martes, 31 de julio de 2012

Los justos brillarán como el sol en el Reino de Dios

¡Amor y paz!

Jesús mismo nos explica hoy la parábola que leíamos el sábado, la de la cizaña que crece junto al trigo en el campo. O sea, es él quien nos hace la homilía.

Dios siembra buena semilla, el trigo. Pero hay alguien -el maligno, el diablo- que siembra de noche la cizaña. A los discípulos, siempre dispuestos a cortar por lo sano, Jesús les dice que eso se hará a la hora de la siega, al final de los tiempos, cuando tenga lugar el juicio y la separación entre el trigo y la cizaña. Entonces sí, los «corruptores y malvados» serán objeto de juicio y de condena, mientras que «los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre» (José Aldazábal).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la XVII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,36-43.
Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: "Explícanos la parábola de la cizaña en el campo". Él les respondió: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles. Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga! 
Comentario

Podemos articular el presente relato evangélico en dos partes: la más extensa está constituida por la explicación de la parábola de la cizaña en el campo (vv 37-43) a la que preceden las circunstancias (v. 36) y la ocasión que la provoca.

Las circunstancias separan este pasaje del precedente. Jesús vuelve a la “casa” habiendo concluido la enseñanza a la multitud en la orilla del mar. Su auditorio se restringe a los discípulos que se acercan a pedir a Jesús una explicación sobre la parábola de la cizaña. En adelante Jesús parece dirigirse a todo hombre pero sólo a través del grupo de discípulos.

En la explicación hay un silencio significativo respecto a la enseñanza parabólica propuesta. Los servidores no son mencionados y el motivo de esta omisión es debida a dos razones fundamentales.

La primera motivación tiene su origen en que Jesús se dirige a un auditorio constituido por los discípulos que son quienes desempeñan el papel de los siervos en la parábola precedente. Pero, simultáneamente, se fundamenta el silencio porque la enseñanza respecto a la actitud paciente que debe adoptarse frente al mal deja su lugar a otra enseñanza más importante: la certeza del triunfo del bien sobre el mal y de la condena a la que estarán sujetos todos “los que practican la iniquidad” (v. 41).

Con esa finalidad, Jesús comienza explicando el significado de cada uno de los términos que se han mencionado en la parábola: “el que siembra la buena semilla...”, “el campo”, “la buena semilla”, “la cizaña”, el enemigo”, “la cosecha”, “los segadores” (vv. 37-39). Cada uno de ellos tiene su correspondencia en la realidad anunciada que se describe con un estilo apocalíptico construido con ayuda de Sof 1,3 y Dan 12,3.

De esa forma se describe la diversa suerte que toca a los “hijos” o ciudadanos del Reino y a los hijos o seguidores del Maligno.

Para estos últimos el futuro se describe en término de quema y de horno encendido. De esta forma se destruirán las amenazas a la salvación: “escándalos”. Por el contrario, la suerte destinada para el justo es semejante a la claridad del sol que ilumina el día.

El Reino de Dios ya está activamente presente en el mundo, pero su manifestación definitiva como Reino del Padre para los justos sólo sucederá “al fin de esta edad”. De este modo se hace una invitación a cada cristiano a tomar en serio la propia vocación ya que todo lo que no esté de acuerdo con el Reino será descartado en ese momento del futuro.

La intervención de Jesús desenmascara los escándalos y la iniquidad. Y el discípulo es conducido nuevamente delante de su Señor. De esta forma el Reino ya está presente y la auténtica problemática para todo hombre consiste en actuar como “hijo del Reino” o como “hijo del Maligno”.

Hoy también cada cristiano se encuentra enfrentado con dicha problemática, la misma que desafiaba a los contemporáneos de Jesús. De esta decisión presente depende su realización plenamente humana. De allí la necesidad de tomar en cuenta seriamente las palabras conclusivas de la parábola: “Quien tenga oídos, que escuche”.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)

lunes, 30 de julio de 2012

El Reino de Dios se instaura desde la vida cotidiana


¡Amor y paz!

A la imagen del campo sembrado se añaden hoy las parábolas del granito de mostaza y de la levadura. El Reino de Dios se manifiesta de manera muy sencilla, es una realidad casi imperceptible. Sin embargo, a medida que crece muestra sus frutos. Las dos parábolas ilustran esta verdad.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes XVII del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,31-35.
También les propuso otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas". Después les dijo esta otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa". Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo.
Comentario

Estamos acostumbrados a deslumbrarnos ante los grandes acontecimientos y las cosas extraordinarias y despreciamos la fuerza de lo pequeño. En cambio el proceder de Dios es diferente: se manifiesta siempre en lo que no cuenta, en lo que es insignificante, en lo cotidiano, en lo pequeño. De ahí que al ser humano le cuesta mucho descubrir por dónde va Dios, y pretende encontrarlo aplicando sus propios criterios.

