¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este miércoles de la XXVIII Semana del Tiempo Ordinario.
Dios nos bendice,…
Evangelio según San Lucas 11,42-46.
«¡Ay de ustedes, fariseos, que pagan el impuesto de la menta, de la ruda y de todas las legumbres, y descuidan la justicia y el amor de Dios! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello. ¡Ay de ustedes, fariseos, porque les gusta ocupar el primer asiento en las sinagogas y ser saludados en las plazas! ¡Ay de ustedes, porque son como esos sepulcros que no se ven y sobre los cuales se camina sin saber!". Un doctor de la Ley tomó entonces la palabra y dijo: «Maestro, cuando hablas así, nos insultas también a nosotros». Él le respondió: «¡Ay de ustedes también, porque imponen a los demás cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni siquiera con un dedo!»
Comentario
Hoy vemos cómo el Divino Maestro nos da algunas
lecciones: entre ellas, nos habla de los diezmos y también de la coherencia que
han de tener los educadores (padres, maestros y todo cristiano apóstol). En el
Evangelio según san Lucas de la Misa de hoy, la enseñanza aparece de manera más
sintética, pero en los pasajes paralelos de Mateo (23,1ss.) es bastante extensa
y concreta. Todo el pensamiento del Señor concluye en que el alma de nuestra
actividad han de ser la justicia, la caridad, la misericordia y la fidelidad
(cf. Lc 11,42).
Los diezmos en el Antiguo Testamento y nuestra actual colaboración con la Iglesia, según las leyes y las costumbres, van en la misma línea. Pero dar valor de ley obligatoria a cosas pequeñas —como lo hacían los Maestros de la Ley— es exagerado y fatigoso: «¡Ay también de vosotros, los legistas, que imponéis a los hombres cargas intolerables, y vosotros no las tocáis ni con uno de vuestros dedos!» (Lc 11,46).
Es verdad que las personas que afinan tienen delicadezas de generosidad. Hemos tenido vivencias recientes de personas que de la cosecha traen para la Iglesia —para el culto y para los pobres— el 10% (el diezmo); otros que reservan la primera flor (las primicias), el mejor fruto de su huerto; o bien vienen a ofrecer el mismo importe que han gastado en el viaje de descanso o de vacaciones; otros traen el producto preferido de su trabajo, todo ello con este mismo fin. Se adivina ahí asimilado el espíritu del Santo Evangelio. El amor es ingenioso; de las cosas pequeñas obtiene alegrías y méritos ante Dios.
El buen pastor pasa al frente del rebaño. Los buenos padres son modelo: el ejemplo arrastra. Los buenos educadores se esfuerzan en vivir las virtudes que enseñan. Esto es la coherencia. No solamente con un dedo, sino de lleno: Vida de Sagrario, devoción a la Virgen, pequeños servicios en el hogar, difundir buen humor cristiano... «Las almas grandes tienen muy en cuenta las cosas pequeñas» (San Josemaría).
Rev. D. Joaquim FONT i
Gassol (Igualada, Barcelona, España)