¡Amor y paz!
El Evangelio de hoy nos presenta la controversia sobre la autoridad, suscitada entre Jesús y los notables del pueblo y en relación con el pasaje anterior sobre la expulsión de los mercaderes del templo. Para Jesús no es importante dar razón en nombre de quién está hablando. Como sí lo era para sus adversarios. A Jesús lo acompaña el testimonio de su propia vida, la coherencia entre su palabra y las actitudes que asume frente a los demás.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Sábado de la VIII Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 11,27-33.
Y llegaron de nuevo a Jerusalén. Mientras Jesús caminaba por el Templo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos se acercaron a él y le dijeron: "¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio autoridad para hacerlo?". Jesús les respondió: "Yo también quiero hacerles una sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas. Díganme: el bautismo de Juan, ¿venía del cielo o de los hombres?". Ellos se hacían este razonamiento: "Si contestamos: 'Del cielo', él nos dirá: '¿Por qué no creyeron en él?'. ¿Diremos entonces: "De los hombres'?". Pero como temían al pueblo, porque todos consideraban que Juan había sido realmente un profeta, respondieron a Jesús: "No sabemos". Y él les respondió: "Yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas".
Comentario
El Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre. Lo que hace este, eso mismo hace también el Hijo (Jn 5,19)....Sí, el Hijo realiza las obras del Padre; es por esto por lo que Él nos pide que creamos que es el Hijo de Dios. Él no se arroga ningún título que no le haya sido dado; ni en sus propias obras se apoya su reivindicación. No! Él da testimonio de que no son sus obras sino las de su Padre. Y Él atestigua también que el resplandor de sus obras le viene de su origen divino. Pero ¿cómo los hombres podrán reconocer en Él al Hijo de Dios, en el misterio de este cuerpo que ha asumido, en este hombre nacido de María?
Esto es para hacer penetrar en sus corazones la fe en que es el Señor quien lleva a cabo todas estas obras: « si hago las obras de mi Padre, aunque no me creáis a mí, creed a las obras » (Jn 10,38).
Si la humildad de su cuerpo es un obstáculo para creer en su palabra, Él nos pide que creamos en sus obras. En efecto, ¿por qué el misterio de su nacimiento humano nos impide percibir su origen divino?... « si no queréis creer en mí, creed en mis obras para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí y yo en el Padre»...
Tal cual es la naturaleza que Él posee por su origen; tal cual es el misterio de una fe que nos garantiza la salvación: no hay que dividir a aquellos que son uno, no hay que privar al Hijo de su naturaleza y proclamar la verdad del Dios vivo nacido de Dios vivo... « Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre» (Jn 6,57). « Porque, igual que el Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado también al Hijo tener vida en sí mismo» (Jn 5,26).
San Hilario (v. 315-367), Obispo de Poitiers y doctor de la Iglesia.
La Trinidad, VII, 26-27
La Trinidad, VII, 26-27
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