¡Amor
y paz!
De nuevo Jesús quiere
manifestar hoy su idea de que la ley del sábado está al servicio del hombre y
no al revés. Ayer, en ese día no se podía calmar el hambre; hoy, no se puede curar: el Señor se indigna ante la dureza del corazón humano.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la II Semana del
Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 3,1-6.
Jesús entró nuevamente en una sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo curaba en sábado, con el fin de acusarlo. Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: "Ven y colócate aquí delante". Y les dijo: "¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?". Pero ellos callaron. Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: "Extiende tu mano". El la extendió y su mano quedó curada. Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con él.
Comentario
Hoy, Jesús nos enseña que
hay que obrar el bien en todo tiempo: no hay un tiempo para hacer el bien y
otro para descuidar el amor a los demás. El amor que nos viene de Dios nos
conduce a la Ley suprema, que nos dejó Jesús en el mandamiento nuevo: «Amaos
unos a otros como yo mismo os he amado» (Jn 13,34). Jesús no deroga ni critica
la Ley de Moisés, ya que Él mismo cumple sus preceptos y acude a la sinagoga el
sábado; lo que Jesús critica es la interpretación estrecha de la Ley que han
hecho los maestros y los fariseos, una interpretación que deja poco lugar a la
misericordia.
Jesucristo ha venido a
proclamar el Evangelio de la salvación, pero sus adversarios, lejos de dejarse
convencer, buscan pretextos contra Él: «Había allí un hombre que tenía la mano
paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle»
(Mc 3,1-2). Al mismo tiempo que podemos ver la acción de la gracia, constatamos
la dureza del corazón de unos hombres orgullosos que creen tener la verdad de
su parte.
¿Experimentaron alegría los fariseos al ver aquel pobre hombre con la
salud restablecida? No, todo lo contrario, se obcecaron todavía más, hasta el
punto de ir a hacer tratos con los herodianos —sus enemigos naturales— para
mirar de perder a Jesús, ¡curiosa alianza!
Con su acción, Jesús libera también el sábado de las cadenas con las cuales lo habían atado los maestros de la Ley y los fariseos, y le restituye su sentido verdadero: día de comunión entre Dios y el hombre, día de liberación de la esclavitud, día de la salvación de las fuerzas del mal. Nos dice san Agustín: «Quien tiene la conciencia en paz, está tranquilo, y esta misma tranquilidad es el sábado del corazón». En Jesucristo, el sábado se abre ya al don del domingo.
Con su acción, Jesús libera también el sábado de las cadenas con las cuales lo habían atado los maestros de la Ley y los fariseos, y le restituye su sentido verdadero: día de comunión entre Dios y el hombre, día de liberación de la esclavitud, día de la salvación de las fuerzas del mal. Nos dice san Agustín: «Quien tiene la conciencia en paz, está tranquilo, y esta misma tranquilidad es el sábado del corazón». En Jesucristo, el sábado se abre ya al don del domingo.
Rev.
D. Joaquim Meseguer i García (Sant Quirze del Vallès-Barcelona, España)