¡Amor
y paz!
Se
han deteriorado tanto las relaciones entre los seres humanos, sobre todo en
las grandes ciudades y conglomerados urbanos; hay tanta duda, desconfianza y temor
en muchos, que la presencia cierta de Cristo Resucitado entre nosotros ha de traer total tranquilidad y confianza. "La paz esté con
ustedes”, les dijo a sus discípulos hace más de veinte siglos y nos dice hoy a todos.
Los
invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Jueves
de la 1ª. Semana de Pascua.
Dios
los bendiga…
Evangelio
según San Lucas 24,35-48.
Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo". Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer?". Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos. Después les dijo: "Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos". Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto.
Comentario
Hoy,
Cristo resucitado saluda a los discípulos, nuevamente, con el deseo de la paz:
«La paz con vosotros» (Lc 24,36). Así disipa los temores y presentimientos que
los Apóstoles han acumulado durante los días de pasión y de soledad.
Él
no es un fantasma, es totalmente real, pero, a veces, el miedo en nuestra vida
va tomando cuerpo como si fuese la única realidad. En ocasiones es la falta de
fe y de vida interior lo que va cambiando las cosas: el miedo pasa a ser la
realidad y Cristo se desdibuja de nuestra vida. En cambio, la presencia de
Cristo en la vida del cristiano aleja las dudas, ilumina nuestra existencia,
especialmente los rincones que ninguna explicación humana puede esclarecer.
San
Gregorio Nacianceno nos exhorta: «Debiéramos avergonzarnos al prescindir del
saludo de la paz, que el Señor nos dejó cuando iba a salir del mundo. La paz es
un nombre y una cosa sabrosa, que sabemos proviene de Dios, según dice el
Apóstol a los filipenses: ‘La paz de Dios’; y que es de Dios lo muestra también
cuando dice a los efesios: ‘Él es nuestra paz’».
La
resurrección de Cristo es lo que da sentido a todas las vicisitudes y
sentimientos, lo que nos ayuda a recobrar la calma y a serenarnos en las
tinieblas de nuestra vida. Las otras pequeñas luces que encontramos en la vida
sólo tienen sentido en esta Luz.
«Es
necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los
Profetas y en los Salmos acerca de mí...»: nuevamente les «abrió sus
inteligencias para que comprendieran las Escrituras» (Lc 24,44-45), como ya lo
había hecho con los discípulos de Emaús. También quiere el Señor abrirnos a
nosotros el sentido de las Escrituras para nuestra vida; desea transformar
nuestro pobre corazón en un corazón que sea también ardiente, como el suyo: con
la explicación de la Escritura y la fracción del Pan, la Eucaristía. En otras
palabras: la tarea del cristiano es ir viendo cómo su historia Él la quiere
convertir en historia de salvación.
Rev.
D. Joan Carles Montserrat i Pulido (Sabadell-Barcelona, España)
www.mercaba.org
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