¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este lunes en que celebramos la memoria de los santos Timoteo y Tito, obispos, compañeros de san Pablo.
Dios los bendiga…
Evangelio según San
Lucas 10,1-9.
El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero: '¡Que descienda la paz sobre esta casa!'. Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: 'El Reino de Dios está cerca de ustedes'."
Comentario
En nuestra Iglesia nadie
se elige a sí mismo para presidir la comunidad. Tampoco es la comunidad la que
elige a sus pastores, como una provincia eligiendo su gobernador. La Iglesia
nace de la predicación de los apóstoles y es a través de ellos como recibe su
alimento que es la Palabra. Esta Palabra conlleva autoridad y tiene poder para
edificar a la misma comunidad: de ella brota todo, incluyendo la decisión de
quién y cómo ha de prolongar el ministerio de edificar a la comunidad.
Por eso nuestros pastores
no son --o no deben ser-- el resultado de un esfuerzo de autopromoción ni
tampoco el fruto de una campaña electoral. Son una expresión, entre tantas, del
amor de Dios que cuida y defiende su obra.
Con estas consideraciones
entendemos mejor el texto del evangelio de hoy. Cristo constata que
"faltan operarios" para la mies y propone como estrategia pedir al
dueño de la mies que mande operarios. En buena lógica esto sólo puede
significar que los operarios son un regalo, un don que el Padre, dueño de la
mies, otorga a su mies.
Notemos también el
vínculo que hay entre la necesidad sentida y la oración realizada. Quien no
tiene hambre no pide pan. Hay que sentir la falta de operarios, sentirla en las
entrañas, padecerla en lo hondo del corazón, para rogar, como es debido a Dios
para que mande obreros a su mies.
Uno siente que faltan
operarios cuando ve que la evangelización no alcanza. Esta es una sensación
cuantitativa. Pero más importante es sentir lo cualitativo: más que un número
determinado, cosa que pensaría un simple administrador, necesitamos un número
apropiado: un número de operarios que se apropie con amor de la causa del
Evangelio y la sienta como propia. Así lo hicieron Timoteo y Tito, que hoy
rueguen por nosotros.
http://fraynelson.com/homilias.html.