¡Amor y paz!
La llamada del publicano
Mateo para el oficio de apóstol tiene tres perspectivas: Jesús que le llama, él
que lo deja todo y le sigue, y los fariseos que murmuran.
Jesús se atreve a llamar
como apóstol suyo nada menos que a un publicano: un recaudador de impuestos
para los romanos, la potencia ocupante, una persona mal vista, un «pecador» en
la concepción social de ese tiempo.
Mateo, por su parte, no lo
duda. Lo deja todo, se levanta y le sigue. El voto de confianza que le ha dado
Jesús no ha sido desperdiciado. Mateo será, no sólo apóstol, sino uno de los
evangelistas: con su libro, que leemos tantas veces, ha anunciado la Buena
Nueva de Jesús a generaciones y generaciones.
Pero los fariseos
murmuran: «come y bebe con publicanos y pecadores». «Comer y beber con» es
expresión de que se acepta a una persona. Estos fariseos se portan exactamente
igual que el hermano mayor del hijo pródigo, que protestaba porque su padre le
había perdonado tan fácilmente.
La lección de Jesús no se
hace esperar: «no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que
se conviertan». «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos». (José Aldazabal).
Te invito, hermano, a leer
y meditar el Evangelio y el comentario,
en este Sábado después de Ceniza.
Dios te bendiga…
Evangelio según San Lucas
5,27-32.
Después Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos. Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: "¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?". Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan".
Comentario
El proyecto que Jesús de
Nazaret ha planteado es el mismo proyecto de Dios, ahora encarnado -hecho
carne- en la historia de los seres humanos. En este nuevo proyecto, la
"religión", es decir, la práctica de ritos externos, ya no es la
intermediaria necesaria para el cumplimiento de la voluntad de Dios; ahora la
mediación necesaria y directa es la "misericordia", que compendia el
amor y la justicia. Dios ha tenido misericordia de todo el género humano y ha
llamado a hombres y mujeres sin distinción, para que le ayudemos en la obra
misericordiosa de la implantación del Reino del Dios-misericordia.
Jesús ha llamado a su seguimiento
a Leví recaudador de impuestos, quien era ilegal según lo prescribía la Ley de
los judíos. Dios muestra su misericordia a este hombre y lo invita a que lo
siga. Seguir a Jesús y aceptar su proyecto, es aceptar la invitación que el
Padre nos hace a través de su Hijo, el amado. El Padre en su plan amoroso
continúa mostrando su amor misericordioso por todos los hombres y mujeres de la
tierra.
Jesús no ha venido por los
sanos; ha venido por los enfermos. Él invita a todos aquellos que de una u otra
manera desconfían en el plan misericordioso del Padre. Jesús le propone a Leví
que se deje amar por Dios. Que deje que el Padre bueno le muestre su amor y su
voluntad. Pero es necesario que frente al derramamiento del amor en él, Leví dé
muestras de cambio, de conversión, para empezar a vivir una nueva vida. La
historia de los regenerados por pura misericordia.
La Iglesia tiene que
continuar siendo un espacio de misericordia dentro del ámbito mundial.
Necesitamos transformar el mundo y sólo demostrando con la práctica de la
misericordia en nuestra propia vida que Dios tiene un proyecto de amor para
todos, sólo de esa forma podremos hacer que haya cambios cualitativos en la
vida de la gente. Si la Iglesia perdiera su realidad de misericordia habría
perdido también su misión en la historia.
Servicio
Bíblico Latinoamericano