El profeta, en el Antiguo Testamento, buscaba a Dios en la tormenta o en una manifestación fuerte de la naturaleza, pero sólo lo encontró en la brisa suave. Un gran edificio comienza en la base, un gran discurso comienza con una palabra, los grandes movimientos sociales empiezan por ser la idea de unos cuantos que poco a poco van contagiando a otros. Jesús sabe que el Reino no se instaura a partir de un acontecimiento extraordinario, sino a partir de la vida cotidiana vivida en la dimensión de la justicia y del amor.

El grano de mostaza es insignificante pero tiene por dentro la capacidad de producir la vida. Al estar dentro de la tierra tiene la fuerza suficiente para irrumpir, brotar hacia arriba y convertirse en árbol y poder abrigar a los pájaros del cielo. Pero este proceso requiere de tiempo. A veces somos demasiado impacientes y más aún en estos nuestros días en que se espera eficiencia, rendimiento y utilidad en el menor tiempo posible. Los avances tecnológicos han encontrado la forma de acelerar muchos procesos. Nos hemos vuelto más impacientes, hemos ido perdiendo la capacidad de esperar.

Quien acepta el Reino de los Cielos debe comenzar desde lo de simple e insignificante, pero apuntando con fuerza hacia el ideal de mejorar la capacidad de producir, de mantener y de recrear la vida en el amor y en la justicia. La comparación de la levadura es semejante a la del grano de mostaza aunque también tiene sus diferencias. Ambos nos indican lo que sucede al interior de las personas, recordándonos que la fuerza que transforma y hace crecer viene de adentro. Pero también es un reto para los cristianos, que deben ser como el grano de mostaza y la levadura, para el mundo.

Servicio Bíblico Latinoamericano

domingo, 29 de julio de 2012

La Eucaristía, clave de la solidaridad cristiana

¡Amor y paz!

Para nosotros, cristianos, la clave de la solidaridad está en la Eucaristía, el misterio y milagro que celebramos ininterrumpidamente y que apenas si comprendemos y valoramos. Ya no se trata de que Dios multiplique el pan para darnos de comer, Dios mismo se hace pan en Jesús para ser el alimento que sacia el hambre de pan y todas las hambres del hombre. La Eucaristía es el misterio del amor y de la solidaridad del Hijo de Dios con los hombres. Es también el signo de la solidaridad de los hombres entre sí y de todos con Dios. Jesús vino al mundo para que tengamos vida y la tengamos holgadamente.

Por eso vino y comenzó por hacerse solidario de los pobres, de los que tiene hambre y sed, de los que sufren, de los que luchan por la paz, de los que son perseguidos y marginados. En Jesús, Dios se ha hecho el prójimo de todos los hombres, para que ningún hombre quede al margen de la solidaridad. Un día sentenciará que tuvo hambre y sed, y no le dimos pan ni agua. Y no lo hicimos con Dios, porque no lo hacemos con el vecino, con el extranjero, con cualquiera. El que no ama al prójimo, al que ve, que no diga que ama a Dios, al que no ve (Eucaristía 1988, 35).

Los invito, hermanos, a leer y meditar las lecturas de la Palabra de Dios que serán proclamadas en las Eucaristías de este Domingo XVII del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Segundo Libro de los Reyes 4,42-44. 
Llegó un hombre de Baal Salisá, trayendo al hombre de Dios pan de los primeros frutos: veinte panes de cebada y grano recién cortado, en una alforja. Eliseo dijo: "Dáselo a la gente para que coman". Pero su servidor respondió: "¿Cómo voy a servir esto a cien personas?". "Dáselo a la gente para que coman, replicó él, porque así habla el Señor: Comerán y sobrará". El servidor se lo sirvió: todos comieron y sobró, conforme a la palabra del Señor. 
Carta de San Pablo a los Efesios 4,1-6.
Yo, que estoy preso por el Señor, los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido. Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor. Traten de conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz. Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a la que ustedes han sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida. hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos. 
Evangelio según San Juan 6,1-15.
Después de esto, Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía curando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: "¿Dónde compraremos pan para darles de comer?". Él decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer. Felipe le respondió: "Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan". Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: "Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?". Jesús le respondió: "Háganlos sentar". Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran uno cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron. Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: "Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada". Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada. Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: "Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo". Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña. 
Comentario

El signo que agrupa el contenido temático de la liturgia de la Palabra de este domingo es el de la multiplicación de los panes, en la primera y tercera lecturas. Es un signo que tiene especial importancia, hasta el punto de que es uno de los pocos narrados por los cuatro evangelistas. En Juan, está un tanto recortado y acomodado en función de la unidad temática del "pan de vida". Por ello podríamos glosarlo tomando toda la riqueza de detalles que aparecen, por adición, en la narración de los cuatro evangelistas (Jn. 6, 1-15; Mt. 14, 13-21; Mc. 6, 32-44; Lc., 9, 10-17).

