martes, 14 de mayo de 2013

“Ámense los unos a los otros: esto es lo que les mando”

¡Amor y paz!

Hoy recurrimos a un excelente método, la «lectio divina», y que nos permitirá aprovechar mejor la lectura del Evangelio, en el convencimiento de que Dios nos habla a través de su Palabra. Consta de cinco pasos (Al final del texto encontrarán un enlace que les permitirá entender mejor este método):

LECTURA
¿Qué dice el texto?
 • Leer el texto de manera atenta y respetuosa.
 • Detenerse (estar-reposar) sobre el texto.
 • Descubrir el mensaje de fe.

MEDITACIÓN
¿Qué me dice el texto?
 • Ponerse ante el espejo de la Palabra.
 • Interiorizar.
 • Ahondar en la propia vida.

ORACIÓN
¿Qué me hace decirle a Dios?
 • Orar la Palabra: pido, alabo, agradezco, suplico…

CONTEMPLACIÓN
 • Dios se me da a conocer con la experiencia del corazón.
 • Serenidad ante el misterio de Cristo.

COMPROMISO
¿Qué camino de vida me invita a tomar?
 • Ver la realidad con la mirada de Dios.
 • Configuración con Cristo y vida en el Espíritu.
 • Anuncio, compromiso y caridad.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, según el método de la ‘lectio divina’, en este martes en que celebramos la fiesta de San Matías, apóstol.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 15,9-17. 
Como el Padre me amó, así también los he amado yo: permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho todas estas cosas para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea completa. Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos, y son ustedes mis amigos si cumplen lo que les mando. Ya no les llamo servidores, porque un servidor no sabe lo que hace su patrón. Los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre. Ustedes no me eligieron a mí; he sido yo quien los eligió a ustedes y los preparé para que vayan y den fruto, y ese fruto permanezca. Así es como el Padre les concederá todo lo que le pidan en mi Nombre. Ámense los unos a los otros: esto es lo que les mando.
Lectio divina

1   1.  LECTURA

Como el Padre me ama así les amo yo a ustedes (v. 9) 

• Es el gran círculo del amor. El Padre ama al Hijo y éste nos ama. Todo comienza en lo más profundo del misterio de Dios. Del Padre es la iniciativa, al enviarnos gratuitamente a su Hijo.
• Así les amo yo a ustedes. Jesús nos regala el amor que él mismo experimenta. El amor divino ya tiene para nosotros rostro y palabras humanas en Jesús. Y su amor es total, hasta el extremo de dar su vida por nosotros.
• Permanezcan en mi amor. El amor, para muchos, consiste en la relación entre unos y otros. El discípulo de Jesús sabe y experimenta que el amor proviene de Dios. Él es la fuente, el manantial inagotable del amor. Por eso, no hay amor auténtico entre las personas, si no hay vivencia del amor que Dios nos regala.

    Mi mandamiento es éste: Ámense los unos a los otros como yo los he amado (v. 12) 

• La palabra y el contenido del amor queda devaluado con frecuencia en el trato humano. Se confunde amor con placer. Jesús nos da la verdadera prueba de que su amor es legítimo. Y esta prueba es su entrega hasta la muerte. Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único (Jn 3, 16).
• Dios es amor (1 Jn 4, 8). ¡Ésta es la gran definición de Dios! El Señor nos revela que es amor a través de la gran obra que realiza al enviarnos a su Hijo para nuestra salvación.

• Dios nos ha manifestado el gran amor que nos tiene enviando al mundo a su Hijo único, para que vivamos por él (1 Jn 4, 9).
• El amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero (1 Jn 4, 10).
• Comprendemos el mandamiento único de Jesús de “amarnos unos a otros”, cuando experimentamos que lo primero es su Amor entregado a nosotros. Para poder amar, tenemos que dejarnos amar por el mismo Dios. Y la respuesta a ese amor son nuestras obras.
• Si no hay amor no hay vida, no hay experiencia de la vida íntima de Dios.

 Para que participen en mi alegría (v. 11) 

• La verdadera alegría, como el auténtico amor, no se encuentra sino en Dios, en la vida íntima que nos trasmite Jesús el Hijo.
• Los humanos queremos encontrar la alegría en la abundancia de cosas. Nuestra alegría es frágil y pequeña. Por eso, Jesús, conociendo nuestro modo de ser, nos ofrece su alegría, que brota de sentirse amado por la Trinidad.
• La vida cristiana no hay que entenderla como una carga pesada de: mandamientos, preceptos, devociones, obligaciones, mortificaciones, prohibiciones. Todo lo contrario. Es camino de liberación de tanta cosa que nos roba la verdadera alegría: dinero, complejos, miedos, egoísmo... Sólo en Jesús encontramos la auténtica alegría.

Les elegí... para que den fruto (v. 16) 

• Éste es el deseo de Jesús: lo que hemos recibido gratuitamente, el tesoro que hemos recibido lo hemos de compartir con los demás. Gratis lo han recibido, entréguenlo también gratis (Mt 10, 8).
• El cristiano debe anunciar, con su testimonio de vida el gozo, que experimenta por dejarse amar del Señor en Jesús.

2. MEDITACIÓN (Qué me/nos dice la Palabra de Dios)

• Experimenta en ti mismo el gran amor que Dios te tiene. Siéntete invadido por ese océano que viene desde la intimidad de Dios.
• Recuerda la bonita definición de la Trinidad, que la dijo san Agustín: El Padre es el Amante, el Hijo es el Amado, el Espíritu Santo es el Amor.
• Tú estás sumergido en ese circuito del Amor que va del Padre al Hijo y que llega hasta ti, por el don del Espíritu, que es el Amor.
• En consecuencia: Ama y haz lo que quieras (San Agustín).
• ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿El sufrimiento, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? Porque estoy seguro de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni otras fuerzas sobrenaturales, ni lo presente, ni lo futuro, ni poderes de cualquier clase, ni lo de arriba, ni lo de abajo, ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro (Rom 8, 35-39).

4. ORACIÓN (Qué le respondo al Señor) 

• Gracias, Jesús, por el Amor que en mí has sembrado. Gracias, porque me siento hermano tuyo, y me has dado la mayor prueba de que me amas: el haberte entregado a la muerte por mí.
• Gracias, Padre, porque pensaste en mí con tu gran amor antes de la creación del mundo.
• Gracias, Espíritu. Tú eres el amor vivo, injertado en mi vida. Y Tú mueves mis pasos para que trasmita ese amor a mis hermanos.

5. CONTEMPLACIÓN

• A toda la Trinidad, en ese circuito de vida entre los Tres divinos, que es el Amor.
• A Jesús que viene a la tierra con su mejor regalo: el Amor.
• A Jesús que nos recomienda vivir y trasmitir el Amor.
• Al Espíritu que llega hasta ti para decirte las palabras del Padre: Tú eres mi hijo predilecto.

6. COMPROMISO

• Agradece al Señor el Amor recibido. Y en momentos difíciles, experimenta ese infinito Amor con que te envuelve la Trinidad.
• Escucha con frecuencia en tu interior: ¡Permanece en mi amor!

Fuentes: P. Martín Irure | Catholic.net