¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este viernes 28 del Tiempo Ordinario, ciclo B.
Dios nos bendice…
1ª Lectura (2Tim 4,9-17a):
Dimas me ha dejado, enamorado de este mundo presente, y se ha marchado a Tesalónica; Crescente se ha ido a Galacia; Tito, a Dalmacia; sólo Lucas está conmigo. Coge a Marcos y tráetelo contigo, ayuda bien en la tarea. A Tíquico lo he mandado a Éfeso. El abrigo que me dejé en Troas, en casa de Carpo, tráetelo al venir, y los libros también, sobre todo los de pergamino. Alejandro, el metalúrgico, se ha portado muy mal conmigo; el Señor le pagará lo que ha hecho. Ten cuidado con él también tú, porque se opuso violentamente a mis palabras. La primera vez que me defendí, todos me abandonaron, y nadie me asistió. Que Dios los perdone. Pero el Señor me ayudó y me dio salud para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran los gentiles.
Salmo responsorial: 144
R/. Que tus fieles, Señor, proclamen la gloria de tu reinado.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te
bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus
hazañas.
Explicando tus hazañas a los hombres, la gloria y majestad de tu reinado. Tu
reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad.
El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente.
Versículo antes del Evangelio (Jn 15,16):
Aleluya. Yo os he elegido del mundo, dice el Señor, para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca. Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 10,1-9):
En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos,
y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde
él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad,
pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío
como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y
no saludéis a nadie en el camino.
»En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí
un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros.
Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el
obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que
entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en
ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’».
Comentario
Hoy, en la fiesta de san Lucas —el Evangelista de la
mansedumbre de Cristo—, la Iglesia proclama este Evangelio en el que se
presentan las características centrales del apóstol de Cristo.
El apóstol es, en primer lugar, el que ha sido llamado por el Señor, designado
por Él mismo, con vistas a ser enviado en su nombre: ¡es Jesús quien llama a
quien quiere para confiarle una misión concreta! «El Señor designó a otros
setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y
sitios a donde él había de ir» (Lc 10,1).
El apóstol, pues, por haber sido llamado por el Señor, es, además, aquel que
depende totalmente de Él. «No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no
saludéis a nadie en el camino» (Lc 10,4). Esta prohibición de Jesús a sus
discípulos indica, sobre todo, que ellos han de dejar en sus manos aquello que
es más esencial para vivir: el Señor, que viste los lirios de los campos y da
alimento a los pájaros, quiere que su discípulo busque, en primer lugar, el
Reino del cielo y no, en cambio, «qué comer ni qué beber, y [que] no estéis
inquietos. [Porque] por todas esas cosas se afanan los gentiles del mundo; y ya
sabe vuestro Padre que tenéis la necesidad de eso» (Lc 12,29-30).
El apóstol es, además, quien prepara el camino del Señor, anunciando su paz,
curando a los enfermos y manifestando, así, la venida del Reino. La tarea del
apóstol es, pues, central en y para la vida de la Iglesia, porque de ella
depende la futura acogida al Maestro entre los hombres.
El mejor testimonio que nos puede ofrecer la fiesta de un Evangelista, de uno
que ha narrado el anuncio de la Buena Nueva, es el de hacernos más conscientes
de la dimensión apostólico-evangelizadora de nuestra vida cristiana.
Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet (Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)
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