El signo de la multiplicación de los panes aparece acompañando la enseñanza de Jesús. Es en el contexto del servicio de la Palabra de Jesús donde se le presenta la ocasión de atender materialmente a la gente. Pero Jesús, como primera reacción ante la gente, se pone a instruirlos largamente (Mc. 6, 34). Jesús no da sin más las cosas hechas: instruye por la palabra a la multitud para que ella misma adopte una actitud con sus discípulos. Y se trata de una instrucción larga, con calma, con paciencia. Jesús, con la misma pedagogía de Dios, no es un inmediatista, no se obsesiona con resultados inmediatos. Sabe que la solución de los problemas es larga.

El tiempo pasa y el problema se presenta: el pueblo tiene hambre. Reacción de los discípulos: "Despídelos para que puedan ir a las aldeas vecinas a comprar para comer" (Mc. 6, 35; Mt 14, 15; Lc. 9, 12). Muchas veces, cuando nuestras comunidades cristianas se encuentran con los problemas del pueblo, sienten la tentación de hacer lo mismo: despedir al pueblo, hacer que se vaya para que arregle sus problemas, como si la Iglesia y el Reino de Dios no tuviesen nada que ver con las condiciones económicas, políticas y sociales de nuestra gente. La Palabra de Dios -siguen pensando muchos discípulos hodiernos (del día de hoy, del tiempo presente) - alimenta el espíritu, pero no sirve para nada ante una multitud hambrienta. Los discípulos han escuchado pacientemente la Palabra de Jesús, pero se quedan impotentes ante el hambre del pueblo: no ven relación entre la Palabra de Dios y el hambre del pueblo. ¿Qué pueden hacer los cristianos ante un pueblo que pasa hambre? Jesús, sin embargo, no es un palabrero idealista, y no acepta la sugerencia de los discípulos: "Dadles vosotros de comer".

Jesús les está diciendo en el fondo: ¿De qué sirve predicar y no hacer nada para mejorar las condiciones de vida del pueblo?, ¿de qué vale la fe sin obras? Y los discípulos reaccionan entonces dentro de las coordenadas de un sistema social donde el alimento del pueblo no puede ser visto sino como una mercancía y, por tanto, como objeto de compra, con dinero: "doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo". La necesidad del pueblo está más allá de las posibilidades de los seguidores de Jesús. Para ellos, la única manera de solucionar el problema está dentro de las reglas del juego del sistema económico-social ya existente. Como si la relación hombre-dinero-alimento fuese tan natural como el derecho a vivir.

Pero Jesús no quiere saber cuánto dinero tienen ellos para comprar. Rompe las reglas del sistema. E introduce una nueva manera de obrar. Pregunta qué cosas tienen ellos para poder dar a los otros: "¿Cuántos panes tenéis? Id a ver" (Mc. 6, 38). Es clara la diferencia: comprar con dinero- dar lo que se tiene.

"Cinco panes y dos peces". Poco tenían, a primera vista. Pero cinco más dos es igual a siete. Y siete es un número que en la Biblia significa "muchos", como hoy el número ocho tumbado significa "infinito". Lo poco que se tenga puede ser mucho según cómo se utilice y se comparta. Las matemáticas de Dios son distintas.

Entonces Jesús les manda que se sienten y se acomoden en grupos (Mc. 6, 39-40). Para poder dar una solución a sus problemas, el pueblo debe organizarse. Sin organización comunitaria no hay solución para los problemas.
Jesús toma los panes y los peces y levanta los ojos al cielo. Cuenta con el poder de Dios, no con el poder humano o con el poder del dinero. Recita la bendición y hace que se reparta y comparta todo lo poco (?) que se tiene en la comunidad. Y se saciaron. Y sobraron doce canastas.

El modo de obrar de Jesús con el pueblo es de quien quiere liberarlo de toda necesidad física (curaciones de enfermedades), económica (multiplicación de los panes) y espiritual (felices los limpios de corazón). La multiplicación de los panes es la negación del sistema económico donde los bienes necesarios para la vida humana son propiedad de unos pocos, donde cualquier mercancía sólo puede ser adquirida con dinero. Jesús introduce el sistema del don, del compartir, de la comunión, del desprendimiento, de la acogida de las necesidades de todos los hambrientos, de la socialización. La palabra de Jesús produce un cambio de mentalidad por el que, ante las necesidades vitales del pueblo, nadie se reserva para sí en propiedad lo que pertenece a todos. Con él, el pueblo es propietario de todos los bienes, que reparte entre sí. Y esta nueva justicia, este nuevo orden económico, sin duda que es una buena nueva para todos nosotros. Hace falta solamente acogerla con corazón sincero.

