jueves, 22 de septiembre de 2011

Más de 2.000 años después, muchos aún no conocen a Jesús

¡Amor y paz!

Me pregunto si en la época de Jesús hubieran existido los actuales medios de comunicación. De seguro hubiera sido un personaje muy entrevistado, su figura hubiera sido tema de portada de revistas y redes sociales y de no pocos titulares en los periódicos y los noticieros. Aún sin la portentosa difusión de hoy, la fama del Señor corría de boca en boca.  Fue así como llegó a los oídos de quien había mandado matar al Bautista.

¡Cómo sería la preocupación del tetrarca Herodes! Éste temía que el Bautista o Elías hubieran resucitado. Sentía amenazado su poder. Para otros, en cambio, las noticias sobre Jesús suscitaban esperanza. Hoy, más de 2.000 años después, siguen difundiéndose las noticias sobre Jesús, siempre actual. Pero son muchas las actitudes y las respuestas que genera. Lo peor es que muchos aún no lo conocen.     

Los invito,  hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este jueves de la XXV semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 9,7-9.
El tetrarca Herodes se enteró de todo lo que pasaba, y estaba muy desconcertado porque algunos decían: "Es Juan, que ha resucitado". Otros decían: "Es Elías, que se ha aparecido", y otros: "Es uno de los antiguos profetas que ha resucitado". Pero Herodes decía: "A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿quién es este del que oigo decir semejantes cosas?". Y trataba de verlo.
Comentario

"¿Quién es, pues, éste del que oigo decir semejantes cosas? "  Herodes se interroga: ¡han nacido tantos movimientos sediciosos en esa Galilea que le ha tocado gobernar! Sin embargo, su pregunta tiene otra profundidad; efectivamente, coincide con la de todos los que se sienten interpelados por la persona de Jesús y por el testimonio de los discípulos. ¿Quién es ese hombre que envía emisarios y que conmociona los espíritus?

Se hablaba de el, se contaban mil cosas sobre El, se ponían en sus labios palabras que sin duda eran inverosímiles, se le atribuían hechos que eran exagerados por el entusiasmo popular y el fervor de las pasiones... A Herodes le picaba la curiosidad. Y aquel poderoso, que debía el trono al favor de los ocupantes, quería ver a aquel individuo un tanto exótico en una Galilea demasiado provinciana.

La sabiduría popular dice que hay curiosidades malsanas... Cuando permiten abusar de un poder que ellas mismas han atribuido injustamente. Cuando alimentan el escándalo que ellas mismas explotan. Cuando se detienen en lo accesorio, erigiéndolo en lo esencial. Herodes quería ver a Jesús para exhibirlo en su corte como se exhibe un bufón: ¡ah, si pudiera ver un milagro! (cf. Lc 23, 9). Sin embargo, la curiosidad es, quizás, el primer paso para el encuentro y para la fe. El asombro, la sorpresa, la provocación son el pórtico que nos introduce en el descubrimiento de los laberintos de la casa y que nos inicia en el misterio de una morada.

Curiosidad es sinónimo de descubrimiento; es tensión hacia un objeto entrevisto, deseado. ¡Ay del amor si no es curioso! El fuego que no se aviva, está ya muerto.

¿Sentís curiosidad por Jesús? De la fe se ha dicho que es fuerte si es certeza y seguridad. Se la ha reducido a confesar unas definiciones sin alma y a reconocerse en unos dogmas fríos y secos. La fe es curiosidad, es decir, asombro que compromete a arriesgarse en la aventura, en un encuentro entrevisto y, en consecuencia, deseado. La fe es curiosidad, de forma que la duda le es indispensable. La incertidumbre y la incomprensión no son la cara contradictoria de la fe, el otro aspecto que se opondría a ella como se opone el negro al blanco. La incertidumbre y la incomprensión pertenecen al terreno de la fe como el hueco que espera ser llenado, como la espera que aguarda el encuentro, como el hambre que se alimenta con lo que pueda satisfacerla.

Dios de eterna juventud,
aviva en nosotros la sed de conocerte
y el deseo de descubrirte.
Haznos sentir curiosidad por tu Palabra:
que ella nos inicie en tu misterio
sin agotar el gozo del encuentro siempre nuevo,
incluso en los siglos sin fin.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS XXII-XXXIV T.O. EVANG.DE LUCAS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 72 s.