¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este martes en que
celebramos la solemnidad del Nacimiento del Señor.
Dios nos bendice...
LECTIO DIVINA: 25 DE
DICIEMBRE NATIVIDAD DEL SEÑOR (C)
Lectio:
Martes, 25 diciembre, 2018
El prólogo del
evangelio de Juan
Juan 1,1-18
1. ORACIÓN INICIAL
En la oscuridad de una
noche sin estrellas,
la noche vacía de sentido
tú, Verbo de la Vida,
como relámpago en la tempestad del olvido,
has entrado en el límite de la duda,
al abrigo de los confines de la precariedad,
para esconder la luz.
Palabras hechas de silencio y de cotidianidad
tus palabras humanas, precursoras de los secretos del Altísimo:
como anzuelos lanzados en las aguas de la muerte
para encontrar al hombre, sumergido en su ansiosa locura,
y retenerlo preso, por el atrayente resplandor del perdón.
A Ti, Océano de Paz y sombra de la eterna Gloria, te doy gracias:
Mar en calma para mi orilla que espera la ola, ¡que yo te busque!
Y la amistad de los hermanos me proteja
cuando la tarde descienda sobre mi deseo de ti. Amén.
la noche vacía de sentido
tú, Verbo de la Vida,
como relámpago en la tempestad del olvido,
has entrado en el límite de la duda,
al abrigo de los confines de la precariedad,
para esconder la luz.
Palabras hechas de silencio y de cotidianidad
tus palabras humanas, precursoras de los secretos del Altísimo:
como anzuelos lanzados en las aguas de la muerte
para encontrar al hombre, sumergido en su ansiosa locura,
y retenerlo preso, por el atrayente resplandor del perdón.
A Ti, Océano de Paz y sombra de la eterna Gloria, te doy gracias:
Mar en calma para mi orilla que espera la ola, ¡que yo te busque!
Y la amistad de los hermanos me proteja
cuando la tarde descienda sobre mi deseo de ti. Amén.
2. LECTURA
a) El texto:
1 En el principio existía la Palabra y la
Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. 2 Ella
estaba en el principio junto a Dios. 3 Todo se hizo por
ella y sin ella no se hizo nada Lo que se hizo 4 en ella
era la vida y la vida era la luz de los hombres, 5 y la
luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. 6 Hubo
un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. 7 Éste vino
para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por
él. 8 No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de
la luz. 9 La Palabra era la luz verdadera que ilumina a
todo hombre, viniendo a este mundo.10 En el mundo estaba, y el
mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció.11Vino a los
suyos, y los suyos no la recibieron.12 Pero a todos los que la
recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su
nombre;13 los cuales no nacieron de sangre, ni de deseo de
carne, ni de deseo de hombre sino que nacieron de Dios.14 Y la
Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su
gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito, lleno de gracia y de
verdad.15 Juan da testimonio de él y clama: «Este era del que
yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía
antes que yo.»16 Pues de su plenitud hemos recibido todos, y
gracia por gracia.17 Porque la Ley fue dada por medio de
Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. 18 A
Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre,
él lo ha contado.
b) Momento de silencio:
Dejamos que la Voz del
Verbo resuene en nosotros.
3. MEDITATIO
a) Preguntas para la
reflexión:
- Dios, que es luz, ha
escogido ahuyentar las tinieblas del hombre, haciéndose él mismo tinieblas. El
hombre ha nacido ciego (cfr Jn 9,1-41): la ceguera es para él la condición de
creatura. El gesto simbólico de Jesús de recoger fango y derramarlo sobre los
ojos del ciego de nacimiento de Juan, nos quiere indicar la novedad de la
encarnación: es un gesto de la nueva creación. A aquel ciego, cuando aún
estaban sus ojos cubiertos por el fango de la creación, se le pide, no un acto
de fe, sino de obediencia: ir a la piscina de Siloé que significa “enviado”. Y
el enviado es Jesús. ¿Sabremos obedecer a la Palabra que cada día llega
a nosotros?
- El hombre ciego en el
evangelio de Juan es un pobre: no pretende nada, no pide nada. También
nosotros, a menudo, vivimos en la ceguera cotidiana con la resignación de quien
no merece horizontes diversos. ¿Nos reconoceremos privado de todo, para
que sea también destinado a nosotros el don de Dios, don de la redención de la
carne, pero sobre todo don de luz y de fe?