DABAR 1979, 43

sábado, 28 de julio de 2012

Dios espera con paciencia la conversión del pecador

¡Amor y paz!

Luego de la Parábola del Sembrador, Jesús nos relata hoy otra relacionada con el campo: la cizaña crece mezclada con el trigo porque de noche, cautelosamente, se acercó el Maligno y sembró las semillas del mal en medio de las semillas sembradas por Jesús. La actitud del Maligno es crear confusión en medio del campo, tratando de llamar al mal bien, y al bien mal. Este anti-sembrador del Reino de Dios sabe muy bien, porque es astuto como los hijos de las tinieblas, cuál es el momento oportuno y está al acecho para sembrar el mal.

Las dos semillas, la cizaña y el trigo, crecen juntas en medio de las realidades concretas del campo; se entremezclan sin diferencia alguna; por eso es necesario dejarlas que crezcan una al lado de la otra para evitar que, recogiendo la cizaña, se arranque con ella también el trigo. Ya llegará el momento de la siega donde se podrá encontrar la diferencia, porque al germinar el trigo la diferencia es evidente, el fruto permitirá reconocer quién es quién. Dar fruto o fructificar, en la mentalidad del Evangelio, permite distinguir lo bueno de lo malo y la supremacía de lo uno sobre lo otro (Diario Bíblico. Cicla). 

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la XVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,24-30.
Y les propuso otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: 'Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?'. El les respondió: 'Esto lo ha hecho algún enemigo'. Los peones replicaron: '¿Quieres que vayamos a arrancarla?'. 'No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero'". 
Comentario

a) Otra parábola tomada del campo y también relacionada con la semilla: el trigo que crece mezclado con cizaña.

Jesús les da a sus discípulos una lección de paciencia. Dios ya sabe que existe el mal, pero tiene paciencia y no quiere intervenir cada vez, sino que deja tiempo para que las personas cambien.

A lo largo del evangelio hay momentos en que los apóstoles se muestran impacientes e intolerantes. Como cuando en un pueblo no les recibieron: «Maestro, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo?». Juan el Precursor también usaba un lenguaje duro: «ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego» (Lc 3,9). Pero Jesús mostró paciencia con los pecadores, y contó la parábola de la higuera a la que el dueño, antes de darla definitivamente por estéril, le concedió tiempo para ver si daba fruto.

El jueves de la próxima semana leeremos otra parábola de Jesús, la de la red del pescador que recoge peces buenos y malos, con la misma lección de paciencia que la de hoy.

b) En este mundo -y también en la Iglesia y dentro de cada uno de nosotros- conviven, de momento, el bien y el mal. Conviene que lo recordemos y no nos pongamos nerviosos.

Jesús nos dice que hay quien siembra cizaña en su campo. Más adelante (lo leeremos el martes de la semana próxima), él mismo nos explicará la parábola. Él habla de «un enemigo» que actúa de noche. No hay que extrañarse de que existan fuerzas opuestas al Reino de Jesús. Hay que tener paciencia y serán poco más tolerantes, no ser demasiado precipitados en nuestros juicios ni dejarnos llevar de un excesivo celo, queriendo arrancar a toda costa la cizaña. Si Dios tiene paciencia y concede a todos un margen de rehabilitación, ¿quiénes somos para desesperar de nadie y para tomar medidas drásticas, con un corazón sin misericordia?

Sí, pero ¿y el escándalo? ¿Y el mal que pueden hacer los «malos» en la comunidad? No es que Jesús nos invite a no luchar contra el mal, o que no nos advierta que hemos de saber discernir lo que es trigo y lo que es cizaña, lo que son ovejas y lo que son lobos. Sino que nos avisa que no seamos impacientes, que no condenemos ni tomemos la justicia por nuestra mano. 

Eso lo dejamos a Dios, para cuando él crea llegado el momento, «cuando llegue la siega». Y, por tanto, no nos ponemos en una actitud de queja continua ni de condena sistemática de los demás, buscando una comunidad perfecta y elitista, o como los fariseos, que se creían los perfectos y juzgaban a los demás.

Dios no es ciego. Ve el mal, ve a los malos. Pero tiene paciencia. Todo tiene su tiempo.

Jesús come con los pecadores y publicanos, y consigue, a veces, su conversión. El Reino ya está actuando, aunque no lo parezca y conviva, de momento, con el mal. La Iglesia no es la comunidad de los ya perfectos. Es la comunidad de los que van camino de la salvación, luchando contra el mal en sí mismos y en el mundo. Con respeto a la situación personal y al ritmo de maduración de cada uno. Como hizo Jesús.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 187-191

viernes, 27 de julio de 2012

El que lee la Palabra y la comprende produce fruto

¡Amor y paz!

