sábado, 30 de diciembre de 2017

"El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre"

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios y el comentario, en este sábado 30 de diciembre. Feria de Navidad.

Dios nos bendice...

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (2,12-17):

Os escribo, hijos míos, que se os han perdonado vuestros pecados por su nombre. Os escribo, padres, que ya conocéis al que existía desde el principio. Os escribo, jóvenes, que ya habéis vencido al Maligno. Os repito, hijos, que ya conocéis al Padre. Os repito, padres, que ya conocéis al que existía desde el principio. Os repito, jóvenes, que sois fuertes y que la palabra de Dios permanece en vosotros, y que ya habéis vencido al Maligno. No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él el amor del Padre. Porque lo que hay en el mundo –las pasiones de la carne, y la codicia de los ojos, y la arrogancia del dinero–, eso no procede del Padre, sino que procede del mundo. Y el mundo pasa, con sus pasiones. Pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 95,7-8a.8b-9.10

R/.
 Alégrese el cielo, goce la tierra

Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor. R/.

Entrad en sus atrios trayéndole ofrendas,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda. R/.

Decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente.» R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (2,36-40):

En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

Palabra del Señor

Comentario

-Os digo, hijos míos: «Vuestros pecados están perdonados por obra del nombre de Jesús».
Incansablemente, debemos repetirnos esas palabras a fin de que del fondo de nuestras vidas surja:

- Nuestro agradecimiento absoluto a Dios.
- Y el deseo sincero de nunca más pecar...

- Os lo digo a vosotros, padres, porque: «conocéis al que es desde el principio».

San Juan se dirige, particularmente aquí, a las personas de edad avanzada y les recomienda que se apoyen en el «conocimiento» de Dios, y en su «estabilidad»: «el que existe desde siempre». ¡La vejez invita a concentrarse en lo «esencial»! En esa edad, muchas cosas «desaparecen». Así el árbol se despoja de sus galas después de haber dado sus frutos. Pero también es señal de que la primavera está cerca. «Os lo digo a vosotros, padres: «conocéis al que es, desde el principio».

-Os lo digo a vosotros jóvenes: «Habéis vencido al Maligno. Sois fuertes, porque la Palabra de Dios permanece en vosotros.»

Al dirigirse a los jóvenes, san Juan les recomienda ser «fuertes» para el combate que han de afrontar con el «Maligno» ... apoyados en la «palabra de Dios».

-El compromiso...
-La oración de contemplación... -todo un programa de vida para jóvenes-.
-No améis al mundo ni lo que hay en el mundo.

El término «mundo», en la pluma de san Juan tiene, casi siempre un sentido peyorativo.
Se trata de esa «humanidad que sólo cuenta en sí misma y rehúsa confiar a Dios su porvenir».

Se trata del mundo encerrado en sí mismo... del mundo que «pretende bastarse a sí mismo» ... del mundo «a puerta cerrada».

Un mundo tal no puede ir a la paz con Dios.

-Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él.

Esas son unas frases severas. Hay que escucharlas tal cual son. Ya decía Jesús: «¡No se puede servir a dos amos!».

Sin embargo, ese mundo pecador con el que ningún compromiso es posible, ¡Dios lo ha amado! para salvarle. El mismo san Juan puso en labios de Jesús esta otra frase: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna». (Juan, 3-16.)

Danos, Señor, saber condenar el pecado y amar a los pecadores...

Ayúdanos, Señor a «no ser del mundo» y a «amar al mundo» como Tú lo amas...

-Todo lo que hay en el mundo es:
-Deseos egoístas de la naturaleza humana...
-Concupiscencia de los ojos.
-Orgullo de las riquezas...

¡Todo ello no procede del Padre!

Efectivamente, lo que está condenado en el mundo es su «suficiencia», su «egoísmo», su «orgullo». El hecho de prescindir de Dios. ¡Bastarse a sí mismo!

Detrás de esas palabras de Juan se perfila el paganismo de la época: la sensualidad aberrante del imperio romano decadente, los espectáculos indecentes y violentos del circo, la opresión de los ricos sobre los pobres. Evidentemente, si decimos que amamos a Dios, no tenemos derecho de amar a este mundo.

-Ahora bien, el mundo con sus deseos desaparecerá; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

¡Todo lo solamente humano... pasa! es frágil, transitorio, efímero.
Todo lo que tiene fin es corto. Sólo Dios permanece.
Uniendo mi vida a la tuya, Señor, ligo mi destino a tu vida eterna.

Noél Quesson
Palabra de Dios para cada día 3
Primeras lecturas para Adviento - Navidad
Cuaresma y Tiempo Pascual
Edit. Claret/Barcelona 1983.Pág. 68 s.