¡Amor y
paz!
Los invito,
hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este Jueves Santo.
Dios nos
bendice...
Lectio Divina: Jueves Santo
Lectio
Jueves, 18 Abril ,
2019
Juan 13,1-15
Lavatorio de los pies
1. LECTIO
a) Oración
inicial:
“Cuando tu hablas,
Señor, la nada palpita de vida: los huesos secos se convierten en personas
vivientes, el desierto florece… Cuando me dispongo a hablarte, me siento árido,
no sé qué decir. No estoy, evidentemente, sintonizado con tu voluntad, mis
labios no están de acuerdo con mi corazón y mi corazón no hace un esfuerzo por
entonarse con el tuyo. Renueva mi corazón, purifica mis labios, para que hable
contigo como tú quieres, para que hable con los demás como tú quieres, para que
hable conmigo mismo, con mi mundo interior, como tú quieres (L. Renna).
b) Lectura
del evangelio:
1 Antes de la fiesta
de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo
al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el
extremo.
2 Durante la cena,
cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de
Simón, el propósito de entregarle, 3 sabiendo que el Padre le había puesto todo
en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, 4 se levanta de la
mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. 5 Luego echa
agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos
con la toalla con que estaba ceñido.
6 Llega a Simón Pedro;
éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?» 7 Jesús le respondió: «Lo que
yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde.» 8 Le dice Pedro:
«No me lavarás los pies jamás.» Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes
parte conmigo.» 9 Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las
manos y la cabeza.» 10 Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita
lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos.» 11
Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos.»
12 Después que les
lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Comprendéis
lo que he hecho con vosotros? 13 Vosotros me llamáis `el Maestro' y `el Señor',
y decís bien, porque lo soy. 14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado
los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros.15 Porque os he
dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con
vosotros.
c) Momentos
de silencio orante:
En una escucha amorosa
la palabra no es necesaria, porque también el silencio habla y comunica
amor.
2. MEDITATIO
a) Preámbulo
a la Pascua de Jesús:
El pasaje del
evangelio de este día está inserto en un conjunto literario que comprende los
capítulos 13-17. El comienzo está constituido por la narración de la última
cena que Jesús comparte con sus discípulos, durante la cuál realiza el gesto
del lavatorio de los pies (13,1-10). Después, Jesús pronuncia un largo discurso
de despedida con sus discípulos (13, 31-14,31), los capítulos 15 -17 tienen la
función de profundizar algo más el precedente discurso del Maestro.
Inmediatamente sigue, el hecho del prendimiento de Jesús (18, 1-11). De todos
modos, los sucesos narrados en 13-17,26 están conectados desde el 13,1 con la
Pascua de Jesús. Es interesante anotar este punto: desde el 12,1 la Pascua no
se llama ya la pascua de los judíos, sino la Pascua de Jesús. Es Él, de ahora
en adelante, el Cordero de Dios que librará al hombre de su pecado. La Pascua
de Jesús es una Pascua que mira a la liberación del hombre: un nuevo éxodo que
permite pasar de las tinieblas a la luz (8,12) y que llevará vida y fiesta a la
humanidad (7,37).
Jesús es consciente de
que está por terminarse su camino hacia el Padre, y por tanto dispuesto a
llevar a término su éxodo personal y definitivo. Tal pasaje al Padre se realiza
mediante la Cruz, momento nuclear en el que Jesús entregará su vida en provecho
del hombre.
Llama la atención del
lector el constatar cómo el evangelista Juan sepa representar muy bien la
figura de Jesús siendo consciente de los últimos acontecimientos de su vida y,
por tanto, de su misión. Y a probar que Jesús no es arrastrado por los acontecimientos
que amenazan su existencia, sino que está preparado para dar su vida.
Precedentemente el evangelista había anotado que todavía no había llegado su
hora; pero ahora en la narración del lavatorio de los pies dice, que Jesús es
consciente de que se aproxima su hora. Tal conciencia está a la base de la
expresión juanista: “después de haber amado a los suyos que estaban en el
mundo, los amó hasta el fin” (v.1) El amor “por los suyos”, aquéllos que forman
la nueva comunidad, ha sido evidente mientras ha estado con ellos, pero
resplandecerá de modo eminente en su muerte. Tal amor viene mostrado por Jesús
en el gesto del lavatorio de pies que , en su valor simbólico, muestra el amor
continuo que se expresa en el servicio.
b) Lavatorio
de los pies:
Jesús se encuentra en
una cena ordinaria con los suyos. Tiene plena conciencia de la misión que el
Padre le ha confiado: de Él depende la salvación de la humanidad. Con tal
conocimiento quiere mostrar a “los suyos”, mediante el lavatorio de los pies,
cómo se lleva a cumplimiento la obra salvífica del Padre e indicar con tal
gesto la entrega de su vida para la salvación del hombre. Es voluntad de Jesús
que el hombre se salve y un consumidor deseo lo guía a dar su vida y
entregarse. Es consciente de que “el Padre había puesto todo en sus manos” (v.
3a); tal expresión deja entrever que el Padre deja a Jesús la completa libertad
de acción.