Desde el comienzo del cristianismo, se han experimentado innumerables decepciones con personas que comienzan a seguir a Jesús con mucho entusiasmo y luego decaen hasta alejarse por completo para correr detrás de cualquier novelería.

La vida espiritual languidece o se fortalece según nuestra actitud frente a la Palabra de Dios. Esto lo plantea hoy el mismo Jesús al explicar la Parábola del Sembrador. La "buena semilla" se refiere a las personas y comunidades que se esfuerzan por comprender la Palabra, se entusiasman y ese entusiasmo permanece. Enfrentan la vida sin dejarse ahogar por el activismo y el afán de lucro.

Que la lectura de la Palabra no se convierta en una acción mecánica, sino en un proceso espiritual cada vez más comprometido, que reconozca en ella el riquísimo alimento que nos une más a Dios, nos alienta a superar los obstáculos, a asimilar los triunfos y, en fin, a entender y sortear las diferentes situaciones de la vida.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la XVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,18-23.
Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador. Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino. El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe. El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto. Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno". 
Comentario

Jesús nos dará hoy un ejemplo de esa interpretación espiritual necesaria para entender el significado de las parábolas. Compara a los hombres con cuatro clases de terreno: la misma simiente, la misma Palabra divina, dan resultados más o menos profundos según la respuesta subjetiva que acordamos a la Palabra.

1º El que oye la palabra del reino y no la comprende...

Las palabras materiales del evangelio han sido oídas o leídas; pero a la manera de una "lectura ordinaria".

El evangelio es una palabra viva: el autor del evangelio, el que nos habla a través de las palabras, está vivo HOY... Se dirige a mí. No es pues ante todo una colección de ideas o de bonitos pensamientos, es el "encuentro con alguien".

En una meditación sobre el evangelio, hay que hacerse siempre esta pregunta: ¿qué descubro de ti, Señor, a través de este pasaje evangélico?

2º El que recibe el mensaje con alegría; pero no tiene raíces, es el hombre inconstante: cuando surge la dificultad o persecución, falla.

Algunos empiezan a meditar con entusiasmo, pues es verdad que al principio se suele encontrar mucha consolación en la oración. Pero es necesario perseverar. No basta seguir a Dios, cuando esto resulta agradable y fácil... también en la prueba y en la noche del espíritu es necesario perseverar.

Hay un conocimiento profundo de Dios que no se adquiere más que con una larga e incansable frecuencia con el evangelio, leído, meditado y vuelto a meditar. Jesús se nos revela en esta frase como un hombre perseverante, que no se contenta con nuestros fervores pasajeros: espera nuestras fidelidades.

3º El que escucha la palabra, pero el agobio de esta vida, y la seducción de la riqueza la ahogan y se queda estéril.

Hay que saber elegir. "No podéis servir a la vez a Dios y al dinero" (Mateo 6, 24). 

El descubrimiento de Dios es una maravillosa aventura que implica nuestra entrega y compromiso total: las preocupaciones mundanas, el agrado del placer, el afán de riqueza ¡pueden ahogar la Palabra de Dios! Hemos sido advertidos suficientemente y además tenemos de ello experiencia.

Sobre la riqueza, Jesús tiene una palabra reveladora: habla de la "ilusión de la riqueza"... "del engaño de la riqueza"...

La riqueza es un falso amigo: promete mucho y decepciona también mucho.

4º El que escucha el mensaje y lo entiende; ése sí da fruto y produce en un caso ciento, en otro sesenta, en otro treinta.

Jesús nos ha advertido: la cosecha es maravillosa... pero la siembra es difícil. No hay recolección sin trabajo. Los labradores de Palestina lo sabían bien por experiencia.

El Reino de Dios es semejante a esto.

Es una invitación a la esperanza y al optimismo: ¡un solo grano de trigo puede producir cien granos! Es una invitación al trabajo y a la oración y esto depende de nosotros.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 88 s.

jueves, 26 de julio de 2012

¿Por qué habla Jesús en parábolas?


¡Amor y paz!

Jesús conoce el misterio del Reino, Él sabe que las cosas del Espíritu necesitan una cierta sensibilidad para poderlas captar. Las parábolas reflejan nuestro mundo simbólico, son expresión de lo que sucede al interior del ser humano, son la forma más apropiada que Jesús ha encontrado para transmitirnos su propia vivencia de Dios. A todos no les es dado conocer el lenguaje del Espíritu. Pudiéramos pensar que Dios es selectivo, que Dios excluye porque sólo da su Espíritu a quienes El quiere. 

