¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio, en este miércoles de la
15ª semana del Tiempo Ordinario.
Dios nos bendice...
LECTIO DIVINA: MATEO
11,25-27
Lectio:
Miércoles, 18 Julio, 2018
Tiempo Ordinario
1) Oración
inicial
¡Oh Dios, que muestras la
luz de tu verdad a los que andan extraviados, para que puedan volver al buen
camino!, concede a todos los cristianos rechazar lo que es indigno de este
nombre y cumplir cuanto en él se significa. Por nuestro Señor.
2) Lectura
Del santo Evangelio según
Mateo 11,25-27
En aquel tiempo, tomando
Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado
a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido
entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al Padre le
conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
3) Reflexión
• Contexto. El pasaje de Mt 11,25-27 representa un giro en el evangelio de Mateo: a Jesús le son formuladas las primeras preguntas sobre la llegada del reino de los cielos. El primero que plantea interrogativos sobre la identidad de Jesús es Juan Bautista, que a través de sus discípulos le dirige una pregunta concreta: “¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?” (11,3). Sin embargo, los fariseos junto con los escribas se dirigen a Jesús con palabras de reproche y de juicio:”Tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado” (12,2). Hasta ahora, en los cap. 1-10, la llegada del reino de los cielos en la persona de Jesús no parecía encontrar obstáculos, pero a partir del cap. 11 empiezan a aparecer dificultades concretas. O sea, muchos empiezan a tomar posición ante la persona de Jesús: a veces es “objeto de escándalo”, de caída (11,6); “esta generación”, en el sentido de descendencia humana, no tiene una actitud de acogida hacia el reino que viene; las ciudades situadas a lo largo del lago no se convierten (11,20); se desencadena una verdadera controversia sobre el comportamiento de Jesús (cap.12), es más, se empieza a pensar cómo matarlo (12,14). Este es el clima de desconfianza y de contestación en el que Mateo enmarca nuestro pasaje.
Ahora ha llegado el momento de interrogarse sobre la actividad de Jesús: ¿cómo interpretar estas “obras de Cristo” (11,2.19)? ¿Cómo explicar estas acciones taumatúrgicas (11,20.21.23)? Estos interrogantes tocan la cuestión crucial de la mesianidad de Jesús. Mientras tanto, las obras mesiánicas de Jesús ponen bajo juicio no sólo a “esta generación” sino también a las ciudades del entorno del lago que no se han convertido al llegar el reino en la persona de Jesús.
• Hacerse pequeño. Para
realizar esta conversión, el itinerario más eficaz es hacerse “pequeños”. Jesús
comunica esta estrategia de la “pequeñez” en una oración de reconocimiento
(11,27) que tiene un paralelo espléndido en el testimonio dado por el Padre con
ocasión del bautismo (11,27). A los estudiosos les gusta llamar a esta oración
“himno de júbilo”. El ritmo de la oración de Jesús empieza con una confesión:
“Yo te bendigo”, “te confieso”. Esta expresión introductoria le da mucha
solemnidad a la palabra de Jesús. La oración de alabanza que Jesús pronuncia
tiene las características de una respuesta para el lector. Jesús se dirige a
Dios con la expresión “Señor del cielo y de la tierra”, es decir, a Dios como
creador y custodio del mundo. En el judaísmo, por el contrario, era costumbre
dirigirse a Dios con la invocación “Señor del mundo”, pero sin el término
“Padre”, que es una característica distintiva de la oración de Jesús. El motivo
de la alabanza es la revelación de Dios: porque has ocultado…, has revelado. Este
esconder, referido a los “sabios e inteligentes”, afecta a los escribas y
fariseos, considerados como totalmente cerrados y hostiles a la llegada del
Reino (3,7ss; 7,29; 9,3.11.34). Se revela a los pequeños, el término griego
dice “niños”, a los que aún no hablan. Por tanto, Jesús considera oyentes
privilegiados de la proclamación del reino de los cielos a los inexpertos de la
ley, a los no instruidos.
¿Cuáles son las “estas
cosas” que se ocultan o revelan? El contenido de este revelar u ocultar es
Jesús, el Hijo de Dios, el revelador del Padre. Es evidente para el lector que
el revelarse de Dios va inseparablemente unido a la persona de Jesús, a su
palabra, a sus acciones mesiánicas. Él es quien permite el revelarse de Dios y
no la ley o lo hechos que presagiaban el tiempo final.
• El revelarse de Dios,
del Padre al Hijo. En la última parte del discurso, hace Jesús una presentación
de sí mismo como aquel a quien todo le ha sido comunicado por el Padre. En el
contexto de la llegada del Reino, Jesús tiene la función y la misión de revelar
en todo al Padre del cielo. En esta función y misión, él recibe la totalidad
del poder y del saber, y la autoridad para juzgar. Para confirmar esta tarea
tan comprometedora, Jesús invoca el testimonio del Padre, el único que tiene un
real conocimiento de Jesús: “Nadie conoce al Hijo sino el Padre” y viceversa,
“nadie conoce al Padre sino el Hijo”. El testimonio del Padre es insustituible
para que la dignidad única de Jesús como Hijo sea entendida por sus discípulos.
Se afirma, además, la exclusividad de Jesús en el revelar al Padre; así lo
afirmaba el evangelio de Juan: “A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único,
que está en el seno del Padre, él lo ha contado” (1,18). En síntesis, el
evangelista hace entender a sus lectores que el revelarse de Dios acontece a
través del Hijo. Es más: el Hijo revela al Padre a quien quiere.
4) Para la reflexión
personal
• ¿Sientes en la oración
la necesidad de expresar al Padre todo tu agradecimiento por los dones
derramados en tu vida? ¿Tienes ocasión de confesar y de exaltar públicamente al
Señor por las obras maravillosas que realiza en el mundo, en la Iglesia, en tu
vida?
• En tu búsqueda de Dios,
¿pones tu confianza en tu saber e inteligencia, o te dejas guiar por la
sabiduría de Dios? ¿Qué atención prestas a tu relación con Jesús? ¿Escuchas su
Palabra? ¿Tienes sus mismos sentimientos para descubrir su fisonomía como Hijo
del Padre del cielo?
5) Oración final
mi boca publicará tu
justicia,
todo el día tu salvación.
¡Oh Dios, me has instruido desde joven,
y he anunciado hasta hoy tus maravillas! (Sal 71,15.17)
todo el día tu salvación.
¡Oh Dios, me has instruido desde joven,
y he anunciado hasta hoy tus maravillas! (Sal 71,15.17)
Orden de los Carmelitas