¡Amor y paz!
Estamos una vez más ante
la actitud de Jesús, pródigo en signos de verdad y amor, y la actitud de los
beneficiarios de los mismos: aceptan lo que les interesa humanamente, pero se
desentienden de los compromisos espirituales. Por eso la voz de Jesús adquiere
tonos proféticos y escatológicos de denuncia y condena (Dominicos 2003).
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 15ª. Semana del
Tiempo Ordinario.
Dios nos bendice…
Evangelio según San Mateo 11,20-24.
Jesús comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado más milagros, porque no se habían convertido. "¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza. Yo les aseguro que, en el día del Juicio, Tiro y Sidón serán tratadas menos rigurosamente que ustedes. Y tú, Cafarnaún, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en ti se hubieran hecho en Sodoma, esa ciudad aún existiría. Yo les aseguro que, en el día del Juicio, la tierra de Sodoma será tratada menos rigurosamente que tú".
Comentario
Hoy, el Evangelio nos
habla del juicio histórico de Dios sobre Corozaín, Cafarnaúm y otras ciudades: «
¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se
hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que (...)
se habrían convertido» (Mt 11,21). He meditado este pasaje entre sus negras
ruinas, que es todo lo que queda de ellas. Mi reflexión no me ha llevado a
alegrarme del fracaso que sufrieron. Pensaba: en nuestras poblaciones, en
nuestros barrios, en nuestros casas, por ellas también pasó el Señor y... ¿qué
caso se le hizo?, ¿qué caso le he hecho yo?
Con una piedra en la mano,
me he dicho para mis adentros: algo así quedará de mi existencia histórica, si
no vivo responsablemente la visita del Señor. He recordado al poeta: «Alma,
asómate ahora a la ventana: verás con cuánto amor llamar porfía», y avergonzado
reconozco que yo también he dicho: «Mañana le abriremos... para lo mismo
responder mañana» (Lope de Vega).
Cuando cruzo las inhumanas
calles de nuestras “ciudades dormitorio”, pienso: ¿qué se puede hacer entre
estos habitantes con quienes me siento incapaz de establecer un dialogo, con
quienes no puedo compartir mis ilusiones, a quienes me resulta imposible
trasmitir el amor de Dios?
Recuerdo, entonces, el lema que escogió san
Francisco de Sales al ser nombrado obispo de Ginebra —el máximo exponente de la
Reforma protestante— en aquel tiempo: «Donde Dios nos plantó, es preciso saber
florecer». Y si con una piedra en la mano meditaba el juicio severo de Dios que
puede recaer sobre mí, en otros momentos —con una florecilla silvestre, nacida
entre los hierbajos y el estiércol de la alta montaña— pienso que no debo
perder la Esperanza.
Debo corresponder a la bondad que Dios ha mostrado
conmigo, y así mi pequeña generosidad depositada en el corazón del que saludo,
la mirada interesada y atenta hacia el que me pide una información, mi sonrisa
dirigida al que me cede el paso, florecerá en un futuro. Y nuestro entorno no
perderá la Fe.
Rev.
D. Pedrojosé Ynaraja i Díaz (El Muntanyà-Barcelona, España)
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