Pero hay algo que debemos tener en cuenta y es la libertad humana: Dios no nos obliga a aceptarlo. Los hombres y mujeres se excluyen libremente de participar en la propuesta que Dios hace, pero también, cuando abren su corazón y se disponen a la acción de Dios, Dios mismo hace que lo comprendan con más facilidad.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la XVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,10-17.
Los discípulos se acercaron y le dijeron: "¿Por qué les hablas por medio de parábolas?". Él les respondió: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no.  Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán, Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure. Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.
Comentario

La enseñanza que Jesús comparte con el pueblo y con los discípulos  se        basa en las vivencias de la vida cotidiana, en las tradiciones narrativas populares y en su increíble capacidad de crear historias. Jesús no enseña como los escribas, los fariseos o los levitas. Su forma de "hablar con autoridad" cautivó desde el comienzo de la misión a la gente sencilla e, incluso, a las personas más instruidas.

Jesús vio su particular forma de enseñar como una gracia del Padre. Una bendición que reciben los sencillos para descubrir las revelaciones de Dios. Los "sabios" y poderosos estaban tan entretenidos con sus cargos, dignidades y saberes que difícilmente prestarían oído a un campesino galileo. Su actividad los embotaba tanto que su entendimiento estaba confundido y su corazón obstinado.

Contra esta cerrazón de mente, corazón y manos se dirige Jesús. Él quiere que las personas se abran a Dios comprendiendo a través de las cosas sencillas las maravillas que obra Dios en el mundo. Habla a los corazones que se han cerrado al sufrimiento ajeno para que cambien de actitud. Solicita la colaboración de nuestras manos para que transformemos las realidades contrarias al designio de Dios.

Hoy debemos volver a la pedagogía de Jesús. Necesitamos recuperar nuestra capacidad para "contar" la buena nueva de manera atractiva, bella y sencilla. Debemos procurar que nuestras catequesis y liturgias no se conviertan en pesados fardos que emboten el entendimiento y cierren el corazón. Precisamos estar despiertos para percibir en la realidad los signos de los tiempos y es urgente tener nuestras manos libres para transformar este mundo en un mundo de hermanos.

Servicio Bíblico Latinoamericano

miércoles, 25 de julio de 2012

Si con la fe buscamos privilegios, la volvemos peligroso fanatismo

¡Amor y paz!

Hoy es un día para recordar y para orar. Recordar que fue de España de donde recibimos el precioso legado de nuestra fe, así como la lengua y la cultura, entre otros muchos bienes. Y es un día para orar, porque la Madre Patria, aquella que nos enseñó a conocer y amar al Dios Trinitario, a venerar a María Santísima, a celebrar los sacramentos, especialmente la Sagrada Eucaristía, está atravesando una grave crisis. No sólo es la crisis que deriva de la mala conducción de la economía sino, sobre todo, la que surge del debilitamiento de los valores cristianos que forjaron la identidad, no solo española, sino de toda Europa.

Y lo planteo así hoy, porque celebramos la fiesta del apóstol Santiago, Patrón de España, un acontecimiento de fe, pero que también representa mucho de la tradición, la historia y el folklore de esa nación.

Hoy por mí, mañana por ti, como reza el dicho. Ayer, España oró por nosotros y nos enseñó a orar. Hagámoslo hoy por ella, para que salga pronto de esta horrible noche, enderece su economía y vuelva a ser el faro cristiano que siempre fue.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 20,20-28.
Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo. "¿Qué quieres?", le preguntó Jesús. Ella le dijo: "Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda". "No saben lo que piden", respondió Jesús. "¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?". "Podemos", le respondieron. "Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre". Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud". 
Comentario

Ser cristiano no puede ser un pretexto para situarse bien en el mundo, para escalar  primeros puestos o acceder a desmedidos privilegios. Cuando la religión se degrada a esos  menesteres, la fe fácilmente deriva en pseudo-creencia o en peligroso fanatismo.

Ser cristiano es seguir a Xto, no fabricarse hermosas ensoñaciones o atesorar buenos  deseos. Seguir a Xto es acompañarle, de momento, en su subida a Jerusalén, la ciudad que  asesina a los profetas y a los enviados de Dios, porque le estorban e incordian.

Quizá en otros tiempos, no muy lejanos, pudo resultar bien visto o cosa de buen tono el  ser y aparecer como cristiano. Hoy día no es así. Incluso hoy, en un clima de libertad  religiosa, puede resultar enojoso el tener que hacer frente a un cierto revanchismo de otros  tiempos. Como dice Pablo, en la carta a los corintios que hemos leído (2Co/04/07-15),  pudiera parecer a veces que nos atosigan por todas partes, aunque no pueden hundirnos;  pudiera parecernos que se nos ríen y burlan, aunque no pueden desanimarnos; y podría  suceder que sintiéramos incluso una cierta persecución o campaña en contra, aunque no  puedan aniquilarnos.

¿Podemos beber el cáliz? ¿Estamos dispuestos a afrontar todo por amor a Jesús y por su  evangelio? El desafío cristiano espera de nosotros una respuesta generosa y reflexiva,  como la de los hijos del trueno: "podemos". 

