martes, 4 de junio de 2013

Las leyes humanas no deben contradecir la Ley de Dios

¡Amor y paz!

Con su respuesta en el Evangelio que leeremos hoy, Jesús no pone a Dios y al César en el mismo plano y mucho menos considera como independientes ambas realidades. Afirma la primacía de Dios (y por consiguiente la libertad de conciencia), pero la primacía de Dios y la libertad de conciencia no privan al Estado de sus derechos.

La frase de Jesús se puede acentuar de diversas formas. En un contexto religioso, en donde la afirmación de la primacía de Dios corre el riesgo de privar a la sociedad de su autonomía, el acento recae en "dad al César lo que es del César". Pero en una sociedad en donde la intromisión del Estado se convierte en idolatría pública, el acento caerá en "dad a Dios lo que es de Dios", afirmando de este modo la libertad de conciencia y la repulsa decidida de todo tipo de idolatría política (Bruno Maggioni).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la IX Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga.,..

Evangelio según San Marcos 12,13-17.
Querían pillar a Jesús en algo que dijera. Con ese fin le enviaron algunos fariseos junto con partidarios de Herodes. Y dijeron a Jesús: «Maestro, sabemos que eres sincero y que no te inquietas por los que te escuchan, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios. Dinos, ¿es contrario a la Ley pagar el impuesto al César? ¿Tenemos que pagarlo o no?» Pero Jesús vio su hipocresía y les dijo: «¿Por qué me ponen trampas? Tráiganme una moneda, que yo la vea.» Le mostraron un denario, y Jesús les preguntó: « ¿De quién es esta cara y lo que está escrito?» Ellos le respondieron: «Del César.» Entonces Jesús les dijo: «Devuelvan al César las cosas del César, y a Dios lo que corresponde a Dios.» Jesús los dejó muy sorprendidos.
Comentario

a) Una comisión de fariseos y partidarios de Herodes viene a Jesús, no para saber, sino para tenderle una trampa. Aunque la apariencia sea de preguntar con sinceridad:

«Sabemos que enseñas el camino de Dios sinceramente».

El asunto de los impuestos pagados a Roma era espinoso, porque venían a ser como el símbolo y el recordatorio de la potencia ocupante: si decía que había que pagarlos, se enemistaba con el pueblo; si decía que no, podían acusarle de revolucionario.

Jesús respondió saliendo con elegancia por la tangente. A veces, ante preguntas de economía o política, o cuando veía que la pregunta no era sincera, prefería no contestar o lo hacía a su vez con otras preguntas. Aquí ni afirma ni niega lo de los tributos, sino que les da una lección sobre la relación entre lo político y lo religioso: «Dad al César lo del César y a Dios lo de Dios».

b) Es bueno distinguir los planos. Los judíos tenían la tendencia a confundir lo político con lo religioso. En el AT, por la estructura de la monarquía, todo parecía conducir a esta confusión. La espera mesiánica -de la que Pedro y los otros discípulos son buenos ejemplares- identificaba también la salvación espiritual con la política o la económica, cosa que una y otra vez Jesús tuvo que corregir, llevándoles a la concepción mesiánica que él tenía.

El César es autónomo: Cristo a su tiempo pagará el tributo por sí y por Pedro. La efigie del emperador romano en la moneda (en su tiempo, Tiberio) lo recuerda.

Pero Dios es el que nos ofrece los valores fundamentales, los absolutos. Las personas hemos sido creadas «a imagen de Dios»: la efigie de Dios es más importante que la del emperador. Jesús no niega lo humano, «dad al César», pero lo relativiza, «dad a Dios».

Las cosas humanas tienen su esfera, su legitimidad. Los problemas técnicos piden soluciones técnicas. Pero las cosas de Dios tienen también su esfera y es prioritaria. No es bueno identificar los dos niveles. Aunque tampoco haya que contraponerlos. No es bueno ni servirse de lo religioso para los intereses políticos, ni de lo político para los religiosos. No se trata de sacralizarlo todo en aras de la fe. Pero tampoco de olvidar los valores éticos y cristianos en aras de un supuesto progreso ajeno al plan de Dios.

También nosotros podríamos caer en la trampa de la moneda, dando insensiblemente, contagiados por el mundo, más importancia de la debida a lo referente al bienestar material, por encima del espiritual. Un cristiano es, por una parte, ciudadano pleno, comprometido en los varios niveles de la vida económica, profesional y política. Pero es también un creyente, y en su escala de valores, sobre todo en casos de conflicto, da preeminencia a «las cosas de Dios».

El magisterio social de la Iglesia, antes y después de la «Gaudium et Spes» del concilio Vaticano II, nos ha ayudado en gran manera a relacionar equilibradamente estos dos niveles, el del César y el de Dios, de modo que el cristiano pueda realizar en sí mismo una síntesis madura entre ambos.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 244-247