lunes, 18 de agosto de 2014

“¿Qué obras buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna?"


¡Amor y paz!

Conseguir la vida eterna. Esto no es algo de última hora. La vida eterna ya es nuestra desde ahora por nuestra unión a Cristo. Esa vida la hacemos parte de los demás cuando dejamos atrás el gesto amenazador contra ellos, cuando no los asesinamos, cuando respetamos el compromiso matrimonial, cuando no despojamos a los demás de sus bienes, cuando no les quitamos su buena fama, cuando honramos y hacemos felices a nuestro padre y a nuestra madre. Entonces somos portadores de vida y no de muerte para los demás.

Pero hace falta algo más: amar al prójimo como a nosotros mismos. Y tal vez desde niños seamos muy educados y respetuosos de los demás. Pero esto no basta. Tal vez les demos parte de nuestros bienes para que vivan con dignidad. Pero no basta. Amar en serio al prójimo nos hace contemplar al Hijo de Dios, que no retuvo para sí el ser igual a Dios, sino que se anonadó a sí mismo tomando la condición humana, y, hecho uno de nosotros, nos enriqueció con su pobreza, haciéndonos participantes de la gloria y de la herencia que le corresponde como a Hijo unigénito del Padre.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la XX Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 19,16-22. 
Luego se le acercó un hombre y le preguntó: "Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna?". Jesús le dijo: "¿Cómo me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el Bueno. Si quieres entrar en la Vida eterna, cumple los Mandamientos". "¿Cuáles?", preguntó el hombre. Jesús le respondió: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo". El joven dijo: "Todo esto lo he cumplido: ¿qué me queda por hacer?". "Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme". Al oír estas palabras, el joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes. 

Comentario

Si quieres ser perfecto: Ve, vende todos tus bienes, dales el dinero a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después ven y sigue a Cristo. Entonces serás amado por el Padre Dios como su hijo amado, en quien Él se complace. Dura es esta doctrina; ojalá y no demos marcha atrás en nuestro seguimiento del Señor, sino que abramos nuestros ojos para procurar el bien, la salvación y la vida digna para todos aquellos hermanos nuestros que pertenecen a las clases más desprotegidas no sólo en nuestra Comunidad de fe, sino en el mundo entero.

El Señor nos enseña, con su propio ejemplo, lo que es el camino que nos conduce a nuestra plena realización, a nuestra glorificación en Dios. Él se despojó de todo y cargó con el pecado de toda la humanidad. Él nos ha librado de todo aquello que nos condenaba en la presencia de su Padre Dios. Amar hasta ser capaces de dar la vida por los que amamos no nos deja en un amor tan pequeño como sería el entregarlo todo a los pobres. Haciendo esto aún nos queda por delante el seguimiento de Cristo que, cargando su cruz, no se dirige al calvario sino a su glorificación junto a Dios pasando por el calvario. Este Misterio de salvación es el que estamos celebrando. Este Misterio de salvación se convierte en nuestra forma de creer en Cristo y de caminar con Él para llegar, junto con Él, a la perfección, a la glorificación en la que Él, nuestro principio y cabeza, ya ha entrado. Que nuestra Eucaristía no sea sólo un momento de oración y de adoración a Dios, sino un verdadero encuentro con el Señor para volver a hacer nuestro el compromiso de amar a nuestro prójimo como Dios nos ha amado a nosotros.

¿Quieres ser feliz? ¿Quieres conseguir la vida eterna? ¿Qué sentido tiene hacer estas preguntas cuando se disfruta de todo? Muchos trabajaron arduamente para lograr una posición social gracias a una economía desahogada. Lo tienen todo. Pareciera que, en medio de todos sus bienes, no tendrían necesidad de algo más para ser felices. Pero hay un clamor que les impide ser felices: el de las multitudes de aquellos que esperan una vida más digna. ¿Acaso tiene sentido vivir rodeado de todo y rodeados de una soledad tremenda por no saber amar, pero amar en serio, por lo menos a los seres más cercanos?

Portarse como dominadores nos hace respetables por el temor que los demás tienen de ofendernos, pero no porque nos amen. Podemos levantarnos y asentar nuestro trono sobre la injusticia, sobre el desprecio y sobre la pobreza y hambre de los demás. Son mentes depravadas las de aquellos que no saben compartir con los demás lo que tienen, pues olvidaron la solidaridad con ellos. Son mentes depravadas quienes consideran a los demás como niños y todo lo acaparan para después vivir esplendorosamente y darles unas migajas a las clases desprotegidas por las que ellos luchan. Ser cristiano es algo muy distinto a un conformarnos con orar, pero con el corazón cerrado hacia nuestro prójimo. Con una actitud así jamás llegaremos a ser perfectos.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, que nos conceda la gracia de no sólo tenerlo a Él en nuestro corazón, sino de abrir también nuestro corazón al amor de nuestro prójimo para procurar su bien en todo. Entonces será nuestra la vida eterna. Amén.

Homiliacatolica.com