¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este martes de la
11ª semana del Tiempo Ordinario.
Dios nos bendice...
LECTIO DIVINA: MATEO
5,43-48
Lectio:
Martes, 19 junio,
2018
Tiempo Ordinario
1) ORACIÓN INICIAL
¡Oh Dios!, fuerza de los
que en ti esperan, escucha nuestras súplicas; y, pues el hombre es frágil y sin
ti nada puede, concédenos la ayuda de tu gracia para guardar tus mandamientos y
agradarte con nuestras acciones y deseos. Por nuestro Señor.
2) LECTURA
Del santo Evangelio según
Mateo 5,43-48
«Habéis oído que se dijo:
Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros
enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre
celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e
injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No
hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros
hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles?
Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial.
3) REFLEXIÓN
• En el evangelio de hoy
llegamos a la cima de la Montaña de las Bienaventuranzas, donde Jesús proclamó
la Ley del Reino de Dios, cuyo ideal se resume en esta frase lapidaria: “Sed
perfectos como vuestro Padre celestial” (Mt 5,48). ¡Jesús estaba corrigiendo la
Ley de Dios! Cinco veces de seguido había afirmado: “¡Se os dijo, pero yo os
digo!” (Mt 5,21.27,31.33.38). Es una señal de mucho valor de su parte corregir,
públicamente, ante toda la gente reunida, el tesoro más sagrado de la gente, la
raíz de su identidad, que era la Ley de Dios. Jesús quiere comunicar una nueva
mirada para entender y practicar la Ley de Dios. La llave para poder tener esta
nueva mirada es la afirmación: Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es
perfecto”. Nunca nadie podrá llegar a decir: “¡Hoy fui perfecto como el Padre
celestial es perfecto!” Estaremos siempre por debajo de la medida que Jesús nos
ha puesto delante. ¿Por qué él nos puso delante un ideal que para nosotros los
mortales es imposible alcanzar?
• Mateo 5,43-45: Oísteis
que se os digo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. En esta frase Jesús
explicita la mentalidad con la cual los escribas explicaban la ley; mentalidad
que nacía de las divisiones entre judíos y no judíos, entre prójimo y no
prójimo, entre santo y pecador, entre puro e impuro, etc. Jesús manda subvertir
este pretendido orden nacido de divisiones interesadas. Manda superar las divisiones.
“Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan,
para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre
malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os
aman, ¿qué recompensa vais a tener?”. Aquí sacamos de la fuente, de donde brota
la novedad del Reino. Esta fuente es Dios mismo, reconocido como Padre, que
hace nacer el sol sobre malos y buenos. Jesús manda que imitemos a este Dios:
"Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" (5,48). Es
imitando a este Dios que creamos una sociedad justa, radicalmente nueva:
• Mateo 5,46-48: Ser
perfecto como el Padre celestial es perfecto. Todo se resume en imitar a Dios:
" Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No
hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros
hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles?
Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial." (Mt
5,43-48). El amor es el principio y el fin de todo. No hay mayor amor que dar
la vida para los hermanos (Jn 15,13). Jesús imitó al Padre y reveló su amor.
Cada gesto, cada palabra de Jesús, desde el nacimiento hasta la hora de morir
en la cruz, era una expresión de este amor creador que no depende del presente
que recibe, ni discrimina al otro por motivo de raza, sexo, religión o clase
social, sino que nace de un querer al otro, gratuitamente. Fue un creciendo
continuo desde el nacimiento hasta la muerte en Cruz.
• La manifestación plena
del amor creador en Jesús. Fue cuando en la Cruz ofreció el perdón al soldado
que lo torturaba y lo mataba. El soldado, empleado del imperio, tomó el pulso
de Jesús y lo apoyó sobre el brazo de la cruz, luego colocó un clavo y empezó a
dar golpes. Varios martillazos. La sangre corría. El cuerpo de Jesús se
contorcía por el dolor. El soldado, mercenario ignorante, ajeno a lo que estaba
haciendo y a lo que estaba ocurriendo a su alrededor, seguía dando golpes como
si fuera un clavo en la pared de la casa para colgar un cuadro. En este momento
Jesús dirige al Padre esta oración: “Padre, ¡perdona! ¡No saben lo que hacen!”
(Lc 23,34). Por más que los hombres quisieran la falta de humanidad no
consiguió apagar en Jesús la humanidad. Ellos lo prenderán, lo insultarán,
escupirán en el rostro, le darán trotazos, harán de él un rey payaso con la
corona de espinas en la cabeza, le flagelarán, le torturarán, le harán andar
por las calles como un criminal, tiene que escuchar los insultos de las
autoridades religiosas, en el calvario lo dejarán totalmente desnudo a la vista
de todos y de todas. Pero el veneno de la falta de humanidad no consiguió
alcanzar la fuente de la humanidad, que brotaba desde dentro de Jesús. El agua
que brotaba desde dentro era más fuerte que el veneno que venía de fuera,
queriendo de nuevo contaminarlo todo. Mirando aquel soldado ignorante y bruto,
Jesús tuvo pena del muchacho y rezó por él y por todos: “¡Padre, perdona!” y
hasta consigue una disculpa: “Son ignorantes. ¡No saben lo que están haciendo!”
Ante el Padre, Jesús se hizo solidario de los que lo torturaban y maltrataban.
Era como el hermano que va con sus hermanos asesinos ante el juez y él, víctima
de sus propios hermanos, dice al juez: “Son mis hermanos, sabe. Son ignorantes.
¡Pero mejorarán!” Era como si Jesús estuviera con miedo que la mínima rabia
contra el muchacho pudiera apagar en él el pequeño resto de humanidad que aún
llevaba dentro. Este gesto increíble de humanidad y de fe en la posibilidad de
recuperación de aquel soldado fue la mayor revelación del amor de Dios. Jesús
puede morir: “¡Está todo consumado!” E inclinando la cabeza, entrega el
espíritu (Jn 19,30). Realizó la profecía del Siervo sufriente (Is 53).
4) PARA LA REFLEXIÓN
PERSONAL
• ¿Cuál es la motivación
más profunda del esfuerzo que haces para observar la Ley de Dios: merecer la
salvación o agradecer la bondad inmensa de Dios que te ha creado, te mantiene
en vida y te salva?
• ¿Cómo entiendes la
frase: “ser perfecto como el Padre celestial es perfecto?”
5) ORACIÓN FINAL
Piedad de mí, oh Dios, por
tu bondad,
por tu inmensa ternura borra mi delito,
lávame a fondo de mi culpa,
purifícame de mi pecado. (Sal 51,3-4)
por tu inmensa ternura borra mi delito,
lávame a fondo de mi culpa,
purifícame de mi pecado. (Sal 51,3-4)
Orden de los Carmelitas