domingo, 22 de diciembre de 2013

Aviso: ‘Se necesitan hombres justos’

¡Amor y paz!

Nos encontramos a las puertas de la Navidad y en el evangelio de hoy aparece la figura de José con una clara intención: separarse de María en secreto, pues ella esperaba un niño antes de vivir juntos.

José está confundido: él sabe cuál es la situación de María y no alcanza a comprender en qué consiste el misterio que encierra la acción de Dios, que María le ha confiado. Es más: no quiere interferir en los planes del Señor y opta por retirarse.

Será el ángel del Señor quien en primer lugar le confirme que la maternidad de María es obra de Dios. La encarnación del Hijo de Dios en el seno de María se realiza mediante una concepción virginal por obra del Espíritu Santo y él tiene parte activa en esta obra de Dios y su misión será ser el padre del niño que nacerá de María, su esposa.

José supera la prueba que se ha presentado a su fe en el Dios de Israel y decide entrar en la oscuridad luminosa del misterio de Dios. Confía en su palabra y se incorpora al plan salvador de Dios con plena disponibilidad (C.E. de Liturgia. Perú).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Cuarto Domingo de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 1,18-24. 
Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados". Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros". Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa, 
Comentario

En nuestros nacimientos eres, buen José,
una figura de segundo plano;
casi de tan poca importancia,
como el buey y la mula,
que una vieja y bella tradición franciscana,
situó a ambos lados del Niño.

Tú quedas ahí, casi escondido,
al lado del misterio del gran Dios,
convertido en carne de niño.
Poetas conocidos -también los del pueblo-
han cantado a ese niño pequeño,
Palabra bendita del Dios hecho carne;
y también a la madre pura y sencilla
cuyas manos trémulas y firmes
acunaban al recién nacido.
De ti, con tu barba blanca,
hasta sonreían nuestros villancicos,
con ratones que roían tus calzones...

Y tú estabas firme allí,
sintiendo la emoción del padre
que espera a su primer hijo.
Porque, ¿era tan importante y definitivo
que no llevase tu misma sangre?

«No tengas reparo»,
te había dicho el ángel.
No porque dudases de tu esposa,
sino porque dudabas de ti mismo;
no te considerabas digno,
hombre bueno y humilde,
de estar cerca del misterio del Dios,
que se había metido en tu hogar.

«No tengas reparo»:
también lo escucharías en tu interior
en la noche de la cueva de Belén...
«Le pondrás por nombre Jesús»:
Eres tú el que tienes que ponerle ese nombre,
que es salvador de los hombres.
Eres tú, con tus brazos jóvenes y firmes,
-¿por qué te hemos pintado anciano?-
el que trabajarás para él;
eres tú, en el que el niño se mirará
para aprender a ser hombre,
cuando crezca día a día,
en años, estatura y sabiduría.

«No tengas reparo»:
nos lo dice hoy el buen José,
a los que no osamos acercarnos
al misterio del buen Dios...
Dios necesita nuevos hombres justos,
figuras de segundo plano,
que ponen sus manos y su corazón,
al servicio del Dios hombre
y también del hombre hermano,
hecho ya sacramento de aquel
que tuvo José entre sus manos
en la noche oscura de Belén. 

JAVIER GAFO
DIOS A LA VISTA
Homilías ciclo C
Madrid 1994.Pág. 37 ss.
www.mercaba.org