¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer
y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles en que celebramos la
Solemnidad de San Pedro y San Pablo, apóstoles.
Dios nos bendice…
Evangelio
según San Mateo 16,13-19.
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas". "Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?". Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".
Comentario
1. Dos modos de ser
"primero"
1.1 En cada una de las
listas de los Doce Apóstoles que aparecen en los Evangelios, Pedro va de
primero (véase por ejemplo Mateo 10,2-4; Marcos 3,16-19; Lucas 6,13-16). San
Pablo lo considera una de las "columnas" de la Iglesia (Gálatas 2,9),
y es él quien, en el día de Pentecostés, anuncia de primero abiertamente el
triunfo del Crucificado y Resucitado (Hechos 2,14-40). En todos estos casos la
primacía de Pedro es clara, y es una muestra de la solidez que Cristo ha dado a
su Cuerpo, que somos nosotros los creyentes; pues él dijo que sobre la firmeza
de la fe de Pedro habría de edificar su Iglesia.
1.2 Pablo se sintió llamado
a ser "primero" de otra manera. La intensidad de su compromiso con el
Evangelio no fue ocasión de que él pretendiera usurpar la misión de Pedro. Los
conocimientos de Pablo, la solidez de su virtud puesta a prueba en las
persecuciones, el ardor de su amor por Cristo no fueron pretextos para
pretender una primacía como la de Pedro, al que de algún modo buscó y con el
que quiso hablar para tener la certeza de no estar predicando en vano (Gálatas
2,2). En esto se ve que Pablo reconoció el don de Pedro y la necesidad de que
Pedro lo confirme a uno en la fe que uno tiene y también en la propia misión.
1.3 Y sin embargo, Pablo sí
quiso ser "primero" pero de otra manera: quiso ser el que primero
llevara la Buena Nueva a los que nunca la habían oído. Estas son sus palabras
en Romanos 15,18-20: "Pues no me atreveré a hablar de cosa alguna que
Cristo no haya realizado por medio de mi para conseguir la obediencia de los
gentiles, de palabra y de obra, en virtud de señales y prodigios, en virtud del
Espíritu de Dios, tanto que desde Jerusalén y en todas direcciones hasta el
Ilírico he dado cumplimiento al Evangelio de Cristo; teniendo así, como punto
de honra, no anunciar el Evangelio sino allí donde el nombre de Cristo no era
aún conocido, para no construir sobre cimientos ya puestos por otros."
2. La firmeza y el arrojo
2.1 El hecho de celebrar a
estos dos gigantes del Evangelio y de la santidad en una misma fiesta se presta
para descubrir dimensiones complementarias de nuestra fe. Pedro nos habla de
firmeza; Pablo irradia el arrojo. Las dos cosas son necesarias.
2.2 La fe ha de ser firme, y
por eso tiene que ser cierta, clara, contrastable, y en plena comunión con lo
que hemos recibido de los primeros testigos, empezando por Pedro.
2.3 Pero la fe ha de ser
también valiente y al practicarla no puede faltar un arrojo como el que mostró
Pablo en su propia vida. La fe muestra su verdad también en el hecho de querer
y poder abrazar con solícito amor a todas las culturas, todos los pueblos,
todos los hombres.
3. Diversidad que concurre
en la unidad
3.1 Un mismo Cristo, un
mismo Evangelio, un mismo celo unió a Pedro y a Pablo durante su vida. Su
relación como personas no fue fácil todo el tiempo. Alguna vez Pablo tuvo que
enfrentarse a Pedro y corregirlo en público (Gálatas 2,11-14). Pero luego es
Pedro quien testifica que en los escritos de Pablo alienta el mismo Espíritu
que inspiró "el resto de las Escrituras" (véase 2 Pedro 3,15-17).
3.2 Al final, y separados
por poco tiempo, ambos apóstoles dieron el mismo y supremo testimonio de la fe,
entregando su sangre por Aquel que los redimió--y nos redimió--con su Sangre.
Mártires en una misma ciudad también, Roma, desde el corazón del cristianismo
su testimonio sigue gritando la grandeza y la belleza del amor que los sostuvo
en su ministerio, y que nos guiará en nuestro propio camino.
http://fraynelson.com/homilias.html.