¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y
meditar el Evangelio, en este XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.
Dios nos bendice...
Lectio Divina: 18º Domingo del tiempo ordinario (C)
Lectio
Domingo, 4 Agosto ,
2019
Lucas
12. 13-21
1. Recojámonos en
oración – Statio
Aquí estamos delante
de ti, ¡oh Espíritu Santo! Sentimos el peso de nuestras debilidades, pero
estamos todos reunidos en tu nombre; ven, asístenos, ven a nuestros corazones;
enséñanos tú lo que debemos hacer, muéstranos tú el camino a seguir, realiza en
nosotros todo cuanto te pedimos.
Tú seas sólo el que
nos sugiera y guíe en nuestras decisiones, porque tú sólo con Dios Padre y con
su Hijo, tienes un nombre santo y glorioso; no permitas que por nosotros sea
dañada la justicia, tú que amas el orden y la paz; no nos desvíe la ignorancia;
no nos vuelva parciales la humana simpatía, no seamos influenciados por cargos
o personas; tennos sujetos a ti y nunca nos separaremos de la verdad; haz que
reunidos en tu santo nombre, sepamos contemplar bondad y ternura juntos, de
modo que hagamos todo en armonía contigo, en la esperanza de que por el fiel
cumplimiento del deber se nos den los premios eternos . Amén.
2. Lectura orante de
la Palabra –
Del evangelio como lo cuenta Lucas
13 Uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi
hermano que reparta la herencia conmigo.» 14 Él le
respondió: «¡Hombre! ¿Quién me ha constituido juez o repartidor entre
vosotros?» 15 Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia,
porque, aunque alguien posea abundantes riquezas, éstas no le garantizan la
vida.»
16 Les dijo una parábola: «Los campos de cierto
hombre rico dieron mucho fruto; 17 y pensaba entre
sí, diciendo: `¿Qué haré, pues no tengo dónde almacenar mi cosecha?' 18 Y dijo: `Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, edificaré
otros más grandes, reuniré allí todo mi trigo y mis bienes 19 y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para
muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea.' 20Pero Dios le dijo: `¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las
cosas que preparaste, ¿para quién serán?' 21 Así es el
que atesora riquezas para sí y no se enriquece en orden a Dios.»
3. Rumiar la Palabra
– Meditatio
3.1.
Claves de lectura:
El texto propuesto por
la liturgia para este Domingo 18º del tiempo ordinario, forma parte de un
discurso bastante largo de Jesús sobre la confianza en Dios que quita todo
temor (Lc 12, 6-7) y sobre el abandono en la providencia de Dios (Lc 12,
22-32). El pasaje de hoy en efecto está precisamente en medio de estos dos
textos. He aquí algunas enseñanzas dadas por Jesús, antes de que fuese
interrumpido por aquel “ uno de la gente” (Lc 12, 13), sobre esta confianza y
abandono:
Lc 12, 4-7: «Os
digo a vosotros, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después de
esto no pueden hacer más. Os mostraré a quién debéis temer: temed a Aquel que,
después de matar, tiene poder para arrojar a la gehenna; sí, os repito: temed a
ése.
«¿No se venden cinco
pajarillos por dos ases? Pues bien, ni uno de ellos está olvidado ante Dios.
Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis; valéis
más que muchos pajarillos.
Lc 12,
11-12: «Cuando os lleven a las sinagogas, ante los magistrados y las
autoridades, no os preocupéis de cómo o con qué os defenderéis, o qué diréis,
porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel mismo momento lo que conviene
decir.»
Es exactamente en este
punto cuando el hombre interrumpe el discurso de Jesús, mostrando su
preocupación sobre cuestiones de herencia (Lc 12,13). Jesús predica que no hay
“que tener temor de los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más”
(Lc 12,4), y este hombre no percibe el significado de las palabras de Jesús
dirigidas a aquéllos que Él reconoce como “mis amigos” (Lc 12,4). Por el
evangelio de Juan sabemos que, amigo de Jesús es aquél que conoce a Jesús. En
otras palabras, conoce todo lo que Él ha oído del Padre (Jn 15,15). El amigo de
Jesús debería saber que su Maestro está radicado en Dios (Jn 1,1), y que su
única preocupación consiste sólo en intentar hacer la voluntad de aquél que lo
ha enviado (Jn 4, 34). La amonestación y el ejemplo de Jesús a sus amigos es el
de no afanarse por las cosas materiales, porque “ la vida vale más que el
alimento y el cuerpo más que el vestido” (Mt 6,25). En un contexto escatológico
Jesús aconseja: “Mirad a vosotros mismos, para que vuestros corazones no se
emboten con la crápula, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida” (Lc
21.34).
Por eso, la pregunta
de aquel hombre que pide a Jesús que diga a su “hermano que divida la herencia”
(Lc 12,13) es superflua delante del Señor. Jesús rechaza hacer de juez entre
las partes (Lc 12, 14), como en el caso de la mujer adúltera (Jn 8, 2-11). Se
nota que para Jesús no tiene importancia cuál de los dos tiene razón. Él se
mantiene neutral en la cuestión entre los dos hermanos, porque su reino no es
de este mundo (Jn 18,36). Este comportamiento de Jesús refleja la imagen que
nos da Lucas del Señor manso y humilde. La acumulación de los bienes
materiales, la herencia, la fama, el poder, no entra en la escala de valores de
Jesús. Él, en efecto, usa el problema de los dos hermanos para subrayar que la
“vida no depende de los bienes” (Lc 12,15), aunque sean abundantes.