Jesús, además, sabe
que su origen y la meta de su itinerario es Dios; sabe que su muerte en la
cruz, expresión máxima de su amor, es el último momento de su camino salvador.
Su muerte es un “éxodo”: el ápice de su victoria sobre la muerte; en el dar su
vida, Jesús nos revela la presencia de Dios como vida plena y ausente de
muerte.
Con esta plena
conciencia de su identidad y de su completa libertad Jesús se dispone a cumplir
el grande y humilde gesto del lavatorio. Tal gesto de amor se describe con un
cúmulo de verbos (ocho) que convierten la escena complicada y henchida de
significado. El evangelista presentando la última acción de Jesús sobre los
suyos, usa esta figura retórica de acumulación de verbos sin repetirse para que
tal gesto permanezca impreso en el corazón y en la mente de sus discípulos y de
cualquier lector y para que se retenga un mandamiento que no debe olvidarse. El
gesto cumplido por Jesús intenta mostrar que el verdadero amor se traduce en
acción tangible de servicio. Jesús se despoja de sus vestidos se ciñe un
delantal símbolo de servicio. El despojarse de sus vestidos es una expresión
que tiene la función de expresar el significado del don de la vida. ¿Qué
enseñanza quiere Jesús transmitir a sus discípulos con este gesto? Les muestra
que el amor se expresa en el servicio, en dar la vida por los demás como Él lo
ha hecho.
En tiempos de Jesús el
lavado de los pies era un gesto que expresaba hospitalidad y acogida con los
huéspedes. De ordinario era hecho por un esclavo con los huéspedes o por una
mujer o hijas a su padre. Además era costumbre que el rito del lavado de pies
fuese siempre antes de sentarse a la mesa y no durante la comida. Esta forma de
obrar de Jesús intenta subrayar la singularidad de su gesto.
Y así Jesús se pone a
lavar los pies a sus discípulos. El reiterado uso del delantal con el que Jesús
se ha ceñido subraya que la actitud de servicio es un atributo permanente de la
persona de Jesús. De hecho, cuando acaba el lavatorio, Jesús no se quita el
paño que hace de delantal. Este particular intenta subrayar que el
servicio-amor no termina con la muerte. La minuciosidad de tantos detalles
muestra la intención del evangelista de querer poner de relieve la importancia
y singularidad del gesto de Jesús. Lavando los pies de sus discípulos Jesús
intenta mostrarles su amor, que es un todo con el del Padre (10,30.38). Es
realmente impresionante esta imagen que Jesús nos revela de Dios: no es un
soberano que reside sólo en el cielo, sino que se presenta como siervo de la
humanidad. De este servicio divino brota para la comunidad de los creyentes
aquella libertad que nace del amor y que vuelve a todos su miembros “señores”
(libres) en tanto que servidores. Es como decir que sólo la libertad crea el
verdadero amor. De ahora en adelante el servicio que los creyentes darán al
hombre tendrá como finalidad el de instaurar relaciones entre los hombres en el
que la igualdad y la libertad sean una consecuencia de la práctica del servicio
recíproco. Jesús con su gesto intenta demostrar que cualquier asomo de dominio
o prepotencia sobre el hombre no está de acuerdo con el modo de obrar de Dios,
quien, por el contrario, sirve al hombre para atraerlo hacia Sí. Además no
tienen sentido las pretensiones de superioridad de un hombre sobre otro, porque
la comunidad fundada por Jesús no tiene forma piramidal sino horizontal, en la
que cada uno está al servicio del otro, siguiendo el ejemplo de Dios y de
Jesús.
En síntesis, el gesto
que Jesús cumple expresa los siguientes valores: el amor hacia los hermanos
exige un cambio en acogida fraterna, hospitalidad, o sea, servicio
permanente.
c)
Resistencia de Pedro:
La reacción de Pedro
al gesto de Jesús es de estupor y protesta. También hay cambio en el modo de
dirigirse a Jesús: Pedro lo llama “Señor” (13,6). Tal título reconoce en Jesús
un nivel de superioridad que choca con el “lavar” los pies, una acción que compete,
en verdad, a un sujeto inferior. La protesta es enérgicamente expresada por las
palabras: “¿Tú lavarme a mí los pies?” A los ojos de Pedro este humillante
gesto del lavatorio de los pies parece una inversión de valores que regulan las
relaciones entre Jesús y los hombres: el primero es el Mesías, Pedro es un
súbdito. Pedro no aprueba la igualdad que Jesús quiere establecer entre los
hombres.
A tal incomprensión
Jesús responde a Pedro invitándolo a acoger el sentido de lavar los pies como
un testimonio de su afecto hacia él. Más precisamente: le quiere ofrecer una
prueba concreta de cómo Él y el Padre lo aman.
Pero la reacción de
Pedro no cesa: rechaza categóricamente que Jesús se ponga a sus pies. Para
Pedro cada uno debe cumplir su papel, no es posible una comunidad o una
sociedad basada en la igualdad. No es aceptable que Jesús abandone su posición
de superioridad para hacerse igual a sus discípulos. Tal idea del Maestro
desorienta a Pedro y lo lleva a protestar. No aceptando el servicio de amor de
su Maestro, no acepta ni siquiera que muera en la cruz por él (12,34;13,37). Es
como decir, que Pedro está lejos de comprender qué cosa es el verdadero amor y
tal obstáculo sirve de impedimento para que Jesús se lo muestre con la acción.
