¡Amor y paz!
Ayer, con el capítulo
séptimo de Mateo, terminamos de leer el sermón del monte. Ahora, con el octavo,
iniciamos una serie de hechos milagrosos -exactamente diez-, con los que Jesús
corroboró su doctrina y mostró la cercanía del Reino de Dios. Como había dicho
él mismo, a las palabras les deben seguir los hechos, a las apariencias del
árbol, los buenos frutos. Las obras que él hace, curando enfermos y resucitando
muertos, van a ser la prueba de que, en verdad, viene de Dios: «si no creéis a
mis palabras, creed al menos a mis obras».
Esta vez cura a un
leproso. La oración de este buen hombre es breve y confiada: «Señor, si
quieres, puedes limpiarme». Y Jesús la hace inmediatamente eficaz. Le toca
-nadie podía ni se atrevía a tocar a estos enfermos- y le sana por completo. La
fuerza salvadora de Dios está en acción a través de Jesús, el Mesías.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la 12ª. Semana del
Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 8,1-4.
Jesús, pues, bajó del monte, y empezaron a seguirlo muchedumbres. Un leproso se acercó, se arrodilló delante de él y le dijo: «Señor, si tú quieres, puedes limpiarme.» Jesús extendió la mano, lo tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio.» Al momento quedó limpio de la lepra. Jesús le dijo: «Mira, no se lo digas a nadie; pero ve a mostrarte al sacerdote y ofrece la ofrenda ordenada por la Ley de Moisés, pues tú tienes que hacerles una declaración.»
Comentario
Jesús sigue queriendo
curarnos de nuestros males.
Todos somos débiles y
necesitamos su ayuda. Nuestra oración, confiada y sencilla como la del leproso,
se encuentra siempre con la mirada de Jesús, con su deseo de salvarnos. No
somos nosotros los que tomamos la iniciativa: tiene él más deseos de curarnos
que nosotros de ser curados.
Jesús nos «toca» con su
mano, como al leproso: nos toca con los sacramentos, a través de la mediación
eclesial. Nos incorpora a su vida por el agua del Bautismo, nos alimenta con el
pan y el vino de la Eucaristía, nos perdona a través de la mano de sus
ministros extendida sobre nuestra cabeza.
Los sacramentos, como dice
el Catecismo, son «fuerzas que brotan del Cuerpo de Cristo siempre vivo y
vivificante, acciones del Espíritu Santo que actúa en su Cuerpo que es la
Iglesia, obras maestras de Dios en la nueva y eterna alianza» (CEC 1116).
Además, tenemos que ser
nosotros como Jesús, acercarnos al que sufre, extender nuestra mano hacia él,
«tocar» su dolor y darle esperanza, ayudarle a curarse. Somos buenos seguidores
de Jesús si, como él, salimos al encuentro del que sufre y hacemos todo lo
posible por ayudarle.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 77-81
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 77-81