jueves, 9 de febrero de 2012

No nos demos por vencidos al hacer oración


¡Amor y paz!

El Evangelio de hoy nos propone no desperdiciar la gracia que Dios nos ha dado en nuestro bautismo y, también que no nos demos por vencidos en nuestras peticiones al Señor.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, este jueves de la V Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 7,24-30.
Después Jesús partió de allí y fue a la región de Tiro. Entró en una casa y no quiso que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer oculto. En seguida una mujer cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, oyó hablar de él y fue a postrarse a sus pies. Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija al demonio. El le respondió: "Deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros". Pero ella le respondió: "Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos". Entonces él le dijo: "A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija". Ella regresó a su casa y encontró a la niña acostada en la cama y liberada del demonio.
Comentario

Al afirmar que los alimentos no son impuros, Jesús inválida uno de los preceptos más importantes en la tradición judía; situación que agudiza los conflictos con sus adversarios. Jesús toma la iniciativa de marcharse al extranjero, a la región de Tiro (costa Fenicia), territorio de paganos y por tanto impuro. Nos recuerda al profeta Elías en su viaje a Fenicia (1Re 17). Según el historiador judío Flavio Josefo los habitantes de Tiro eran los fenicios que peor reputación tenían para los judíos. De inmediato Jesús entra en una casa, quedando impuro según la ley. La intención de Jesús es pasar desapercibido. La razón de la clandestinidad hay que entenderla según algunos, en la línea del secreto mesiánico. Otros opinan que Jesús no se considera portador de la salvación para los paganos sino solo para los judíos, por eso prefiere esconderse para que no le sea pedido algún favor que lo pondría en una situación incómoda. La intención de Jesús se ve interrumpida por la presencia de una madre que se echa a sus pies, igual que la mujer con el flujo de sangre (5,33), para suplicarle por una hijita que está poseída por un espíritu impuro. Seguramente la mujer había oído hablar de Jesús como un taumaturgo poderoso. Recordemos que en el sumario de Mc 3,7-12, gente de Tiro forma parte de la muchedumbre que sigue a Jesús.

El uso de “hijita” denota el lenguaje popular en que está construido este texto, además de ser el relato con más diminutivos en todo el evangelio. La expresión “espíritu impuro” es típicamente judía, el helenismo utiliza la palabra “demonio”. El v. 26 describe detalladamente la mujer; de religión pagana y de origen Sirofenicia.

Esto nos indica su pertenencia a la cultura helénica de habla griega. Después de la conquista de Alejandro en el 333 a.C. el griego desplazó al arameo como lengua de la política, la diplomacia, el comercio y la cultura. A continuación, el evangelista recuerda la petición de la mujer, ya manifestada en el v. 25, sólo que ahora la súplica se hace explícita para que Jesús expulse un demonio que tiene poseída a su hija. Notemos que en la petición de la mujer se usa la expresión helénica “demonio” y no la judía “espíritu impuro” usada en el v. 25. De todas maneras, ambas expresiones reflejan una misma realidad, una niña esclavizada y excluida por el dolor y el sufrimiento. Uno esperaría que Jesús reaccionara poniéndose de inmediato en camino, tal como en el episodio de la curación de la hija de Jairo (Mc 5,21-43).

Sin embargo, Jesús establece con la mujer una conversación, dejando claro de entrada, que su condición de pagana no la hace apta para que él pueda intervenir por ahora. En efecto la referencia a dejar que primero se sacien los hijos, se refiere a los judíos, pero también es cierto que al decir “primero” no está excluyendo a los paganos del anuncio, por lo menos, en el futuro. El que aparezcan los judíos de primero en la historia de la salvación concuerda con la teología paulina: “no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para que todos los que creen alcancen la salvación, los judíos en primer lugar, pero también los que no los son” (Rom 1,16; cf Hch 13,46). La segunda parte de la respuesta de Jesús (“no está bien quitarle el pan a los hijos y dárselo a los perritos”, v. 27b) es una negativa que deja sin esperanza para el futuro a los que no son hijos, contradiciendo aparentemente lo dicho anteriormente.

Estamos ante una alegoría donde los hijos son los judíos y los perritos los paganos. De hecho, los judíos se referían con frecuencia a los paganos con el apelativo de perros. El rabí Eliécer decía que “el que come con un idólatra es como uno que come con un perro”. La expresión no hay que mirarla con un tono ofensivo, sino simplemente como una manera de decir, que el anuncio del Reino pertenece a los judíos (cf Mt 15,24: “No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel”).

La respuesta de la mujer, ratifica lo que Jesús le ha dicho (v. 27b), y luego, con palabras que reconocen a Jesús como “Señor” (única vez en el evangelio de Marcos), llama la atención de Jesús, por su humildad, su fe y su ternura. La mujer responde desde su realidad concreta, es decir, una familia donde los niños, con su tierna generosidad echan migajas a los perritos que normalmente se hacen debajo de la mesa. Y así, las palabras de una mujer, que habla con el corazón, conquistan a Jesús, quien reconoce que ha perdido su alegato, y cambia su libreto del Reino en favor de los paganos creyentes. Son tan importantes las palabras de la mujer que son estas mismas las que logran la curación de su hija “por haber hablado así, vete tranquila. El demonio ya ha salido de tu hija” (v. 29).

Servicio Bíblico Latinoamericano - 2004.