La fe es una opción, una respuesta incondicional  a la palabra de Dios, un sí rotundo a la llamada de Jesús. Y hoy, al recordar y celebrar con  Santiago nuestra llamada a la fe, es momento propicio para renovar nuestro compromiso.  Aunque, tal vez adoctrinados por nuestra propia experiencia, tenemos que matizar nuestro  entusiasmo y contar, sobre todo, con la gracia de Dios. Porque podemos ser fieles al  evangelio, pero no sin la gracia de Dios.

Necesitamos, más que nunca, sentirnos unidos en su Iglesia y a su Iglesia. Es demasiado  peligroso ese esnobismo, demasiado frecuente en nuestro tiempo, de hacer alarde de  cristianismo y de menosprecio a la Iglesia. No podemos prescindir de la mediación de la  Iglesia, querida por Jesús. También resulta temerario ese prurito de ser fieles al evangelio,  menospreciando las prácticas sacramentales, la misa, la oración, como si todo se redujera  sólo a una lucha por la justicia, a un compromiso meramente temporal.

Debemos recordar que sólo podemos ser cristianos con la gracia de Dios. Y la primera  gracia de Dios es su Iglesia. (...).

Celebrar la eucaristía es comer el pan y beber el cáliz. Con ese gesto de comunión  significamos nuestra comunión con Jesús y con los hermanos. Comulgamos, pues, con la  causa de Jesús. Así damos sentido a nuestra fe y nos enrolamos en la misión de la Iglesia, fundada sobre los apóstoles. La fiesta de Santiago, el apóstol de Jesús, el primer testigo de entre los apóstoles, será un motivo de gozo y de alegría para todos, si todos estamos como  él, como el hijo del trueno, dispuestos a apurar el cáliz de Jesús hasta el fin. Y podemos  hacerlo, si queremos, porque la gracia de Dios está con nosotros. 

EUCARISTÍA 1985, 34

martes, 24 de julio de 2012

¿Las noticias confirman que somos la familia de los hijos de Dios?

¡Amor y paz!

Jesús en el Evangelio nos plantea hoy una nueva relación entre los seres humanos, la familia de los hijos de Dios. No se desconoce ni subvalora a la familia tradicional, pero la trasciende, porque surge del hecho de que somos hijos de Dios y que, por lo tanto, todos somos hermanos.

No es sino pasar revista a las noticias diarias –sobre todo a las más recientes-- y nos daremos cuenta de si estamos o no siendo verdaderamente la familia de los hijos de Dios.

Es hora de preguntarnos qué nos corresponde hacer a cada uno de nosotros para acatar la voluntad de Dios.

Los invito, hermanos, a leer y medita el evangelio y el comentario, en este martes de la XVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 12,46-50.
Todavía estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de hablar con él. Alguien le dijo: "Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte". Jesús le respondió: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?". Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: "Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre". 
Comentario

“(…) El Movimiento FRATRES es la concreción de una idea, fruto de la oración y la reflexión, sobre el estado de la sociedad actual, cada vez más descristianizada y alejada de Dios. Las consecuencias son alarmantes: aumentan el egoísmo, la violencia, la desconfianza, la injusticia, la corrupción… Algunos son solidarios durante ciertas campañas y momentos coyunturales, pero bien pronto vuelven a encerrarse en su egoísmo.

La sociedad en la que nos correspondió vivir ha hecho caso omiso de los valores del Evangelio y, lo peor, muchos de los que se dicen creyentes lo son sólo de apariencia, de prácticas externas, pero, en todo caso, no confirman con su vida lo que dicen con sus palabras. El Mahatma Gandhi se quejaba de que los cristianos son como piedras de río: mojados por fuera, pero secos por dentro.

La Iglesia y la sociedad requieren de personas y comunidades que se comprometan con la causa de Cristo y su Evangelio. Que trabajen por los más necesitados, no sólo de pan material sino de pan espiritual y de amor, de ese sentimiento hoy tan manoseado y desnaturalizado, pero que recobra su dimensión creadora y constructora cuando se vincula a Dios, fuente y nutriente del verdadero Amor.

La propuesta, entonces, es constituir la Fundación o Movimiento FRATRES, que en latín significa 'hermanos', la calidad de los hijos de Dios, un distintivo que fundamenta nuestra dignidad.

Si somos 'Hermanos de verdad' --así dice el eslogan del Movimiento-- trabajaremos como verdaderos prójimos (próximos) con los demás, tendremos relaciones más amables, levantaremos las cortinas de indiferencia que existen entre los seres humanos, nos respetaremos a nosotros mismos y a los que nos rodean; seremos constructores de la paz y la convivencia; seremos proactivos en la práctica del bien y no nos contentaremos con no hacerle mal a nadie; seremos verdaderos hijos de Dios y discípulos de Cristo y no sólo compañeros, camaradas, amigos, vecinos, colegas, 'cuates', 'parces', socios, conocidos, aliados… El ser FRATRES le da una nueva dimensión a nuestra relación, porque la vinculamos con Dios, nuestro Padre (…)”.

