domingo, 5 de septiembre de 2010

El reto es no claudicar y seguir a Cristo hasta el final…

¡Amor y paz!

Jesús va camino a Jerusalén, donde padecerá, será crucificado y morirá, pero también resucitará. Muchos lo siguen. Y entonces Él les advierte que ese seguimiento implica renuncias y sacrificios, si se quiere llegar hasta el final.

Porque en el seguimiento a Cristo, muchos sólo comienzan, otros se quedan en el camino y pocos llegan a la meta. No han calculado cuán complejo es el recorrido ni cuáles son las propias fuerzas para alcanzar la victoria.

Por eso, el Evangelio de hoy es como un ‘Aviso a los viajeros’, de esos que se colocan en las carreteras. La tentación del cristiano es la de seguir un camino paralelo. Es querer tener las ventajas de la autopista sin pagar peaje. Disfrutar algún día de la gloria, sin pasar por la cruz.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo de la XXIII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 14,25-33.

Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo: "Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. ¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: 'Este comenzó a edificar y no pudo terminar'. ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.

Comentario

Mucha gente seguía a Jesús en aquel tiempo. Y no es sorprendente, porque la figura de Jesús seduce. Hasta los alejados de Dios lo dicen: "¡Ah si los cristianos fuesen como Jesucristo!". La figura de Jesús es tan seductora, la Buena Noticia responde tanto al hambre de vivir, que una predicación kerigmática es, en manos de la Iglesia, tesoro incomparable e imprescindible para tiempos u hombres descreídos. Desde ahí puede presentarse el monte de las bienaventuranzas como una cumbre a conquistar; o mejor, como un regalo de Dios a recibir.

Pero hay que ir por pasos. El enamorado de Jesucristo, el seducido por la Buena Noticia, es un hombre frágil y pecador: los doce apóstoles de Jesús lo certifican. Esclavo de la tiranía del afecto, del dinero, del miedo, no se le puede presentar el Evangelio como un programa moral a realizar; porque sucumbirá a su propia debilidad. Es preciso alimentarlo con Palabra, fortalecerlo con Sacramentos, saber esperar, tener paciencia histórica. Ha de haber un proceso lento.

A personas que tienen deseos sinceros de ser cristianos; a hombres y mujeres que apuestan por Jesucristo ("muchos son los llamados y pocos los elegidos") ha de enseñarles la Iglesia calcular gastos, a hacer un presupuesto. No basta decir o pensar: "yo daré mi vida por ti", "vamos allá y muramos con Él", "yo comprometeré mi vida con los pobres"... Es preciso saber que, si tomas en serio la Fe, "tus enemigos serán los de tu propia casa". Y que "para seguir hasta el final, vende lo que tienes, dalo a los pobres, y luego ven y sígueme".

Calcular gastos: Con esclavitudes afectivas, sin saberse libre frente a la familia, los amigos, el grupo, el partido, la modernidad o la tradición, no se puede pretender llevar al mundo el espíritu de Jesús. Sin destronar el dinero del corazón y ponerlo bajo los pies, es mejor no intentar aventuras cristianas.

Sin asumir la historia real que crucifica -los defectos, los fracasos, las limitaciones- no se puede caminar como discípulo de Jesús. Se corre el peligro de aparecer como un forofo del cristianismo y recular luego ante la primera dificultad, haciendo el ridículo frente a quienes le habían escuchado sus bravatas. Ni se edifica una vivienda a lo loco, ni se hace una guerra sin estrategia. Ni se puede intentar la salvación del mundo -la gran vocación cristiana- sin estar dispuesto a desnudarse de muchas cosas.

Es urgente que la Iglesia tenga un espacio de libertad, donde el hombre no se sienta exigido, sino ayudado a recibir de Dios el don de dar la vida. En otro caso puede hacer daño, por falta de paciencia histórica, quemando personas que un día se ilusionaron con la Buena Noticia. Lanzados a aventuras para las que la naturaleza no da la talla, acaban diciendo "esto no es para mí". Y tienen razón: no es para ellos; es para el "hombre nuevo" que tiene que ser engendrado en ellos. ¡Gran tarea para una Iglesia llamada a ser madre de muchos hijos!

Miguel Ángel Flamarique Valerdi
Escrutad las escrituras
Comentarios al Ciclo C
Desclée de Brouwer Bilbao 1988.Pág. 144

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