¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la XXII
Semana del Tiempo Ordinario.
Dios nos bendice…
Evangelio según San Lucas 4,38-44.
Al salir de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le pidieron que hiciera algo por ella. Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y esta desapareció. En seguida, ella se levantó y se puso a servirlos. Al atardecer, todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. De muchos salían demonios, gritando: "¡Tú eres el Hijo de Dios!". Pero él los increpaba y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que era el Mesías. Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto. La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos. Pero él les dijo: "También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado". Y predicaba en las sinagogas de toda la Judea.
Comentario
a) Lo que Jesús anunció en
Nazaret lo va cumpliendo. Allí dijo, aplicándose la profecía de Isaías, que
había venido a anunciar la salvación a los pobres y curar a los ciegos y dar la
libertad a los oprimidos.
En efecto, hoy leemos el
programa de una jornada de Jesús "al salir de la sinagoga": cura de
su fiebre a la suegra de Pedro, impone las manos y sana a los enfermos que le
traen, libera a los poseídos por el demonio y no se cansa de ir de pueblo en
pueblo "anunciando el reino de Dios". En medio, busca momentos de paz
para rezar personalmente en un lugar solitario.
Desde luego, el Reino ya
está aquí. Ha empezado a actuar la fuerza salvadora de Dios a través de su
Enviado, Jesús.
b) Buen programa para un
cristiano y sobre todo para un apóstol. "Al salir de la sinagoga", o
sea, "al salir de nuestra misa o de nuestra oración", nos espera una
jornada de trabajo, de predicación y evangelización, de servicio curativo para
con los demás y a la vez de oración personal.
¿Ayudamos a que a la gente
se le pase la fiebre? ¿A qué se liberen de sus depresiones y males? ¿Atendemos
a los que acuden a nosotros, acogiéndoles con nuestra palabra y dedicándoles
nuestro tiempo? ¿Nos sentimos obligados a seguir anunciando la buena noticia
del Reino, sea cual sea el éxito de nuestro esfuerzo? ¿Y lo hacemos todo en un
clima de oración?
Podemos revisar dos
significativos rasgos de esta página. a) Jesús, en medio de una jornada con un
horario intensivo de trabajo y dedicación misionera, encuentra momentos para
orar a solas. b) Y no quiere "instalarse" en un lugar donde le han
acogido bien: "también a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino
de Dios". Para que evitemos dos peligros: el activismo exagerado,
descuidando la oración, y la tentación de quedarnos en el ambiente en que somos
bien recibidos, descuidando la universalidad de nuestra misión.
Cristo evangelizador.
Cristo liberador. Cristo orante. Fijos nuestros ojos en él, que es nuestro
modelo y maestro, aprenderemos a vivir su mismo estilo de vida. Dejándonos
liberar de nuestras fiebres y ayudando a los demás a encontrar en Jesús su
verdadera felicidad.
J.
ALDAZABAL
ENSÉÑAME
TUS CAMINOS 6
Tiempo
Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona
1997. Págs. 20-24