- La ley fue dada por
medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios
ninguno lo ha visto: sólo el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, él
lo ha revelado” (Jn 1,17-18). La inteligencia de lo que acaece en la historia
de nuestra vida nos lleva a salir de la ceguera de la presunción y a contemplar
la luz que brilla sobre el rostro del Hijo de Dios. Y nuestros ojos, inundados
de luz, se abren a los acontecimientos. ¿Cuándo conseguiremos ver a
Dios entre nosotros?
b) Clave de lectura:
Juan, un hombre que ha
tenido ocasión de ver resplandecer la luz, que ha visto, oído, tocado, la luz.
En el principio el Verbo existía: constantemente dirigido hacia el amor del
Padre, se ha convertido en la explicación verdadera, en la exégesis única (Jn
1,18), la revelación de su amor. En el Logos era la vida y la vida era la luz,
pero las tinieblas no la han acogido. En el Antiguo Testamento la revelación
del Verbo de Dios es revelación de luz: a ella corresponde la plenitud de la
gracia, la gracia de la gracia, que se nos da en Jesús, revelación del amor sin
límites de Dios (Jn 1,4-5,16). También todo el testimonio del Antiguo
Testamento es un testimonio de luz: desde Abrahán a Juan Bautista, Dios manda
testimonios de la luz; Juan Bautista es el último de ellos: anuncia la luz que
está por venir en el mundo y reconoce en Jesús la luz esperada (Jn 1,6-8;15).
Dabar IHWH es la comunicación de Dios con el hombre,
dada para todos aquéllos que Dios ha llamado y aquéllos sobre los cuáles cae,
sobre los cuáles viene la palabra del Señor (cfr Is 55,10-11). Como dice San
Agustín: La Palabra de Dios es la verdadera luz.
La palabra sale de la boca
de Dios, pero conserva toda su fuerza, es persona, crea y sostiene el mundo.
Esta palabra que crea y salva se identifica con la Torah, con la que Israel
entiende la revelación divina en su totalidad, con la Sabiduría: De
Sión saldrá la ley y de Jerusalén la palabra del Señor (Is 2,3).
El memra (arameo)
es el concepto que ha servido a Juan para pasar del dabar al logos:
en los targum el memra tiene una función creadora, pero sobre
todo reveladora, que se expresa de modo particular a través de la imagen de la
luz. En el Targum Neophiti, en el famoso poema de las cuatro noches sobre Éx.
12,42 está escrito: La primera noche fue aquélla en la que IHWH se
manifestó sobre el mundo para crearlo: el mundo estaba desierto y vacío y las
tinieblas recubrían la faz del abismo. Y el menra de IHWH era la luz que
brillaba.” En el Targum Jerusalaim el manuscrito 110 dice: “Con
su palabra IHWH brillaba e iluminaba”.
El midrash subraya que la
ley existía antes del mundo, era vida, era luz: “Las palabras de la
Torah son luz para el mundo” (Midrash Dt Rabba 7.3). Hija unigénita de
Dios, la Torah ha sido escrita con fuego negro en la llama blanca y yace sobre
las rodillas de Dios, mientras Dios se sienta sobre el trono de gloria (cfr
Midrash al Salmo 90.3).
El logos-luz se hace
presente en el mundo: Todo es vida en él: el Verbo substituye a la Torah. Se
transcienden los signos, y más que substitución se asiste a un cumplimiento. Si
la Torah para el judío es la hija de Dios, Juan muestra que élla es el logos,
que desde el principio está junto a Dios, es Dios. Este logos se hace carne:
hombre, caduco, limitado, finito, metiendo su gloria en la carne. Él ha puesto
su tienda, skené, entre nosotros, se ha convertido en sekinah de
Dios entre nosotros, y ha hecho ver la gloria, la presencia aplastante de Dios
a los hombres. La gloria que habitaba en la tienda del Éxodo ( Éx 40,34-38),
que habitaba en el templo (1 Re 8,10), ahora habita en la carne del Hijo de
Dios. Es una verdadera epifanía. La shekinak se hace visible,
porque la shekinah es Cristo, lugar de la presencia y de la
gloria divina. Hay quien ha visto la gloria de Dios: el Unigénito lleno de
gracia y de verdad; él viene a revelarnos el rostro del Padre, el único que
puede hacerlo, porque está en el seno del Padre. De esta plenitud de vida tiene
origen la nueva creación. Moisés ha dado la ley, Cristo da la gracia y la
verdad, el amor, la fidelidad. En el Hijo se puede contemplar a Dios sin morir,
porque quien ve al Hijo ve al Padre: Jesús es la exégesis, la narración de la
vida divina.
