conviene tener en cuenta que la boda es una de las mayores celebraciones para el Antiguo Testamento, donde la gran fiesta es la boda de Dios con su pueblo. Así lo exponen los Profetas, el Cantar de los Cantares y los mismos Evangelios.

En la boda de Caná se acabó el vino. No habría mayor problema si la fiesta estuviera terminando, pero no parece ser así, puesto que María y Jesús tienen un diálogo muy serio sobre la situación de aquella boda. Nos sorprende la actuación de María y Jesús en una fiesta, porque casi siempre asociamos la vida de fe con la devoción, ritos, oraciones, etc., y pocas veces con la fiesta. La verdad es que la vida vivida, construida juntos y compartida es la gran fiesta no solo del cristiano sino de toda persona, pueblo y nación.

Las seis tinajas de piedra dedicadas a las purificaciones de los judíos representan la Ley que rige la vida del pueblo. Pero estas tinajas están vacías. Por eso, lo primero que Jesús hace es mandar a llenarlas de agua. Y no puede ser de otro modo porque la vida no puede estar vacía, y aquella fiesta está a punto de quedarse sin vida, se ha quedado sin vino, sin sazón, sin sentido.

Cuando Jesús manda que saquen un poco de las tinajas y lo lleven para que lo pruebe el mayordomo, éste capta de inmediato la novedad y exclama: “todo el mundo sirve primero el vino mejor, y cuando los invitados han bebido bastante, se sirve el vino corriente. Tú en cambio, has guardado el mejor vino hasta ahora”. A lo que habría que agregar: ¡Que siga la fiesta! ¡Que siga la alegría! ¡Que despierte la esperanza!

El mayordomo no sabe realmente de donde venía aquel vino exquisito. Sin más, afirma que procede de la bodega del novio, cuando lo cierto es que procede de la reserva de Dios. Y es que Dios pone primero lo sencillo, lo simple, lo pequeño, porque acepta nuestra fragilidad o pequeñez. Pero luego, lo que viene de Él, es la plenitud que captamos en un momento fugaz de fiesta interior que pone de manifiesto la gloria escondida de Jesús y nos mueve a seguirlo.

Muchas veces pasa que las instituciones, las organizaciones, la familia e incluso la comunidad cristiana o religiosa, están a punto de quedarse sin celebración, sin vida. Puede estar faltando aquel toque mágico que haga surgir el encuentro, el despertar de todos. Es necesario que fluya la esperanza y la alegría, pero, hacen falta personas atentas, como María, que se atrevan a captar la necesidad de los demás, que resuelvan sin demoras y sin excusas, poniendo término a toda indigencia.

Cuando las situaciones llegan al límite y todo parece colgar o pender de un hito de aliento y audacia para que se dé un cambio, como sucede en Venezuela o en tantos pueblos y naciones que languidecen por la perversidad o indolencia, aparece este Evangelio para pedirnos que no tengamos miedo a la Novedad de la Vida y de Dios.

Qué grande sería si cada quien sacara algo de lo bueno que lleva dentro de sí, por sencillo que sea, para ofrecerlo sin reservas. Con toda seguridad también convertiría la carencia en abundancia. Haríamos que la vida de los demás y la propia se encontraran desbordadas por la abundancia de Dios.

Por: P. Gustavo Albarrán S.J.