viernes, 18 de marzo de 2011

No sólo 'matar' es pecado; también lo es no amar

¡Amor y paz!

Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta de su conducta y viva. Pero hay que tener presente la libertad y responsabilidad personales, ya que la relación con el Dios del Amor está muy lejos de ser una pura obediencia mecánica o un fatalismo irreversible. Por su libertad interior, el hombre puede, en todo momento, convertirse y orientar su vida tal como él quiere. La Cuaresma nos urge a hacer esta experiencia (Misa Dominical 1990/05).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este 
Jueves de la Primera Semana de Cuaresma.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 5,20-26.
Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso.  Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
Comentario
En este texto, incluido en el "Sermón de la Montaña", Jesús resume en qué consiste el Reino y la capacidad de amor que debe tener un auténtico seguidor de su proyecto. Tal como él mismo lo advierte, esta cualidad es la principal para sus seguidores. Para Jesús, la filiación de los seres humanos de parte de Dios Padre es el fundamento de nuestra plena humanización, y lo que mejor puede darnos establemente la tan anhelada paz.

Jesús quería que las antiguas leyes de alianza de los israelitas -como no matar, no robar, no mentir, entre otras- fueran suplidas por otras más exigentes que incluyeran y superaran sus contenidos. Dichas leyes eran principios mínimos de convivencia que había que seguir perfeccionando, a pesar de haber sido, en su momento, un gran logro ético. Jesús quería llegar hasta el amor perfecto, que trata de vivir el principio de la paternidad universal de Dios, por el que todos somos unos hermanos de los otros, sin distinción de clase social, de raza o de sexo.

El mandamiento de "no matar", según Jesús, sólo quedaba superado en el momento en que se pensara en un amor universal que llevara a amar y a perdonar. Si nos contentamos sólo con no matar al hermano, este puede seguir siendo deshumanizado, oprimido, explotado y alienado, puede morir a nuestra puerta y nos podríamos quedar tranquilos, sencillamente porque nosotros no lo hemos matado. Una sociedad no se vuelve justa sólo con no matar. Sólo el amor sin medida, convertido en solidaridad e igualdad de derechos para todos, puede formar una sociedad justa.

El cristiano debe recordar que ya no está en el Sinaí, sino en la Montaña de las Bienaventuranzas, que no es un seguidor de Moisés, sino un discípulo de Jesús, quien rompió todos los círculos en los que se había encerrado al amor. Lo que está mandado no es «no matar» (porque lo contrario ciertamente sería la contradicción más flagrante contra el amor), sino «amar». No haciendo nada malo se puede cumplir con el mandamiento de no matar, pero no se cumple con el de amar. Pecado es no sólo lo malo que hacemos (pecados que cometemos, pecados de «comisión») sino lo mucho bueno que nos dejamos de hacer (pecados de «omisión», que se cometen precisamente «no haciendo»). «No haciendo» se podría cumplir tal vez la ley de los letrados y fariseos, pero no la de Jesús.

Servicio Bíblico Latinoamericano