Mientras que Pedro no
esté dispuesto a compartir la dinámica del amor que se manifiesta en el
servicio recíproco no puede compartir la amistad con Jesús, y se arriesga,
realmente, a autoexcluirse.
A continuación de la
advertencia de Jesús: “Si no te lavo, no tendrás parte conmigo” (v.8), Pedro
consiente a las amenazantes palabras del Maestro, pero sin aceptar el sentido
profundo de la acción de Jesús. Se muestra abierto, dispuesto a dejarse lavar,
no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza. Parece que Pedro admite
mejor el gesto de Jesús como una acción de purificación o ablución, más que
como servicio. Pero Jesús responde que los discípulos están purificados
(“limpios”) desde el momento en que han aceptado dejarse guiar por la Palabra
del Maestro, rechazando la del mundo. Pedro y los discípulos no tienen
necesidad del rito judaico de la purificación, sino de dejarse lavar los pies
por Jesús; o mejor, de dejarse amar por él , que les da dignidad y
libertad.
d) El
memorial del amor:
Al término del
lavatorio de los pies, Jesús intenta dar a su acción una validez permanente
para su comunidad y al mismo tiempo dejar en ella un memorial o mandamiento que
deberá regular para siempre las relaciones fraternas.
Jesús es el Señor, no
en la línea de dominio, sino en cuanto comunica el amor del Padre (su Espíritu)
que nos hace hijos de Dios y aptos para imitar a Jesús, que libremente da su
amor a los suyos. Esta actitud interior de Jesús lo ha querido comunicar a los
suyos, un amor que no excluye a ninguno, ni siquiera a Judas que lo va a
traicionar. Por tanto si los discípulos lo llaman Señor, deben imitarlo; si lo
consideran Maestro deben escucharlo.
3. Algunas preguntas
para meditar:
- se levantó de la
mesa: ¿cómo vives la Eucaristía? ¿De modo sedentario o te dejas llevar por la
acción de fuego del amor que recibes? ¿Corres el peligro de que la Eucaristía
de la que participas se pierda en el narcisismo contemplativo, sin llevarte al compromiso
de solidaridad y deseos de compartir? Tu compromiso por la justicia, por los
pobres, ¿viene de la costumbre de encontrarte con Jesús en la Eucaristía, de la
familiaridad con Él?
- se quitó los
vestidos: Cuando de la Eucaristía pasas a la vida ¿sabes dejar los vestidos del
contracambio, del interés personal, para dejarte guiar por un amor auténtico
hacia los demás? ¿O después de la Eucaristía no eres capaz de dejar los
vestidos del dominio y de la arrogancia para vestir el de de la sencillez, el
de la pobreza?
- se puso un delantal:
es la imagen de la “iglesia del delantal”. En la vida de tu familia, de tu
comunidad eclesial ¿vas por la vía del servicio? ¿Estás comprometido
directamente con el servicio a los pobres y marginados? ¿Sabes percibir el
rostro de Cristo cuando pide ser servido, amado en los pobres?
4. ORATIO
a) Salmo 116 (114-115), 12-13;15-16;17-18
El
salmista que se encuentra en el templo y en presencia de la asamblea litúrgica
escoge su sacrificio de acción de gracias. Voltaire, que nutría una particular
predilección por el v.12, así se expresaba: “¿Qué cosa puedo ofrecer al Señor
por los dones que me ha dado?”
¿Cómo pagar a Yahvé
todo el bien que me ha
hecho?
Alzaré la copa de
salvación
e invocaré el nombre
de Yahvé.
Mucho le cuesta a
Yahvé
la muerte de los que
lo aman.
¡Ah, Yahvé, yo soy tu
siervo,
tu siervo, hijo de tu
esclava,
tú has soltado mis
cadenas!
Te ofreceré sacrificio
de acción de gracias
e invocaré el nombre
de Yahvé.
Cumpliré mis votos a
Yahvé
en presencia de todo
el pueblo,
b) Oración
final:
Fascinado
por el modo con que Jesús expresa su amor a los suyos, Orígenes reza así:
Jesús, ven, tengo los
pies sucios,
Por mí te has hecho
siervo,
versa el agua en la
jofaina;
Ven, lávame los pies..
Lo sé, es temerario lo
que te digo,
pero temo la amenaza
de tus palabras:
“Si no te lavo los
pies,
no tendrás parte
conmigo”
Lávame por tanto los
pies,
para que tenga parte
contigo.
(Homilía 5ª sobre
Isaías)
Y San
Ambrosio, preso de un deseo ardiente de corresponder al amor de Jesús, así se
expresa:
¡Oh, mi Señor Jesús!
Déjame lavar tus
sagrados pies;
te los has
ensuciado desde que caminas por mi alma…Jueves Santo
Lavatorio
de los pies
--
Orden
de los Carmelitas