Y el lugar de revelación
su carne. He aquí por qué Juan dirá en el cumplimiento de la hora: “Nosotros
hemos visto su gloria” (Jn 1,14), donde por “hora de la glorificación”
no se ve otra cosa que tinieblas. La luz está escondida en su dar la vida por
amor de los hombres, en el amor hasta el final, sin volver atrás, respetando la
libertad del hombre de crucificar al Autor de la vida: Dios es glorificado en
el momento de la pasión: un amor cumplido, definitivo, sin límites, un amor
demostrado hasta las últimas consecuencias: Es el misterio de la luz que se
hace camino en las tinieblas, sí, porque el amor ama la oscuridad de la noche:
cuando la vida se hace más íntima y las propias palabras mueren para vivir en
el respiro de la persona amada la luz está en el amor que ilumina aquella hora
de expropiación, hora en la que se pierde uno mismo, para encontrarse
restituído en el abrazo de la vida.
4. ORACIÓN
Jerusalén, quítate el
vestido de luto y aflicción
y vístete ya siempre con las galas de la gloria de Dios.
Envuélvete en el manto de la justicia divina
y adorna tu cabeza con la gloria del Eterno.
Porque Dios mostrará tu esplendor a toda la tierra
y te dará para siempre este nombre:
«Paz en la justicia y gloria en la piedad».
Levántate, Jerusalén, súbete en alto,
mira hacia oriente
y contempla a tus hijos convocados desde oriente a occidente
por la palabra del Santo y disfrutando del recuerdo de Dios.
Se te marcharon a pie,
conducidos por el enemigo,
pero Dios te los devuelve
encumbrados en gloria y en litera real.
Porque Dios ha ordenado rebajarse
a todo monte elevado y a las dunas permanentes,
y rellenarse a los barrancos, hasta nivelar la tierra,
para que Israel camine seguro bajo la gloria de Dios.
Y hasta los bosques y los árboles aromáticos
darán sombra a Israel por orden de Dios.
Porque Dios conducirá a Israel con alegría a la luz de su gloria,
con su misericordia y su justicia.
Baruc 5,1-9
y vístete ya siempre con las galas de la gloria de Dios.
Envuélvete en el manto de la justicia divina
y adorna tu cabeza con la gloria del Eterno.
Porque Dios mostrará tu esplendor a toda la tierra
y te dará para siempre este nombre:
«Paz en la justicia y gloria en la piedad».
Levántate, Jerusalén, súbete en alto,
mira hacia oriente
y contempla a tus hijos convocados desde oriente a occidente
por la palabra del Santo y disfrutando del recuerdo de Dios.
Se te marcharon a pie,
conducidos por el enemigo,
pero Dios te los devuelve
encumbrados en gloria y en litera real.
Porque Dios ha ordenado rebajarse
a todo monte elevado y a las dunas permanentes,
y rellenarse a los barrancos, hasta nivelar la tierra,
para que Israel camine seguro bajo la gloria de Dios.
Y hasta los bosques y los árboles aromáticos
darán sombra a Israel por orden de Dios.
Porque Dios conducirá a Israel con alegría a la luz de su gloria,
con su misericordia y su justicia.
Baruc 5,1-9
5. CONTEMPLACIÓN
Padre de la luz, vengo a
tí con todo el grito de mi existir. Después de dar pasos buenos y de resbalones
en el mal, llego a entender, porque lo experimento, que por mí sólo existo en
la oscuridad de las tinieblas. Sin tu luz, no veo nada. Eres tú, en efecto, la
fuente de la vida, tú, Sol de justicia, el que abre mis ojos, tú el camino que
conduce al Padre. Hoy has venido a nosotros, Palabra eterna, como luz que sigue
atravesando las páginas de la historia para ofrecer a los hombres los dones de
la gracia y de la alegría en el desierto de la carestía y de la ausencia: el
pan y el vino de tu Nombre santo, que en la hora de la Cruz se convirtieron en
el signo visible del amor consumado, nos hacen nacer contigo en el seno fecundo
que es la Iglesia, la cuna de tu vida para nosotros. Como María, queremos estar
cerca de ti para aprender a ser como Ella, llena de la gracia del Altísimo. Y
cuando nuestras tiendas recojan la nube del Espíritu en el fulgor de una
palabra pronunciada, entonces entenderemos la gloria de tu Rostro y
bendeciremos en un silencio adorante sin ninguna frialdad, la Belleza del ser
una sola cosa contigo, Verbo del Dios viviente.
Orden de los Carmelitas