martes, 17 de noviembre de 2015

“El Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido"

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 33ª. Semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice…

Evangelio según San Lucas 19,1-10. 
Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: "Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa". Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Se ha ido a alojar en casa de un pecador". Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más". Y Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham,  porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido". 
Comentario


¡Jesús quiere hospedarse en mi casa! Ese pensamiento trae alegría al corazón. Es verdad que hay desorden y algo de suciedad en mi casa, pero eso ya él lo sabe.

¡Jesús viene! Las puertas de mi hogar se alegran como los dinteles del templo en Jerusalén. Por las ventanas entra una luz nueva. El sol envidiará mi casa. ¡Hoy mi historia se parte en dos!

¡Ya llega mi Señor! Le precede y acompaña una gran multitud. Es señal de su importancia, pues bien se le llama Rey de Reyes, pero sobre todo, es señal de su bondad. Todos le siguen porque le aman. ¡Todos tienen algo que agradecerle, todos tiene algo grande y bello que contar de él!

¡Ha venido el Señor! Me ha concedido de su tiempo, de su palabra, de su mirada, de su amor. Me ha entendido como nadie. Me ha dejado hablar. Ha callado un momento cuando me ha visto sollozar. No permitió que me llenara de temor. Me respetó en todo momento. Todo el tiempo me bendijo. ¡Jesús, Jesús, Jesús! ¡Gracias a Papá Dios por ti, mi Jesús!

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