Según su costumbre,
también aquí Jesús enseña por medio de una parábola, en la cuál nos presenta
“un hombre rico” (Lc 12,16), nosotros diríamos, un rico inconsciente que no
sabe qué hacer de sus bienes tan abundantes (Lc 12,17). Nos recuerda este tal,
al rico epulón que todo encerrado en sí mismo no se acuerda de la miseria de
Lázaro (Lc 16,1-31). Ciertamente, que a este hombre rico no lo podemos definir
como justo. Justo es aquel que, como Job, comparte con los pobres los bienes
recibidos de la providencia de Dios: “porque socorría al pobre que pedía ayuda,
al huérfano que no tenía a nadie. La bendición del que moría descendía sobre mí
y en el corazón de la viuda infundía el gozo” (Job 29, 12-13). El rico de la
parábola es un hombre necio (Lc 12,20), que tiene el corazón lleno de los
bienes recibidos, sin acordarse de Dios, sumo y único bien. Él, “ acumula
tesoros para sí, y no se enriquece ante Dios” (Lc 12,21). En su necedad él no
cae en la cuenta que todo le viene dado por la providencia de Dios, no sólo los
bienes, sino también la misma vida. Lo hace notar la terminología usada en la
parábola:
La cosecha: “Los
campos […] dieron mucho fruto” (Lc 12.16).
La vida: “esta
noche te reclamarán el alma” (Lc 12,20).
No es la riqueza en sí
misma la que constituye la necedad de este hombre, sino su avaricia que revela
su locura. Pues él dice: “Alma mía, tienes a disposición muchos bienes, por
muchos años; descansa, come , bebe y date la buena vida” (Lc 12,19).
La conducta del sabio,
por el contrario, es muy diferente. Lo vemos por ejemplo encarnado en la
persona de Job, que exclama con serenidad: “¡Desnudo salí del seno de mi madre,
y desnudo regresaré. El Señor lo ha dado , el Señor lo ha quitado, bendito sea
el nombre del Señor!” (Job 1,21). La tradición sapiencial nos trae muchas
enseñanzas sobre la conducta del justo ante la riqueza: Prov 27,1; Ecle 11.19;
Eclo 2,17-23; 5,17-6,2. También el Nuevo Testamento nos amonesta sobre esto: Mt
6,19-34; 1Cor 15, 32; Sant 4; 13-15; Ap 3, 17-18.
3.2
Preguntas para orientar la meditación y actualización:
● ¿Qué te ha llamado
más la atención en este pasaje y en la reflexión?
● ¿Qué te dice el
hecho de que Jesús permanezca neutral ante la cuestión del hombre rico?
● ¿Crees que la
avaricia tiene algo que ver con la condición social en la que uno se encuentra?
● ¿Crees en la
providencia divina?
● ¿Eres consciente de
que lo que tienes viene de Dios, o te sientes dueño absoluto de tus
bienes?
4. Oratio
1Crónicas
29: 10,19
«¡Bendito tú, oh
Yahvé, Dios de nuestro padre Israel, desde siempre hasta siempre! Tuya, oh
Yahvé, es la grandeza, la fuerza, la magnificencia, el esplendor y la majestad;
pues tuyo es cuanto hay en el cielo y en la tierra. Tuyo, oh Yahvé, es el
reino; tú te levantas por encima de todo. De ti proceden las riquezas y la
gloria. Tú lo gobiernas todo; en tu mano están el poder y la fortaleza, y es tu
mano la que todo lo engrandece y a todo da consistencia. Pues bien, oh Dios
nuestro, te celebramos y alabamos tu Nombre magnífico. Pues, ¿quién soy yo y
quién es mi pueblo para que podamos ofrecerte estos donativos? Porque todo
viene de ti, y de tu mano te lo damos. Porque forasteros y huéspedes somos
delante de ti, como todos nuestros padres; como sombras son nuestros días sobre
la tierra y no hay esperanza. Yahvé, Dios nuestro, todo este grande acopio que
hemos preparado para edificarte un templo para tu santo Nombre viene de tu mano
y tuyo es todo. Bien sé, Dios mío, que tú pruebas los corazones y amas la
rectitud; por eso te he ofrecido voluntariamente todo esto con rectitud de
corazón, y ahora veo con regocijo que tu pueblo, que está aquí, te ofrece
espontáneamente sus dones. Oh Yahvé, Dios de nuestros padres Abrahán, Isaac e
Israel, conserva esto perpetuamente para formar los pensamientos en el corazón
de tu pueblo y dirige tú su corazón hacia ti. Da a mi hijo Salomón un corazón
perfecto, para que guarde tus mandamientos, tus instrucciones y tus preceptos,
para que todo lo ponga por obra y edifique el alcázar que yo te he
preparado.»
5. Contemplatio
Salmo 119:36-37
Inclina mi corazón a
tus dictámenes,
y no a ganancias
injustas.
Aparta mis ojos de la
vanidad,
hazme vivir por tu
palabra.
Orden de los Carmelitas