sábado, 19 de noviembre de 2016

«Son hijos de Dios e hijos de la Resurrección»

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sàbado de la 33a. semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Lucas 20,27-40. 
Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: "Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casadoy muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?".Jesús les respondió: "En este mundo los hombres y las mujeres se casan,pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán.Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque Él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él". Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: "Maestro, has hablado bien". Y ya no se atrevían a preguntarle nada. 
Comentario

 El matrimonio —como sacramento que nace del misterio de la redención y que renace, en cierto sentido, del amor nupcial de Cristo y de la Iglesia
 (cf Ef 5,22-23)— es una expresión eficaz de la potencia salvífica de Dios, que realiza su designio eterno incluso después del pecado y a pesar de
 la triple concupiscencia, oculta en el corazón de cada hombre, varón y mujer. (…) Como sacramento de la Iglesia, el matrimonio tiene índole de
 indisolubilidad. Como sacramento de la Iglesia, es también palabra del Espíritu, que exhorta al hombre y a la mujer a modelar toda su convivencia
 sacando fuerza del misterio de la «redención del cuerpo». (…) La redención del cuerpo significa… esa «esperanza» que, en la dimensión del matrimonio,
 puede ser definida esperanza de cada día, esperanza de la temporalidad. (…) 

 La dignidad de los esposos (…), se manifiesta en la conciencia profunda de la santidad de la vida, a la que los dos han dado origen, participando
 —como padres—, en las fuerzas del misterio de la creación. A la luz de la esperanza, que está vinculada con el misterio de la redención del cuerpo,
 esta nueva vida humana, el hombre nuevo concebido y nacido de la unión conyugal de su padre y de su madre, se abre a las «primicias del Espíritu»
 (ib., 8, 23) «para participar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios» (ib., 8, 21). Y si «la creación entera hasta ahora gime y siente
 dolores de parto» (ib 8, 22), una esperanza especial acompaña a los dolores de la madre que va a dar a luz, esto es, la esperanza de la «manifestación
 de los hijos de Dios» (cf. Rom 8, 19-23), la esperanza de la que todo recién nacido que viene al mundo trae consigo un destello. (…)
 A esto se refieren las palabras en las que Cristo se remite a la resurrección de los cuerpos…: «Son hijos de Dios, hijos de la resurrección».

San Juan Pablo II (1920-2005), papa 
Audiencia General del 01/12/1982 (Copyright © Libreria Editrice Vaticana)
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