Luis Felipe Salamanca Castillo
Del documento fundante del Movimiento FRATRES
http://fratres-propuestas-acciones.blogspot.com/

lunes, 23 de julio de 2012

No hay peor ciego que el que no quiere ver


¡Amor y paz!

A Jesús no le gustaba que le pidieran milagros. Los hacía con frecuencia, por compasión con los que sufrían y para mostrar que era el enviado de Dios y el vencedor de todo mal. Pero no quería que la fe de las personas se basara únicamente en las cosas maravillosas, sino, más bien, en su palabra: «si no véis signos, no creéis» (Jn 4,48).

Además, los letrados y fariseos que le piden un milagro ya habían visto muchos y no estaban dispuestos a creer en él, porque cuando uno no quiere oír el mensaje, no acepta al mensajero. Le interpretaban todo mal, incluso los milagros: los hacía «apoyado en el poder del demonio». No hay peor ciego que el que no quiere ver (José Aldazábal).

Sin embargo, Jesús hace ver que hay un signo fundamental, el de su muerte y resurección, y por eso hace un símil con el caso de Jonás: "Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches".
 
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la XVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga,,,

Evangelio según San Mateo 12,38-42.
Entonces algunos escribas y fariseos le dijeron: "Maestro, queremos que nos hagas ver un signo". El les respondió: "Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro que el del profeta Jonás. Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches. El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien que es más que Jonás. El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien que es más que Salomón. 
Comentario

-Algunos escribas y fariseos interpelaron a Jesús: "Maestro, queremos ver un signo hecho por ti".

Siempre estamos tentados de hacer a Dios esta pregunta.

Efectivamente, ¿por qué Dios no escribe claramente su Nombre en el cielo? ¿por qué no nos da una prueba manifiesta de su existencia... de manera que la duda resulte imposible?

¡Los ateos y los paganos se verían entonces obligados a inclinarse! ¡Y los fieles se tranquilizarían! ¿Por qué Dios no hace este signo? Sencillamente, porque Dios no es lo que pensamos.

Si Dios se manifestara en un "signo del cielo" maravilloso, no sería ya el Dios que ha elegido ser: ese Dios, servidor de los hombres para merecer su amor. Dios no quiere quebrantar al hombre. No quiere obligar al hombre a fuerza de Poder y de maravillas. Dios ha querido respetar la libertad que dio al hombre. Dios ha elegido ganarse el amor del hombre, muriendo, en Cristo, por él.

Dios es un Dios de amor, y estamos siempre tentados a atribuirle otro papel.
-No se os dará otra señal que la de Jonás.

Jonás estuvo retenido tres días "en la muerte", luego fue salvado por Dios y enviado a Nínive para que predicase la conversión.

He ahí la única "señal" que Dios quiere dar:

-Así también el Hijo del hombre estará tres días en el seno de la tierra.
La "señal de Dios es:

la muerte de Jesús...

la resurrección de Jesús...

la conversión y la salvación de los paganos.

Es decir, el misterio pascual.

-En el juicio se alzarán los habitantes de Nínive... Y la reina de Saba... al mismo tiempo que esta generación, y harán que la condenen, pues ellos se arrepintieron con la predicación de Jonás, y hay algo más que Jonás aquí.

Nínive, capital de Asiria, era el símbolo de la ciudad pagana, llena de orgullo y corrupción. Jesús la pone como ejemplo a los fariseos que se tienen por justos y seguros de sí mismos: sí, algunos paganos están más cerca de Dios que ciertos fieles... Jesús anuncia que los paganos, al convertirse, ocuparán el lugar de los hijos de Israel, e incluso participarán en la sentencia final del Juicio.

Este signo de salvación que Dios ofrece a todos los hombres, a todas las razas, a todos aquellos que todavía no lo han oído... ¿somos capaces de reconocerlo a nuestro alrededor?

Pedimos "signos" a Dios. Nos los da; pero no sabemos verlos. No sabemos interpretarlos.

Quisiéramos nuestra clase de signos, que nosotros pudiéramos juzgar e interpretar, signos que correspondan a nuestras referencias y a nuestros deseos. Sin embargo el mundo y la historia están llenos de signos de Dios.

Uno de los objetivos de la "revisión de vida" es el de aprender los unos de los otros a ver y "leer los signos de Dios en los acontecimientos": Dios trabaja en el mundo... en el que el misterio pascual continúa realizándose.

Dios nos da signos; pero son signos discretos: se puede fácilmente pasar junto a ellos y no verlos.

¡Danos, Señor, ojos nuevos!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTÉS A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 80 s.