sábado, 27 de septiembre de 2014

¿Buscamos a Jesús sólo para recibir regalos pasajeros?

¡Amor y paz!

Jesús quiere dejar claramente asentado entre sus discípulos que Él no vino a realizar algunas obras, incluso milagrosas, sólo para causar admiración. Él vino como Salvador del mundo y su historia. No puede, por tanto, ser considerado como un simple taumaturgo, sino como el Camino, la Verdad y la Vida, que Él ofrece a todo hombre, de cualquier tiempo y lugar.

Si sólo se le busca a Jesús para recibir favores pasajeros, y no para aceptar su Salvación y vivir comprometidos con su Evangelio, no como predicadores sino como testigos desde nuestra experiencia personal, desde nuestro encarnar en la propia vida la Buena Noticia de salvación, no podemos decir que nuestra fe está firmemente afianzada en Él.

Entonces honraremos al Señor sólo con los labios, mientras nuestro corazón permanecerá lejos de Él. Contemplemos a Cristo clavado en la cruz para el perdón de nuestros pecados; y resucitado para que tengamos nueva Vida en Él y participemos de su mismo Espíritu. ¿Será esto aquello por lo que buscamos y seguimos a Cristo?.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la XXV Semana delo Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 9,43b-45. 
Mientras todos se admiraban por las cosas que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: "Escuchen bien esto que les digo: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres". Pero ellos no entendían estas palabras: su sentido les estaba velado de manera que no podían comprenderlas, y temían interrogar a Jesús acerca de esto. 
Comentario

Hoy hacemos nuestra la Vida eterna al participar de la Eucaristía. Nuestra vida pasajera cobra valor de eternidad. No podemos ilusionarnos falsamente pensando que ya somos perfectos en Cristo, pues nuestra condición de peregrinos hacia la Vida eterna nos recuerda la necesidad de una continua conversión, que nos debe llevar a centrar nuestra vida en Cristo, hasta que, por su Gracia, lleguemos a la madurez del Hombre Perfecto. Dios nos llamó de la nada a la vida, porque nos ama y porque nos quiere eternamente con Él. Hemos de ser una imagen viva de su Hijo, no sólo en cuanto a la santidad interior, sino también en cuanto a hacer el bien a todos, como señal de que el amor de Dios, que habita en nosotros, es el que guía nuestros pensamientos, palabras, obras e, incluso, toda nuestra vida.

No sólo hemos de disfrutar la vida. No podemos dejar de contemplar las angustias, las tristezas, el hambre y la desnudez de nuestro prójimo. Disfrutar la vida significa convertirnos en un fruto maduro que incrementa la paz, la alegría, la esperanza, la fe y el amor en los demás. El que sólo busca su propio bien y piensa que es feliz por haber logrado desechar pensamientos depresivos y malsanos, pero no procura el bien de su prójimo no puede decir que se está identificando con Cristo, pues el Dios, nuestro Padre, se alegra cuando, al entregar la vida de su Hijo por nosotros, recupera nuestro amor y, purificándonos de todo pecado, nos reviste de Cristo y nos pone en camino para que vayamos y hagamos nosotros lo mismo con aquella parte de la humanidad encadenada al pecado, y deteriorada por una diversidad de signos de muerte. Dios nos llama a todos a la santidad y a la plena comunión con Él desde ahora y hasta la eternidad. Pongámonos en camino, bajo el impulso del Espíritu Santo, para que esto se haga realidad en nosotros.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de saber esforzarnos en lograr un mundo más justo, más libre y más fraterno; libre de divisiones entre nosotros para que, permaneciendo unido y guiados por el Espíritu Santo, nos dirijamos constantemente hacia nuestra plena y eterna unión con Él. Amén.

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